CUARTA PARTE

Pero este hombre que deseas crear para ti es poco duradero y apasionado.

El Libro de Job

72 Galimatías

…o en memoria todavía verde…

Con la verja de entrada completamente abierta, la finca no parecía segura, una ilusión que el propietario podía permitirse. Al acercarse a una gran mansión de piedra, nuestra limusina dejó atrás a los cuidadores trabajando. Eran ostentosamente reales.

—Esto me resulta familiar —dijo Pal desde su silla sustentadora—. Recuerdo haber pensado que tendríamos suerte de salir de este lugar con vida.

De algún modo había conseguido absorber algunos fragmentos de memoria del mini-golem aplastado, mi compañero de aquellos frenéticos martes y miércoles. Me alegraba saber que parte del astuto idPal sobrevivió.

Los sensores conectaban una estrecha parte del cuerpo transparente de la limusina cada vez que el ojo de uno de los pasajeros la enfocaba, creando la ilusión de que no había techo ni paredes, aunque los curiosos de fuera sólo veían unos cuantos círculos oscuros que se movían como locos de un lado para otro. A pesar de todo, para inhalar los aromas de los jardines de Lucas Kaolin, tuve que bajar una de las ventanillas.

El olor sigue sorprendiéndome, como si fueran recuerdos de otra vida.

Alguien más inspiró profundamente cuando yo lo hice. Albert, a mi izquierda, esbozó una de sus distantes sonrisas, disfrutando de los síntomas del otoño en la brisa. A excepción de un pequeño vendaje bajo una oreja, y otro alrededor del pulgar; no tenía demasiado mal aspecto. Incluso podía vestirse y afeitarse solo, aunque había que animarlo un poquito. Pero su atención estaba en otra parte.

«¿Eres un neshamah? —me pregunté—. ¿Un cuerpo sin alma?»

Si era así, qué irónica inversión de papeles. Pues yo, un goleen, me sentía bien equipado en ese aspecto.

«¿No hay nadie en casa, ahí dentro, Albert? ¿O sólo recibimos una señal de “comunicando”?»

Debí de haberme quedado ensimismado otra vez. Un suave apretón desde el otro lado me sacudió mientras la mano fina y fuerte de Clara tomaba la mía.

— ¿Crees que llegaremos a ver la colección de armaduras medievales de Kaolin? —preguntó—. Me encantaría dar unos cuantos golpes con ese gran mandoble.

Y esto lo decía una hermosa joven que llevaba un sombrerito para el sol y un ligero vestido veraniego. A Clara a veces le gustaba no hacer ostentación de su lado «formidable». Eso aumentaba su tremendo atractivo.

—Puede que no esté de humor para hacernos de guía —predije, pero ella se limitó a sonreír.

Más cerca de la casa, Clara señaló una zona de aparcamientos apartada donde había otras dos limusinas más, iguales que la nuestra. Habíamos cronometrado nuestra llegada siguiendo de cerca a ese par.

Idguardias a rayas rojas observaban una pala sacar una gran caja de embalaje de un camión situado junto ala entrada principal de la mansión. Se volvieron atentos cuando aparcamos… hasta que alguna señal oculta los hizo retroceder.

—Siempre he querido tener un trabajo como ése —murmuró Pal mientras la pala alzaba su cargamento con un gruñido y avanzaba sobre sus fornidas patas, subiendo los escalones blancos que conducían a la casa.

—Anda ya —repliqué, bajando su silla de apoyo vital al suelo. El trabajo duro no era el estilo de Pal.

Clara examinó los indicadores médicos de la silla, y luego le alisó el cuello de la camisa a realAlbert.

— ¿Estaréis bien los dos aquí fuera?

Pal tomó por el brazo a Albert, y obtuvo otra sonrisa enigmática.

— ¿Nosotros? Sólo pasearemos por los jardines, ayudándonos en los baches y buscándonos problemas.

Clara seguía preocupada, pero yo le apreté la mano. ¿Qué lugar podía ser más seguro? Y su presencia no pasaría inadvertida a Kaolin.

—Adelante —Pal indicó la mansión—. Si el señor multibillonario os causa algún problema, gritad. Iremos al rescate, ¿verdad, viejo amigo?

En vez de responder, Albert se volvió, como si siguiera algo apenas visible contra el cielo azul. Señaló con su pulgar vendado, como una especie de autoestopista metafísico.

Polvo —dijo complacido—. Dejaron huellas en él. Profundas.

Todo el mundo lo hizo.

Todos esperamos unos segundos, pero no añadió nada.

—Bu-e-e-no —comentó Pal—. Espero que eso sean buenas noticias. Polvo. Mm.

Ausente y tranquilo, Albert extendió una mano para empujar la silla de Pal por el camino de grava. Clara y yo nos los quedamos mirando hasta que doblaron una esquina hacia el arrullo de unas palomas. En el tejado, varias plantas más arriba, una cúpula reflectante albergaba, según se decía, al famoso ermitaño en persona: realEneas Kaolin.

Tras mirarnos mutuamente para darnos ánimos, Clara y yo empezamos a subir los anchos escalones de granito.

«Después de avanzar un rato, Pal da la señal. ¡Por fin!

»Abro el compartimento inferior de su silla sobre los guijarros calentados por el sol. Espero a que las ruedas pasen y… ¡ahora!

»Arrastrándome sobre el vientre, esquivando los pies humanos de Albert, me lanzo a ocultarme junto a un seto de gardenias. ¡Puaf, qué olor! Gran parte de mi cabecita fue modelada a partir de un bicho que caza siguiendo el rastro del olor. Tendría que haber dejado más espacio para el cerebro.

»Oh, bien. Sólo hay que hacer lo que quiere mi hacedor. Y satisfacer el ansia imbuida de curiosidad… antes que de comida o de sexo. ¡Vamos!

»Pero atento a los sensores. Mis astutos ojos sintonizan los rayos IR. También las cucarachas, zancadillas y otras trampas normales.

»Un adorno hueco en la mampostería corre hasta arriba. Métete dentro. Despliego garras rematadas con aumentos de diamante. Fuertes zarpas clavan esas brillantes puntas de diamante en la piedra.

»Es chulísimo lo que se puede hacer con el barro, hoy en día.»

Un rox platino esperaba en el vestíbulo, observando a los sirvientes dirigir la rezongante pala hacia un gran estudio… el mismo lugar donde estaba el ataúd abierto de Yosil Maharal hace un par de semanas. Pero Kaolin no podía suponer que yo lo sabía. Esos recuerdos fueron destruidos. Supuestamente.

La caja de embalaje era su preocupación inmediata, aunque nos indicó que lo siguiéramos. Clara apuntó alegremente con su implante a las viejas lanzas, escudos, mazas y otras cosas puntiagudas en exposición. Sólo cuando la pala soltó con cuidado su carga junto a una pared se volvió nuestro anfitrión y extendió la mano.

—Mayor Gonzales e ídem Morris. Llegan temprano. Varias horas.

—¿Sí? Es culpa mía, entonces —dijo Clara—. Sigo todavía el horario de la Costa Este.

Una excusa pobre. A pesar de todo, la conveniencia de un invitado real vence el malestar de cualquier ídem, incluso el ídem de un trillonario.

—En absoluto. ¡Sí que están ustedes ocupados últimamente! Gracias por aceptar mi invitación. Aunque imagino que tienen sus propios motivos para venir.

—Hay asuntos que discutir —reconocí.

—Sin duda. Pero primero, ¿cómo están funcionando los cuerpos?

Contemplé el que llevaba hoy. Su tono entre beis y gris, sumado al pelo y la textura realista de la piel rayaban la ilegalidad. Pero nadie se había quejado con todo el jaleo por mi «heroísmos. Me importaban más otras prestaciones, como que podía oler y ver y tocar a Clara con completa viveza.

—Un trabajo impresionante. Debe de ser caro.

—Mucho —él asintió—. Pero eso no importa si…

El golem platino dio un respingo cuando un lado de la caja de embalaje cayó con un fuerte golpe. Los criados se dedicaron a trabajar en los otros paneles.

—Naturalmente —continuó idKaolin—, se le suministrarán esos repuestos de hipercalidad, gratis, hasta que se solucione el problema de su original. ¿Ha habido alguna señal…?

