Viendo desfilar las tropas
desde la habitación.
Creo que deberías ser capaz de saber
si vienen o se van.
Basta con fijarse en los huecos de sus filas.
«Eres un idiota», le dije,
y me di la vuelta para salir de allí,
o quizá sólo para preparar una bebida
que esa garganta tan diestra
engulliría como hacía con mis mejores mentiras.
Me enfrenté a las sombras de las cosas
y tú estabas apoyado junto a la ventana
con los ojos perdidos en la nada.
¿Cuándo nos iremos?
Podríamos acabar quedando atrapados,
si permanecemos aquí demasiado tiempo
(dándome la vuelta)
¿Por qué no nos vamos?
No dije nada.
Acaricié un cristal resquebrajado,
conocimiento que no puede ser compartido en el silencio.
La bomba sólo está viva mientras cae.