—Cantidad de señales. Pero ninguna de bienvenida.

Después de dos semanas de experto estudio, era evidente que la mente/alma de realAlbert Morris se había «marchado» de algún modo que nadie comprendía. Yosil Maharal podría haberlo explicado. Pero también él se había marchado, de un modo aún más definitivo.

—Bueno, puede contar con Hornos Universales. Bien hasta que sea posible volver a cargar en su original, o…

—O hasta que agote mi límite de transferencias de ídem-a-ídem. Él asintió.

—Contribuiremos con los repuestos de hipercalidad y el proceso experimental de prolongación-golem. En parte porque estamos en deuda…

—Desde luego que sí —murmuró Clara.

El brillante golem dio un respingo.

—Aunque a cambio, mis técnicos, naturalmente, desean monitorizar su remarcable resistencia. ¡Nadie ha demostrado nunca tal fidelidad imprimando de un muñeco animado a otro!

Advertí que la mano derecha de Kaolin temblaba levemente. En cualquier caso, estaba controlando su ansiedad.

—Mm, sí. Monitorizar. Eso puede presentar un problema si…

Se detuvo cuando los sirvientes de Kaolin finalmente abrieron la caja, liberando un pesado expositor de cristal. Contenía la figura parda de un hombre pequeño y bien formado: un soldado de rasgos asiáticos, moldeado a mano y horneado hacía más de dos mil años. Su confiada semisonrisa parecía casi viva.

—Sólo diez de las terracotas de Xi’an han salido de China —suspiró felizmente idKaolin—. Conservaré ésta para honrar a mi difunto amigo Yosil. Hasta que su heredera regrese para reclamarla.

Estaba claro que el magnate no esperaba que eso fuera a suceder pronto, aunque vi un retrato de Ritu Maharal destacando sobre el gran piano. ¿Había sido colocado allí deliberadamente como gesto?

Mi «recuerdos de aquella habitación procedía de una grabación de voz que Clara encontró bajo meseta Urraca, dentro del Albert gris destrozado que fue secuestrado en aquella misma mansión, sometido a crueles tormentos y luego convertido en «espejos de aquel extraño experimento. Por fortuna, el carrete del diario del gris sobrevivió a la explosión: una compulsiva narración en voz baja de las actividades criminales de un fantasma loco. Otro carrete de grabación, sacado del cuello de realAlbert, ofreció una transcripción esporádica y de baja calidad de unas cuantas piezas más del rompecabezas: una emboscada en la carretera, viajes por el desierto y traiciones subterráneas, que arrojaron un poco de luz sobre el modo en que la hija de Yosil estuvo implicada en el asunto.

¡Cuánto más conveniente habría sido si las tres versiones de nosotros hubieran podido recombinar recuerdos al final! Tal como estaban las cosas, Clara y yo tuvimos que recurrir al clásico trabajo detectivesco.

— ¿Han hecho algún avance para tratar a Ritu?

—Sólo la están diagnosticando todavía. Han entablado contacto con la personalidad Beta. Los doctores están sondeando por si hay más hermanos durmientes en su interior —Kaolin dejó escapar un suspiro melancólico—. Nada de esto habría sucedido antes de la era de la golemtecnología. Desde luego, no el trágico desatino que Yosil descargó sobre Ritu cuando era niña. Y aunque tuviera un síndrome de personalidad dividida, nunca se habría manifestado tan poderosamente en el mundo exterior. ¿Quién podía prever que un personaje como Beta emergiera y…?

—Oh, ahórrenos el numerito —lo interrumpió Clara.

Nos volvimos. Ella estaba examinando al guerrero de Xi’an, de soldado a soldado. Pero su atención no se había desviado en ningún momento de nuestra conversación.

—Sabía usted de la existencia de Beta desde hace años —añadió—, Le pareció conveniente mantener una relación con alguien tan increíblemente dotado para el engaño. ¡Alguien capaz de engañar de modo continuado al Ojo Mundial! Una de las últimas figuras brillantes del submundo, y estaba usted en posición de chantajearlo para que le hiciera todo tipo de favores, porque Beta era vulnerable en su fuente. Vamos, admítalo.

Los puños de platino se cerraron, pero la furia era inútil. Como tutora asignada de realAlbert y mi dueña nominal, Clara tenía derecho legal. Yo era su consejero, no al revés.

—Yo… no admito nada de eso.

—Entonces investiguemos. Grabaciones de hace años, empleados entrevistados según la Ley Sicario. Demonios, no me costará mucho trabajo interesar al aparato de seguridad nacional, ahora que…

—Por supuesto hablamos hipotéticamente —interrumpió Kaolin—. Hablando por hablar, supongamos que sí, que haya tenido tratos anteriores con la figura conocida como Beta. Rebuscaría usted eternamente sin encontrar ni un solo acto criminal por mi parte. Cierto, puede que haya cometido unas cuantas infracciones civiles… bueno, tal vez muchas. Gineen Wammaker y algunos otros pervertidos podrían demandarme por daños de copyright.

»¿Y qué? ¿Pondría en peligro nuestra beneficiosa relación a causa de ella?

Eso era una amenaza implícita. Los cuerpos de hipercalidad que yo recibía gratis, más los aparatos para imprintar en alta calidad y revigorizar, eran cuestiones cruciales para un alma perdida. Mi único talento copiador seguía necesitando un montón de ayuda, hasta que realAlbert finalmente decidiera dejarme regresar al único cerebro orgánico de la Tierra que podía acomodarme.

¿Funcionaría incluso entonces? Yo no podía dejar de considerarme Frankie (o Gumby), una marioneta verde rebelde que se escapó un día, declarando su independencia mientras soñaba con convenirse en un chico de verdad. Tal vez mi Onda Establecida y el alma extrañamente mutada de Albert estaban demasiado distanciadas para volver a reunirse de nuevo.

Puede que yo fuera un fantasma.

Bueno, si era así, era un fantasma con sensores plenos, amado por una mujer excitante, con un trabajo importante que hacer. Uno puede imaginar otras vidas peores.

—Hablemos de ese triángulo que formaba usted con los Maharal —insistió Clara a nuestro anfitrión—. Usted y Yosil y Beta y… supongo que era un cuadrado si incluimos a la propia Rito… cada uno usando a los demás, planeando y explotando los talentos y recursos del otro, haciendo tratos y rompiéndolos…

—No —interrumpí.

Cuando ella me dirigió una mirada intrigada, añadí:

—Luego, por favor, Clara.

IdKaolin pareció aliviado.

—Sí. Luego. Además, qué desatento por mi parte. Por favor, vengan por aquí. He pedido que nos sirvan refrescos.


«Desde luego aquí vive un hijo de puta paranoico integral. Menos mal que yo también lo soy.

»El camino de subida elegido está lleno de puñetitas: detectores y nanoalambres, toximitas y miniabrojos. ¡Qué exageración tan ridícula!

»Podría cambiar de ruta. Intentar escalar por la pared despejada, donde todas esas cosas desagradables estarán desgastadas por el sol y el smog y la lluvia. Además, ¿quién espera que un ladrón suba por una pared pelada a plena luz del día?

»No puedo responder a eso. El cerebro es demasiado pequeño para albergar recuerdos. Pero parece que creo que es posible.

»La piel pixelada de mi espalda remeda los reflejos de cada trocito de pared junto al que paso. Esa idea me la dio Beta. Compré los detalles técnicos a un técnico de HU a cambio de un premio Sicario. ¡Barato! Otros artilugios son militares: Clara tiene buenas relaciones. Pero los más astutos proceden de hobbistas que no están nada contentos con la larga tradición de HU de compartir sus códigos fuente.

»Como el ojo especial en mitad de mi zarpa derecha. Lo aprieto contra una ventana opaca al pasar. ¡Interfiere el monitor de atención de la habitación, y… voilá! ¡Un estrecho circulito se vuelve visible durante todo un milisegundo!

»Lo suficiente para comprobar que no hay nadie en esa habitación. Ah, bien. La siguiente parece más probable por motivos arquitectónicos que ahora mismo no puedo recordar.

»Sólo un poco más lejos…»


Mientras seguíamos a nuestro anfitrión, Clara se volvió a mirar al soldado de terracota, parte de una legión modelada (algunos dicen imprintada) a partir de guerreros reales que sirvieron al legendario primer emperador chino, con el deber jurado de volver ferozmente a la vida cuando se los llamara. Clara representaba un papel similar en docenas de réplicas. Sólo que ahora tenía otro trabajo ayudando a investigar cómo fueron tan vial las cosas en el Dodecaedro, donde los pasillos resonaban ahora con el tronar de las cabezas cortadas.

En una terraza encontrarnos comida y bebida: porciones generosas para Clara y aperitivos que atraían a un golem de clase alta como yo, con papilas gustativas pero ningún estómago. Clara se echó a reír, y señaló a dos figuras que había en el prado salpicado de árboles, una en silla de ruedas. La otra rompió el paso para deslizarse, como un niño pequeño.

IdKaolin recogió una carpeta que le tendió un ayudante ébano.

Más litigios —explicó—. ¡Ahora Farshid Lum y esos pirados de la liberación ítem! Como si yo hubiera excavado su estúpido túnel hasta la sede de HU.

—Quizá quieran saber quién dispuso que les echaran la culpa sise hubiera producido un sabotaje industrial. Yo también siento curiosidad. Eneas se encogió de hombros.

—Beta, por supuesto. No había nadie mejor para eso. Lo planeó con esa desviada Irene, engañó a Albert para…

Para que hiciera un poco de espionaje tecnológico cuasilegal, dijeron ellos. La bomba priónica no estaba en los planes, no hasta que alguien más se apoderó de ellos.

IdKaolin gruñó y se sentó para tomar un vaso de Golem-Cola.

Sí, estoy familiarizado con la teoría popular. Beta y yo éramos aliados, pero tuvimos una discusión. Me vengué desatando una guerra, usando furtivamente a la Agencia de Detectives Albert Morris, entre muchas otras armas. A pesar de su inteligencia, Beta tenía un talón de Aquiles: su secreto punto de origen. No tardé en eliminar sus copias y apoderarme de sus operaciones. ¿No es eso?

—Según algunas teorías populares.

—¡Pero la cosa mejora! A continuación, manipulé a frene y a Wammaker y a Lum y a todos los demás… ¡para que sabotearan mi propia fábrica! —Las palabras eran una confesión encantadora, estropeada por el sarcasmo de Kaolin—. ¿No ven lo absurdo que es? ¿Qué motivo podría tener yo?

Asentí, completamente de acuerdo con él.

—Sí. El motivo es la clave.

IdKaolin me miró, y luego continuó.

—Cierto, no me quedé sentado cuando Yosil y Beta se volvieron contra mí, robando tanto a HU como al Gobierno —le asintió a Clara—. Gané unas cuantas partidas. ¡Sin embargo, soy la víctima!

—Es difícil decirlo. Todas las maniobras…

—Disfraces y dobles juegos —añadió Clara—, incluso los beligerantes necesitaron un diagrama multidimensional.

—¿Y qué? ¡Los Maharal eran genios! Padre e hija, en todas sus manifestaciones. ¡Y estaban locos! ¿Qué podía hacer yo sino actuar en defensa propia?

Respondí en silencio: «Podías haberlo denunciado públicamente.

Recurriendo alos sistemas de limpieza de una sociedad abierta. Es decir, si no tuvieras una locura propia que ocultar.»

Clara intervino.

—Entonces, admite que libró una guerra clandestina contra sus antiguos aliados.

—¡Sería un idiota si lo negara después del arresto de mi ídem en el laboratorio de Yosil, disfrazado de Beta! —Kaolin sonrió entonces—. Lo estaba haciendo bastante bien. Seguro que le engañé, tanto en el idemburgo como en la moto, ¿verdad, Albert?

«No me llames Albert», estuve a punto de decir. Pero ¿qué sentido tenía?

Luego la expresión del magnate se ensombreció.

—No esperaba que me siguiera, que se agarrara a la Harley cuando despegó y… y es buena cosa. Impidió una catástrofe… toda la ciudad está en deuda con usted.

»Y en cuanto a esos malditos misiles bioquímicos, juro que no tenía ni idea de que Yosil planeara llevar las cosas tan lejos.


«La tercera ventana del segundo piso… la posición adecuada para una sala de espera.

»Comprueba con cuidado los detectores de movimiento y las coberturas sensibles al a presión. Vale, ahora aprieta la zarpa con su gel_ lente inteligente en un rincón y…

»¡Ja! Teníamos razón.

»Dentro: un cómodo salón. Sillones tapizados. Bebida en cantidad. El lugar ideal para que Kaolin entretenga ala gente en un momento embarazoso. ¡Corno cuando Clara y Gumby aparecieron, horas antes de lo esperado, interrumpiendo una reunión secreta! »Una convención de truhanes.»

Eso fue crucial, tanto en lo que se refiere al público como a la lev. ¿Podría Kaolin ser acusado de crímenes contra personas reales?

Todas las pruebas irrefutables apuntaban a que Yosil Maharal, impulsado por visiones de trascendencia, intentó hacer volar a Albert Morris en su casa, y luego robó armas bioquímicas para lanzarlas contra millones de personas. Quedaban por resolver múltiples detalles, que cayeron sobre la cabeza del grupito de dodecs que decidió ocultar esas bioarmas en vez de destruirlas según estipulaba el tratado.

Pero ¿de qué se podía acusar a Eneas? ¿De disparar a realRitu y real-Albert en una carretera del desierto? La acción era criminal: poner en peligro a ciudadanos orgánicos. Pero cualquiera podría alegar que RE tu y Al se estaban buscando problemas al viajar disfrazados de grises.

Además, sobrevivieron a ese ataque. Como máximo, Kaolin pagaría una multa triple.

Igualmente, si se demostraba que participó en el imperio sidcuestrador de Beta… los abogados y contables estarían muy ocupados durante años, pero para eso estaban.

Oh, la tajada podría aumentar, empezando por un coche nuevo para Albert. Las reparaciones del edificio Teller y el apartamento de Pal en el idemburgo. Un suministro gratis de marfiles de alta sensibilidad para la maestra del Estudio Neo. Campamentos para Lum y Gadarene.

¿Y qué? Kaolin podía salirse de rositas de todo eso con calderilla.

Sabía que yo le consideraba responsable. «Demuéstralo —estaría pensando—. Expón un motivo que alguien pueda creer.»

¿Y la tira de película que idPal y yo encontramos en el Salón Arco Iris? ¿Por qué Kaolin, disfrazado de espiral-Beta, quiso que yo la transmitiera? ¿Para socavar mi reputación de investigador honrado?

¿O para enturbiar las aguas? Clara trató de explicármelo una vez, pero la retorcida lógica escapó a mi blando cerebro.

Es lo que me merezco por mezclarme en una guerra entre prodigios. Obtuve todas mis «victorias» por pura obstinación. Por eso y…

Al otro lado del prado, vi a realAlbert recoger algo del camino para enseñárselo a Pal.

Un guijarro tal vez, u otro milagro…

Por eso y por un poco de ayuda que nunca comprenderé.

No, la clave de todo aquello no se encontraría entre los retorcidos giros y quiebros. En una época en que todo el mundo tiene medios, oportunidad y coartadas demasiado fáciles, sólo una cosa sigue siendo elemental.

El motivo.

«Qué extraño es ver a través de un ojo inteligente en mi zarpa. No más extraño que tener zarpas, supongo. O un cerebro demasiado pequeño para hablar.

»Tras echar otra ojeada a través de esta ventana “opaca”, me siento como un depredador sigiloso y sonriente. Dentro, sentados o caminando nerviosamente de un lado a otro de la habitación, veo a un grupo de conspiradores.

»Son fáciles de reconocer. La reina de la perversión, Gineen Wammaker. Y James Gadarene, que predica que la gente debería volver a vivir una vida única. Esos dos son fáciles porque son reales. Y Farshid Lum, el “manci” fanático que dice que las criaturas efímeras como yo deberíamos poder votar. Su duplicado lleva una copia sincera de su propia cara.

»Otros tres vinieron hoy como ídems vulgares, pero ya conocemos sus nombres: agitadores y manipuladores que quieren ayudar a controlar los inminentes cambios en la idemtecnología.

»¿A cuál de ellos merece la pena que observe antes de continuar mi camino?

» ¡Fácil! La maestra cruza sus largas piernas, luciéndose seductoramente ante el puritano, que se aparta horrorizado. ¡Pero segundos después no puede evitar volver a mirar!

»Rojo de vergüenza, ha caído bajo su hechizo, pobrecillo santurrón.

»Oh, por algo ella es la maestra. En cada provocativa observación y cada sabroso gesto, reina del lado ardiente de la ciudad, dando a entender con sutileza emociones sadomasoquistas implícitas que sus fans atesoran.

» ¿Y yo, babeando en la ventana? ¡También lo estoy saboreando!»

—Esos misiles cargados de virus lo cambiaron todo —dijo Kaolin.

—No joda —replicó Clara—. Seis dodecs en activo y retirados en prisión. Todo el sistema de defensa…

—No, aquí —el ídem platino indicó la casa, haciendo énfasis hacia arriba.

—Oh, se refiere a escaleras arriba. Su real…

—Mi estilo de vida ha sido ridiculizado por los bobos criticones durante más de una década. Pero desde esa situación con los cohetes, miles han seguido mi consejo. Estoy pensando en iniciar un nuevo negocio.

—¿Ayudar a la gente a aislarse del inundo? —preguntó Clara.

—Podría expresarse así. No se ofenda, mayor, pero su misión de restaurarla confianza pública está condenada. Nuestra huida por los pelos del loco plan de Yosil para liberar almas reveló una verdad esencial.

—¿Qué verdad?

—La jactanciosa tecnología de la humanidad ahora nos amenaza con la aniquilación.

—Siempre ha sido así. ¿Y qué?

—Nos han despertado de nuestra complacencia. ¡La carne orgánica es vulnerable, como debería saber usted mejor que nadie! —Kaolin me señaló con un dedo. Un orgánico se habría acalorado; su ídem brilló con intensidad, revelando una fina pauta de mocitas que reconocí rápidamente.

»Se ha recargado. A menudo.

El brillo destacó también una cicatriz, allí donde el hombro de id-Kaolin se unía a su cuello. Masa reparadora, teñida para igualar su piel.

«Vaya», pensé, recordando cuándo se hizo esa herida: hacía dos semanas. Hacía más de una docena de vidas.

«¡No puedo dejar de observar a Wammaker con este ojo diminuto de mi zarpa!

»Extraño. Albert siempre encontró repulsivo su encanto vudú. Pero mis gustos parecen distintos en… ¡este cuerpo que proporcionó Pal! Entre todos los insertos de alta tecnología, debe de haber deslizado algo retorcido, por broma. Un montón de gracias, Pal.»Bueno, conozco un remedio. ¡Piensa que tiene algo en común con Gadarene!

»Vale, estoy curado. Nota mental para mí: No dejes que nadie te convenza para que uses el cuerpo de una comadreja, nunca más.»

Nuestro anfitrión recuperó la compostura y suspiró.

—A veces desearía que Yosil y Bevvisov nunca hubieran aparecido en mi estudio, ofreciendo dar alma a mis muñecos animados. —Está bromeando —Clara miró todo lo que nos rodeaba, sufragado por la industria que se inició aquel día.

—¿De veras? Desde que ayudé a lanzar una Era Golem, he visto cómo las cosas nuevas se estropean cuando se comparten con las masas. De la imprenta a la cibernética a la bioingeniería, cada nuevo medio se convierte en un vehículo para la pornografía y la falta de sensibilidad hacia la forma humana.

«¿No dijo lo mismo, la última vez que estuve aquí?» Otro de los característicos lapsus de memoria de Kaolin.

—Cada una de esas revoluciones tecnológicas también desató criticas y una creatividad sin parangón —respondió Clara.

—Además de clamor social, alienación…

—Y empatía. Nuevas formas de conocer razas, géneros, especies distintas…

—Adictos a la idexperiencia y roxcolgados…

—Inventores de nuevos deportes, nuevas formas de arte y exploración —Clara se echó a reír—. Cada paso en el progreso humano nos presenta un desafío, Vic. Algunos se hunden en los excesos. Otros rechazan temerosos el cambio. Y un sorprendente número combina lo nuevo con lo antiguo y el sentido común, yendo más allá de todas las expectativas.

—¿Progreso? ¿Así les como llamaría a lo que sucedió en el laboratorio secreto de Yosil?

—Ha dicho usted la palabra clave —intervine yo—. «Secreto» Maharal trató de saltarse la manera en que la ciencia usa la crítica para evitar el error, con resultados casi catastróficos. Pero los problemas concretos con los que estaba trabajando… idemización a larga distancia, imprintación nohomóloga…

—¡Mitos! Mi amigo estaba obsesionado, roído por la culpa, demente por intentar procesos experimentales consigo mismo. —Algunas de las grandes mentes de la almística piensan que estaba…

—¡Delirios!

—Bueno, algo destruyó esos «espejos» ídem y dejó a realAlbert en este estado. Beta y Ritu creyeron en su padre, lo suficiente para unir fuerzas al final…

—Muy bien —idKaolin alzó una mano—. ¡Supongamos que es cierto! Yosil descubrió un enorme plano de hiperrealidad que corre paralelo a todo lo que conocemos. Un almapaisaje. Eso significa que tenemos problemas aún peores que todas las bombas y los virus y las ecocalamidades de hace una generación. Porque ahora nuestro destino no estará en manos de las elites ni de las ignorantes masas.

»Será decidido por un Dios furioso.

«Como son reales, Wammakery Gadarene llegaron aquí en una limusina negra, creyendo que nadie veía su interior. Otro conspirador vino disfrazado de guardia de seguridad a rayas rojas. Dos fueron enviados en cápsulas y descongelados. ¡Todo para una reunión de riesgo y urgente con un objetivo: ponerse de acuerdo en sus historias!

»Sólo que entonces aparecieron Clara y Gumby/Albert, interrumpiendo y llevándose a su anfitrión. Eso los puso nerviosos. Los torpes aliados se agitan, evitándose unos a otros.

»¿Qué mezcla de soborno, chantaje, idealismo e intereses propios los une? Incluso un breve intento por teorizar lastima el cerebro dentro de este pequeño cráneo.

»Basta. ¡Márchate!

»Tras colocar un diminuto transmisor en la ventana, sigo subiendo por la pared empapada de sol. Resbala un poco. Clavo las garras de diamante. Me detengo mientras mi piel pixelada se parece a la piedra. Compruebo el camino por si hay trampas y sensores.

»Luego asciendo un poco más.»

Al otro lado del prado divisé a Pal y realAlbert desplegando una corneta roja y dorada, riéndose mientras el viento hinchaba sus alas de gaviota. Saltó al cielo, un símbolo de completa inocencia. Inocente, en efecto, pues no llevaba ningún arma ni instrumento. Nada que pudiera inquietar a un hombre de seguridad atento. Sólo una corneta. Bonita.

Incluso llamó la atención de idKaolin, quien sonrió levemente y luego sacudió la cabeza con expresión de pesar.

—Yo debería ser quien estuviera haciendo volar cometas. De hecho, planeo retirarme pronto.

—Me sorprende usted, señor —dijo Clara.

—¿Por qué? ¿No me merezco un descanso? Además, hace tiempo que me siento incómodo con este mundo que ayudé a crear, donde la gente habla alegremente de «copiar almas». Sólo que ahora es mucho peor que una simple jerga ofensiva. Antes, sólo unos cuantos locos hablaban de la amplificación del alma. Ahora, inspirados por Yosil, los entusiastas y los místicos y los tecnohobbistas han empezado todos a experimentar por su cuenta, a millares, millones, parloteando sobre cómo utilizarla ciencia para convertirse en dioses.

—Los mormones siempre han creído que la gente tiene el potencial para… —musitó Clara. Pero se detuvo cuando yo negué con la cabeza. Nuestro pequeño golemespía debería estar situándose ya en posición. Habíamos pasado demasiado tiempo charlando de tonterías.

—Vic Kaolin, por favor. Sabemos que sus planes para retirarse no tienen nada que ver con el respeto por la religión. ¿Puedo sugerir otro motivo?

El golem platino parpadeó.

—Adelante.

—Es la historia más añtigua del mundo. La misma obsesión impulsó al amo de ese antiguo ejército de terracota que admira. La compartió usted con Yosil Maharal, difiriendo sólo en detalles.

»Usted no quiere morir, Vic Kaolin.

»Quiere vivir eternamente.

«Desde el laboratorio-hospital en el sótano hasta el santuario del último piso, que ningún ser viviente ha visto en años, la mansión es un laberinto. Si el dinero y el poder pudieran defender secretos contra una edad moderna, éste es el lugar.

»Llego hasta un ático de pizarra donde debo desviarme un poco y cambiar el tono de mi piel. Al detenerme junto a una ventana, veo filas de unidades de refrigeración construidas para albergar repuestos de ídems. La mayoría están vacías, sus luces apagadas. Sólo una docena parecen activas, con contenidos preparados para ser horneados y liberados.

»¡Uf! —pienso, volviéndome para continuar mi escalada—. ¡Maldita distracción, perder el tiempo mirando a la maestra! Se me está haciendo tarde.»

—¿Y quién quiere morir? —preguntó la copia platino de Eneas Kaolin—. Todos luchamos para vivir, a toda costa.

—A toda costa no.

—Vale. ¿Pero cuál es su argumento? ¿Queme recluí como un ermitaño orgánico, interactuando con el mundo a través de ídems y telepresencia? ¿Está comparando un estilo de vida fastidioso, que no hace daño a nadie, con la disposición de Yosil a sacrificar a millones por algún tipo de trascendencia mística?

Negué con la cabeza.

—No compare. Usted es más pragmático y sutil. Aunque sus planes han sufrido recientes contratiempos, no están acabados. Si sus antiguos aliados resultaban erráticos, los sustituía por otros, menos brillantes pero más fáciles de controlar.

Su expresión era neutra como la de un robot.

—Continúe.

—Pongamos a ese Albert gris que llevó la bomba a Hornos Universales. Creía que estaba buscando tecnologías ocultas. ¡Y allí estaban! Toda una serie de logros del Proyecto Zoroastro. Primero, la recargagolem…

—Que tenía preocupantes efectos secundarios, así que me abstuve de anunciarla. No hay nada siniestro en ello. De hecho…

De hecho, usted mismo usa el proceso.

¿Es obvio? Bueno, tal vez sólo estoy intentando conseguir el máximo de mis caros muñecos brillantes —idKaolin se rió secamente—. ¿No son la mayoría de los ricos un poco avaros?

—Lleva usted semanas reutilizando éste.

— ¿Se nota? —Kaolin fingió mirarse en un espejo cercano—. Muy bien, mi objetivo es poner a prueba el proceso —alzó una mano temblorosa—. Sin duda habrá advertido los temblores.

Lo que yo había advertido (cada vez con más respeto) eran las múltiples capas de su historia. Descubre un nivel, y él rápidamente pasaba a otro.

— ¿Y los lapsus de memoria?

—Otro desagradable efecto secundario que debería tener en cuenta, Morris. Considérelo un último sacrificio por mis clientes.

—Admirable. Y la experimentación podría sostenerse, si la posibilidad de recarga fuera la única tecnología nueva. Pero está la impresión ídem-a-ídem.

Usted es el pionero en ese campo, Albert.

— ¿Lo soy? Sus técnicos esperan aprender de mi peculiar Onda Establecida. Pero la maquinaria para la transferencia de alta fidelidad parece muy avanzada. Farshid Lum piensa que estamos entrando en una era donde ídems de larga duración pasarán sus recuerdos a repuestos frescos sin necesitar un rig, creando su propio sentido de la personalidad…

—¡Y millones, tal vez una mayoría, se resistirá a ese extraño futuro! —idKaolin sacudió tristemente la cabeza—. Veremos un regreso a los tumultos sociales de hace una generación.

—Sin duda. Luego, para empeorarlas cosas, está la idemización remota. Especialistas como Gineen Wammaker ven una oportunidad dorada para ampliar mercados. Los principales expertos en cualquier campo podrán dominar sus profesiones en todo el mundo, no sólo exila ciudad donde viven. ¿Nos relegará eso a los demás al salario púrpura?

Clara estaba sentada en el borde de su silla, claramente deseosa de intervenir en la discusión, pero se reprimió. Buena chica.

IdKaolin se encogió de hombros.

—Muy bien, Morris. Lo admito. Vi esas tendencias, hace más de un año, y no me gustó adónde nos llevaban. Así que me dispuse a regañadientes a ponerlas en el mercado.

—Frustrando al innovador principal…

—Y empujándolo tal vez hacia objetivos místicos. Maldición. Nunca tendría que haber lanzado el Proyecto Zoroastro.

Su suspiro fue tan doloroso y reflexivo… Odié estropear una pose tan elaborada.

—Expresa usted ambivalencia, Vic Kaolin. Sin embargo los trabajadores de Investigación y Desarrollo de Hornos Universales tuvieron pleno apoyo, casi hasta el mismo momento en que las tecnologías estuvieron preparadas. Fue entonces cuando se echó usted atrás. Y, casualmente, alguien contrató a un Albert gris que no sospechaba nada para que investigara los rumores de datos suprimidos…

—Veo adónde quiere ir a parar —respondió él, frunciendo el ceño—. Beta, Wammaker e frene tenían todos ellos motivos para querer las nuevas técnicas. Igual que los fanáticos de la Emancipación de Lum. Ninguno de ellos tenía más motivos que yo para destruir la División de Investigación.

—Menos que usted, señor.

El gesto de preocupación aumentó.

—Está dando a entender que actué según mis temores hacia la nueva era que se avecina. ¿Que preparé la bomba en un acto de conciencia, para proteger a la sociedad de tecnologías desestabilizadoras y probablemente inmorales? —IdKaolin hizo una pausa, bajando la cabeza—. ¿Tiene idea de cuánto sacrificaría? ¿Amistades, riqueza, posición, poder…?

Clara asintió.

—Sí. Aunque incluso sus enemigos le reconocerían el valor de sus fuertes convicciones…

—Si algo de todo eso fuera verdad.

«Ahora viene lo difícil. Un nido de ratas de fibras en el tejado, rodeando la cúpula reflectora.

»Debo extender mis zarpas, mucho más que ninguna bestia natural, usándolas como zancos para pasar cuidadosamente por encima de los filamentos de detección. Mi vientre los roza, suavemente, corno una brisa.

»La misma brisa que impulsa la corneta de Albert, un hermoso cebo para los ojos, muy por encima del prado…

»¡Presta atención ahora! Con el cuerpo tan arqueado, la piel pixelada de mi espalda no puede con el truco de la invisibilidad. No en todas direcciones a la vez.

»Se me está haciendo tarde. Pero la prisa está descartada. No debo sobrecalentarme.

»Pal no podría hacer esto. No es cuestión de cerebro (no hay mucho en este cráneo) ni de valor (Pal tiene más que nadie), ni siquiera de alma. Paciencia es lo que recibo de Albert.

»Firme ahora… ¡y después rápido, hacia la cúpula plateada!»

Al otro lado de un prado rodeado de lomas, Pal y realAlbert maniobraban su corneta roja y dorada, haciendo revolotear el exquisito juguete contra las nubes blancas. Una bonita distracción.

¿Mi preocupación real? ¡El pequeño golemespía que enviamos a escalar por la pared de la mansión llegaba tarde con su informe! Todo aquello podría acabar siendo un gran farol.

— ¿Por qué es usted tan pocos? —le pregunté a nuestro anfitrión—. Solía haber docenas de platinos por aquí. Pero ahora los empleados de HU lo ven principalmente por telepresencia. ¿Qué sucedió con la dirección personal?

El temblor de idKaolin llegó hasta su voz, que tartamudeó furiosa.

—¡Basta! Los he estado so-soportando a ustedes d-dos… pero esta descarada acusación ha llegado demasiado…

Se detuvo cuando unos rayos de luz brotaron de una mesa cercana. Los rayos giraron hasta convertirse en la figura de un elegante hombre de pelo gris de unos setenta años, robusto, con una túnica blanca y suelta. La cara, de un marrón sonrosado, encajaba con la del platino, pero los detalles de arrugas y marcas estaban más finamente grabados. Perfectamente imperfecto, hasta los poros.

—Les debo una disculpa, mayor Gonzales e ídem Morris, por asignar a este golem corno su anfitrión. Es tan viejo y ha sido recargado tantas veces, que el pobre no piensa con claridad.

El brillante ídem empezó a protestar… y luego cerró la boca y se quedó inmóvil. Para todos los propósitos, ya no estaba allí.

—Naturalmente, veo adónde quiere ir a parar con esta serie de preguntas, didtective. Ha demostrado que tenía en realidad un motivo para sabotear HU: mis preocupaciones éticas y sociales sobre la nueva golemtecnología. Preocupaciones surgidas de acontecimientos recientes.

»No es que esté admitiendo nada. Pero, establecido un posible motivo, los accionistas actuarán para proteger sus intereses. Mi retiro no será voluntario. Pueden ver por qué podría haber actuado clandestinamente…

— ¡Colocando a otros para que cargaran con las culpas! —lo acusó Clara.

—De nuevo sin confesar nada, dígame quién resultó perjudicado.

¿El archicriminal Beta? Es un productq de la imaginación de una joven enferma. En cuanto a esa extraña persona, la Reina frene, es una lástima lo que le sucedió. Pero ella escogió su propio camino. Un camino sin salida.

Acercándome a la holoimagen, me pregunté si era artificial o no.

Entre todas las promesas de la llamada Era Digital, una de las más conseguidas fue la simulación de la vida en 3-D. Los ordenadores de alto nivel pueden engañarte en una conversación, sobre todo si un golem suministra apoyo en las preguntas difíciles.

Teníamos un plan para comprobar eso.

Alcé un dedo, y empecé a enumerar.

—Primero dedicó usted enormes recursos al Proyecto Zoroastro, instando a continuar a Yosil y a su equipo. Pero cuando se construyeron los prototipos, prohibió la producción en masa.

Ya he dicho que cambié de opinión.

—¡Después de trasladar los prototipos aquí, a su casa! ¡Luego intentó destruir la división de Investigación y Desarrollo…

—Nunca he admitido…

—… implicando a Wammaker, Gadarene y Lum, para extender la culpa entre todos los que están a favor o se oponen a los nuevos métodos! La expresión de Kaolin era fría.

Un plan astuto. Si hubiera salido bien.

— ¡Y casi lo consiguió! De no ser por los Maharal. Ellos le sorprendieron, Vic. Cuando intentó apartar a Yosil, él robó camiones llenos de equipo y desapareció. Eso sólo pudo suceder con la ayuda de Beta, así que se dispuso usted a destruir a su aliado… ¡sólo para descubrir que estaba relacionado con Ritu, la ayudante que conocía su negocio de arriba abajo!

»Los Maharal hicieron que se dejara llevar por el pánico. Con la prisa, cometió errores.

—Como subestimarle, señor Morris.

Ignoré ese comentario.

—Peor aún, los acontecimientos de meseta Urraca atrajeron una atención indeseada. El Ojo Mundial está alerta ahora. Sus científicos están cantando corno pajaritos. Así que ya no hay ninguna esperanza de suprimir las nuevas golemtecnologías. Pero usted tiene todavía otra opción. ¿Es posible distraer a todo el inundo, lo suficiente para seguir saliéndose con la suya?

—¿Cómo podría conseguir eso?

—¡Provocando una guerra social! Dándoles a los emancipadores de Lum suficientes trucos nuevos para exigir la ciudadanía para los golems. Ayudando ala maestra a transmitir súcubos-marfil estilo «pégame» a todas las ciudades. Neoluditas corno Gadarene denunciarán todo esto desde los púlpitos, ganándose a montones de nuevos seguidores enfurecidos. ¡Mientras todos sigan cumpliendo con el papel asignado, todo el mundo se beneficia!

—Hace que parezca muy cínico.

—¡De ahí el nuevo papel que ha escogido! —Clara se levantó—. Sus días al timón de Hornos Universales han terminado, pero todavía hay tiempo para manejar su política. Hable todo lo que quiera de pornografía y Dios y morales en decadencia. ¡Convenza a la mitad del público de que sus objetivos eran puros, y le protegerá de la otra mitad! Sus nuevos negocios florecerán, y nadie recordará todos los juguetes que tenía almacenados en el sótano.

La holofigura sacudió la cabeza.

—Nunca tendría que haber recargado a ese verde. Pero andaba escaso de cuerpos y necesitaba enviar a alguien al garito de frene. —Tras una pausa, Kaolin sonrió—. Todo lo que dicen es muy inteligente. Pero implica que yo tenía una razón, un objetivo, que merecía la pena tanto esfuerzo, tanto coste y tanto riesgo. ¿Por qué armar tanto jaleo, sólo para monopolizar tinas cuantas nuevas características de la golemtecnología?

Su sonrisa interrogadora parecía confiada. Sin pruebas, todo lo que yo podía hacer era tirarme un farol. ¿Dónde estaba nuestro pequeño golemespía?

—Tenía usted motivos de sobra —dije lentamente—. Porque todas esas nuevas características, sumadas, componen una nueva forma de inmortalidad. Algo que usted quiere, Vic Kaolin. Porque lo cierto es que, de hecho…

En ese mismo momento, mi implante se iluminó.

¡Por fin!

Las letras empezaron a formarse en el plano focal de mi ojo izquierdo, creando un mensaje del diminuto idhurón que habíamos enviado a escalar las paredes de la mansión. La información que necesitaba para completar mi frase.

—Porque, Vic Kaolin, en realidad está usted…

VIVO.

«Maldición. Le debo cincuenta a Pal.

»Bueno, se lo debe Gumby, por una apuesta que hicimos sobre si el jefe de HU estaba todavía vivo.

»¡Parecía obvio! ¿Qué otro motivo podía tener Kaolin para todos los planes, trucos y traiciones? ¡Tenía que estar muerto! Todo apuntaba a ello. La reclusión. Que lo vieran solamente en forma de ídem o de holo. Y esos platinos brillantes cada día más escasos…

»Los problemas de memoria tenían sentido si sus copias estaban almacenadas desde hacía meses o años. Cada una debía estudiar informes cuando fuera descongelada. Luego cada goleen tenía que tratar de mantener la ilusión el mayor tiempo posible. Mantener a raya al forense y al testamentario. Impedir que la gente grite: “¡Fantasma!”

»¿Por qué si no pagaría una fortuna por desarrollar la idrecarga y la imprimación id-a-id, y luego mantenerlo todo lejos del mercado? Todo encajaba.


»Y sin embargo aquí está, dentro de la cúpula, localizado por el ojo inteligente de mi zarpa… una figura severa con la piel pálida y roan_ chada que responde a todas las pruebas espectrales que mi implante puede aplicar, vestido con una bata blanca mientras contempla una holoimagen donde aparecen Clara y Gumby… quienes parecen desconcertados mientras transmito la noticia.

»ESTÁ VIVO, dice mi mensaje dentro de sus brillantes implantes.»

«Del otro lado del prado llega flotando una risa, que tintinea como campanas, burlándose de lo seguros que estábamos. Todo el Inundo menos Pal, que hizo la apuesta, marcando el precio y diciendo:

»—No. Un trillonario puede permitirse ser más listo que eso. Tiene que haber algo más que la muerte.»

—¿Porque en realidad estoy vivo? —La holoimagen de Kaolin alzó una ceja—. ¿Le he oído bien, didtective? ¿Mi motivo para esta gran farsa es que estoy todavía vivo?

Interiormente tengo ganas de burlarme de mí mismo. Pero un farol es un farol, después de todo. Hay que seguir hasta el final.

—Eso es, Vic Kaolin. Porque… ¡porque el escenario del muerto es demasiado obvio! Alguien podría descubrirlo y cursar una denuncia, exigiendo verlo en persona.

—Se ha intentado.

—Sí, pero la gente insistirá, y acabará por encontrar motivos para invadir su pantalla de intimidad y exigir que dé pruebas de vida —sacudí la cabeza—. No, la inmortalidad de la que estamos hablando no es la suya. Al menos no por ahora. Más bien, es…

Hice una pausa, consiguiendo unos pocos segundos tosiendo contra mi puño. El hombre del bolo ladeó la cabeza, instándome a continuar.

—¿Sí? Es…

—¡Es una cuestión de negocios! —estalló Clara—. Porque… es usted un hombre de negocios. Y un elitista confeso. Ha visto a sus amigos multimillonarios, muchos en sus últimos años ya, cada vez más desesperados en busca de más tiempo. ¿Por qué no proporcionárselo y ganarse unos pavos? ¡Con la renovación y la impresión id-a-id, sus colegas podrán librarse de sus moribundos ídems orgánicos y continuar viviendo a través de una cadena de ídems!


Clara sonrió, apenas capaz de contenerse.

—Pero eso es sólo parte del plan. Tiene que hacerse en secreto porque…

—¡Porque la ley dice que sólo los orgánicos son personas! —exclamé—. Para que funcione, sus clientes tienen que convertirse en ermitaños, como usted, sin permitir que nadie esté lo bastante cerca para comprobar su carne. Y podría parecer horriblemente sospechoso si más de unos pocos se volvieran reclusos al mismo tiempo. Eso limita su mercado, excepto…

Clara intervino.

—Excepto por el reciente frenesí por esos misiles bioquímicos que Maharal estuvo a punto de lanzar. De repente, la vida parece volver a ser peligrosa. Cualquier día de estos, sin previo aviso, el aire podría llenarse de virus desagradables. Justificación más que suficiente para que docenas de viejos excéntricos y adinerados ordenen que construyan brillantes cúpulas reflectantes en lo alto de sus mansiones, y juren que sólo volverán a salir en forma de barro… echando la culpa al peligroso inundo cuando, de hecho, se están preparando para la versión pragmática de la vida después de la muerte. Y entonces usted podrá aprovecharlo también.

El rostro en la holopantalla miró a Clara, luego a mí.

—Es la teoría más sorprendente que he oído jamás… ¿Qué prueba tienen…?

Me eché a reír.

—Bueno, ninguna. Pero el plan depende de dos elementos inconstantes: el dinero y el secreto. ¿Qué hay de los herederos y lo que pierden si el abuelo no se mucre nunca? Algunos pagarán alegremente por una investigación real y…

Clara se quedó boquiabierta, mirando la nada.

— ¿Qué pasa? —pregunté.

Su expresión se endureció. Se volvió y miró a Eneas Kaolin.

—Será mejor que no descubramos que esos misiles fueron idea suya… señor. Muy astutamente preparados, para causar esta situación.

Su tono heló mi columna vertebral sintética. Y sacudió a nuestro anfitrión, quien se puso pálido mientras alzaba ambas manos. —¡Los…los misiles me sorprendieron tanto como a cualquiera, lo juro! Yo… yo sólo me estoy aprovechando… del ambiente de miedo… para hacer un poco de negocio.

»Una vez más, ¿dónde está el daño?

Un gran nudo pareció soltarse donde deberían estar mis intestinos, si los tuviera. ¡Nuestra nueva especulación, improvisada por impulso a partir de la historia hecha añicos de la que tan seguros estábamos, era acertada! Al final, no era la lógica lo que pilló a Kaolin (podría haber contestado a nuestro farol), sino el poder de la personalidad de Clara.

—Ya veremos —le dijo ella al nervioso ermitaño, aprovechando el impulso—. Le prometo que tendrá todas las oportunidades para demostrar su inocencia.

73 Cabalgando la rueda

…o aprendiendo a conducir…

La corneta, agitándose y deslizándose contra el ciclo, es hermosa. ¿Verdad? Como tantas cosas en el mundo. Es uno de los motivos por los que no te puedes dejar ir.

Yosil tenía razón en lo del efecto «anclan. Nunca harás todas las cosas ambiciosas que él planeaba, no conseguirás sus objetivos. Esos enormes territorios nuevos que conquistar, que moldear sólo con la voluntad… los dejarás para otra generación, quizá más sabia.


Sin embargo, comprendes algo que él no hizo.

La naturaleza es necesaria.

Sin un nivel de realidad esforzado y libre de paradojas, sujeto por implacables leyes físicas, nunca podría emerger una rica complejidad. Sólo la feroz selección, a una escala enorme, podría producir seres humanos, tan competentes con las uñas y los dientes, y sin embargo capaces de soñar con elevarse, con cualidades como el arte, el amor y el alma.

¡Pero la evolución se aferra! Tu cuerpo anhela la caricia del viento, el picoteo de la lluvia, el atractivo olor y sabor de la comida, el arrebato de la adrenalina para luchar y huir.

El goce de un amante feliz.

La música de la risa.

Tú que creas el mundo al observarlo, haciendo que las amplitudes probabilísticas de las estrellas se colapsen y que galaxias enteras se unifiquen sólo con miradas… ¡tú continúas apegado a la causa-y-efecto porque ofrece esperanza! Esperanza de que la evolución jugará limpio (aunque no lo ha hecho todavía). Esperanza de que puedas vencer, no importa lo improbable que parezca. (¡Porque desciendes de generaciones de ganadores!)

Esperanza de seguir vivo, aunque la muerte siempre espera.

Lo sabes mejor que otros. Pues has visto el yermo almapaisaje, donde sólo unos pocos miles de millones de colonos-algas se debaten en la orilla, resistiéndose hasta el último momento. Luego, saltando durante un instante de gloria corno el salmón que lucha corriente arriba, intentan conseguir algún objetivo inexplicable: algunas religiones lo apuntan, como grabados en la pared de una cueva iluminada en su día por el destello de las antorchas, casi cobrando vida.

Sí, cada destello que se lanzó ha fallado, hasta ahora. Pero al caer, dejaron impresiones. Allí, en el polvo.

Y las impresiones duran.


Bien, ¿qué harás? ¿Soltarte e intentar ascender? Sin la energía almacenada que Yosil trató de reunir, tus posibilidades serán escasas. Sus cálculos eran buenos, aunque su alma fuera retorcida.

¿Quedarte aquí, entonces? ¿La mitad en un mundo y la otra en otra parte? ¿Compartiendo una cama con Clara y la versión mucho-más-humana de tu otro yo… el Albert variante que cambia de cuerpos, viviendo el día a día?

Podría funcionar. Pero ¿es justo?


¿O intentarás otra cosa? Algo creativo. Algo nunca visto… al menos en este cosmos.

Las probabilidades parecen escasas. Pero claro, todo es intentarlo, ¿no?

Para las criaturas surgidas de la carne o el barro, es todo lo que ha habido siempre.

74 Impresionismo

…o aprendiendo el más delicado arte…

Tras salir del balcón de la mansión de piedra de Eneas Kaolin, Clara y yo bajamos las escaleras, atravesamos un jardín de rosas y dejarnos atrás un elaborado palomar, hasta llegar al prado donde Pal y realAlbert hacían volar su corneta.

Corno era de esperar, habían atraído la atención, no del personal de seguridad, sino de la gente que vivía en un enclave de casitas tras la colina, construidas para los criados y sus familias. Un puñado de niños observaban o corrían gritando excitados.

Incluso hoy, hay algo inexplicable en una cometa bien manejada.

Pal se lo estaba pasando de miedo, controlándola desde su medsilla. Aunque los golems le dan acceso al mundo, nunca vi que ninguno de ellos le proporcionara tanta alegría.

Al hacer que las alas giraran una pizca, la hacía revolotear, subir y luego zambullirse en ataques de pega que arrancaban gritos de placer a los niños y sus padres.

A todos excepto a un par de adultos, que parecían menos felices. Reprendían a tres niños, intentando hacerlos volver hacia el pequeño vecindario falso. Advertí rencor en ellos. Pero por ahora, los niños no lo percibían, y corrían y gritaban como los demás.

Volviéndome hacia el idKaolin platino, que todavía nos acompañaba después de que su original desconectara, pregunté:

—¿Son ésos los herederos?

Con rostro sombrío, el ídem asintió.

—Sobrinos. Hijos de una hermanastra que murió hace tres años. Esta verdad había sido parte del precio que Clara y yo exigimos. —¿Lo saben? IdKaolin negó con la cabeza.

Su madre me dejó… dejó a Eneas… con plena autoridad legal. No pueden ustedes interferir.

Clara suspiró.

Bueno, por ahora recuerde que lo sabemos. Estaremos observando.

—Oh, de eso estoy seguro.

La voz del golem carecía de cualquier atisbo de resentimiento o resignación. Me habría sentido mejor si los hubiera tenido.


Tardamos un rato en recoger a Pal y realAlbert y el pequeño huronespía, dejando la corneta en manos de algunos niños.

Pensé en nuestra «victoria» durante el viaje de regreso en la limusina. A pesar de haber acorralado al gran Kaolin y extraído la verdad, no me sentía especialmente jubiloso. Tal vez hace mucho tiempo, antes de la Gran Desregulación, podríamos haberlo acusado de todo tipo de ofensas criminales, desde fraude a chantaje o extorsión. Pero ahora todo eso eran delitos civiles y la mayoría de sus víctimas estaban felizmente compradas.

Lo máximo que podíamos hacer era hacerle pagar un poco más. Y poner obstáculos a las partes peores de su plan.

Para empezar, el equipo disperso del Proyecto Zoroastro sería reunido, junto con críticos externos, bajo los auspicios de una fundación neutral. El objetivo: liberar esas nuevas tecnologías en la secuencia menos inquietante, no en la más disruptiva. Aunque de hecho, gran parte de la guerra social de Kaolin parecía inevitable. Nos esperaban tiempos interesantes.

Otra fundación, financiada por una generosa Beca Kaolin, examinaría los intereses más «místicos» de Yosil Maharal. No tímidamente, sino con la debida atención a los sentimientos de los millones de personas que todavía creían que no deben cruzarse algunas fronteras. Como si hubiera algún modo, a la larga, de evitar que la gente las cruce.

La pobre Ritu recibiría su tratamiento, y sería rica cuando saliera. Los médicos incluso hablaban de enseñarla a colaborar con una personalidad Beta «rehabilitada». Podría emerger una persona excepcionalmente interesante… y el mundo estaría preparado y mantendría los ojos abiertos. En cuanto a los nuevos clientes de Kaolin, se le invitaba a intentar vender paquetes de viajes al mañana a aquellos que lo tuvieran todo menos tiempo. Pero como las nuevas técnicas de idemización no serían ya secretas, todo el mundo tendría una idea clara de lo queestaba pasando. Por tanto, que sus herederos y abogados y representantes y jurados ad hoc se encargaran de todo. Tal vez las elites prestarían su influencia a los emancipadores para conseguir que declararan legal la idinmortalidad. Tal vez no.

Mientras todo suceda al descubierto, no es asunto de un didtective, ¿verdad?


Pal nos pidió que lo dejáramos en el Templo de los Efímeros. Tenía una cita con la médico voluntaria (Alexie) queme reparó dos veces cuando yo era verde. Un antiguo amor que, Palli admitía libremente, «no se merecía».

Tal vez. ¿Pero quién podía rechazar la compañía de Pal durante mucho tiempo? La mitad de él estaba más viva que la mayoría de los hombres que he conocido. Desde luego, es más divertida.

El pequeño idhurón estaba de acuerdo. Después de informar de lo que había visto escalando las paredes de la mansión Kaolin, la pequeña versión de mí mismo supuso que bien podía averiguar qué excitación ofrecía el mundo durante la segunda mitad de su vida, las doce horas siguientes. Así que saltó al hombro de Pal y juntos subieron la rampa, produciéndome una familiar sensación de deja va.

Al volver al coche, Clara y yo tuvimos una sorpresa: realAlbert estaba sentado dentro, sonriendo mientras esperaba. ¡Y podíamos verlo claramente! A pesar de que estábamos fuera, en la acera.

De hecho, todos los paneles y ventanas de la limusina eran completamente transparentes, no sólo un estrecho puntito tembloroso por cada ocupante.

—Santo cielo —murmuró Clara—. Eso significa que está mirando a todas partes, en todas direcciones al mismo…

—Sí, lo sé.

Cuando lo comprendes, no es ninguna sorpresa.

Tomándola de la mano, miré hacia Pal y el pequeño Albert, que entraban juntos en el templo del rosetón, entre los roxes heridos, rotos y lisiados que se reunían allí a diario para encontrar consuelo y esperanza, un lugar que daba la bienvenida a todas las almas.


—¿Adónde ahora? —preguntó el conductor automático de la limusina.

Miré a mi dueña, la mujer que amaba.

Ella, a su vez, miró a realAlbert. Su atención podía estar en todas partes a la vez (omniconsciencia), pero su sonrisa parecía estar a nuestro lado.

—A casa —dijo con voz clara y fuerte—. Es hora de que todo el mundo vuelva a casa.


Por ahora, eso significaba la vivienda flotante de Clara, justo a un kilómetro río abajo desde la plaza Odeón… aunque parecía que habían pasado años desde que recorrí esa distancia bajo el agua, pensando que estaría en el cielo si tan sólo pudiera desenmascarar al infame sidcuestrador, Beta.

Oh, bueno. El cielo es un estado mental. Ahora lo sé.

Un favor que Yosil Maharal nos ha hecho a todos fue obligarnos a Clara y a mí a vivir juntos por fin. Cierto, echaba de menos mi casa y mi jardín, pero a los dos nos sorprendía la disposición mutua de comprometernos en todos los detalles que implican compartir un techo. Incluso uno tan bajito. Incluso cuando hay dos yoes.

Era una relación extraña, incluso para los baremos modernos. Quiero decir, con repuestos de hipercalidad y equipo de primera, yo podría durar algún tiempo. Igual que realAlbert. Dos mitades de un marido completo para Clara. Capaces de engendrar hijos. Capaces de ayudar a educarlos. Pero en unidades separadas.

—Parece útil —dijo ella, viendo la parte positiva de las cosas. Pero noté preocupación en ella. Tenía carreras que conjugar, sus nuevos deberes con el Dodecaedro, varios tipos de relojes biológicos y cerámicos, y dos mitades de un hombre que aman… sin espacio a bordo de la casa flotante para todos los grises y ébanos y demás que íbamos a necesitar.

Era hora de buscar una casa. Al menos ahora podíamos permitirnos una.

RealAlbert estaba en el pequeño camarote de proa, manipulando el equipo imprintador. Reprimí el impulso de ir a detenerlo. Aunque infantil en su estado de perpetua distracción, no era ningún simple. De hecho, era todo lo contrario.

—La cena se está cocinando —anunció el ordenador de la casa a Clara—. También he priorizado cuatrocientos setenta y dos mensajes para ti y quinientos veinte para el señor Morris. Y la Universidad llamó para informar de que has suspendido en todos los cursos del semestre pasado.

Clara maldijo pintorescamente. La vida de una estudiante y guerrera a tiempo parcial era una cosa más que tendría que cambiar. Bienvenida a la vida de una profesional a tiempo completo, querida. C’est la vie.

Entonces un zumbido llamó nuestra atención hacia la proa: el equipo calentándose. Clara me miró como diciendo: «Asegúrate de que no se hace daño.»

Llegué a tiempo de escuchar a realAlbert murmurar felizmente para sí. Algo sobre que «todos somos bosones en este polvo» o algo por el estilo. Al llegar al camarote, vi cómo se tendía en la plataforma con su cabeza (nuestra cabeza) entre los tentáculos del tetragamatrón, que se agitaban suavemente a cada lado. Advertí que el interruptor de transferencia indicaba CARGAR.

Después de quedarme mirando unos segundos, pregunté: —¿Estás seguro?

La última vez que intentamos esto, hubo una señal de comunicando. El cerebro orgánico estaba lleno, o totalmente ocupado, con algo inmensamente grande. No había más espacio dentro. No había espacio para mí.

Por primera vez desde meseta Urraca (o desde que nuestros rumbos-alma se separaron el martes anterior) sentí completa atención por parte de aquellos ojos orgánicos y duraderos, construidos para durar treinta mil días, o más.

—«Es toda tuya, Pinocho» —oí decir a mi propia voz, y había en ella algo más: un tono de despedida.

Comprendí que ahora habría espacio. Una pizarra en blanco. Un hogar que reimprimir con todo lo que yo era yen lo que me había convertido. Todo lo necesario para que aquel muñeco perdido se convirtiera en un chico de verdad.

Y vaya si se sorprendería Clara.

Tras tumbarme en la otra mesa, la que tiene una cubeta de reciclado debajo, tardé un instante en desearme a mí mismo buen viaje. Luego bajé la cabeza para empezar la vida una vez más.

75 Consuelo del alma

…o hacer lo que siempre hace la gente…

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