Capítulo 7 — Adquisición; inquisición; instrucción.

Ni Raeker ni su ayudante prestaron atención a la desaparición de John y de su compañera. Estaban muy ocupados manejando las cámaras y las grabadoras. Easy y su compañero podían ver ahora al grupo de la superficie indirectamente, pero ninguno de ellos estaba lo suficientemente familiarizado con las actividades rutinarias de los pupilos de Fagin para poder notar algo fuera de lo ordinario. Por otra parte, prestaban mucha atención a los informes geográficos con la esperanza irrazonable de poder reconocer parte del paisaje descrito.

El batiscafo se hallaba ahora en lugar alto y seco. El río que les había arrastrado había desaparecido al iniciarse el día y la nave había rodado de manera poco confortable, aunque, afortunadamente, despacio, hasta el pie de un montículo que Easy había bautizado en seguida como monte Ararat. Los niños habían tenido algunos problemas, pues no era sólo su primer contacto visual con los nativos, vía la sala de observación del Vindemiatrix, sino también su primera vista de la superficie sólida de Tenebra… si se exceptúa el fondo de un lago y de un río. Estaban atentos a ambas escenas de la mejor forma que podían, uno en la ventana y otro en la pantalla, pero ambos intentando informar verbalmente al otro, con la consiguiente confusión de resultados. Su gritos llegaban a Raeker y a los que se encontraban en la sala de observación, añadiendo otro poco de confusión a la que ya reinaba allí. Racker no se atrevía a cortarlos, en parte atendiendo a su nivel de moral y en parte porque siempre era posible que el que se encontraba en la ventana pudiera dar alguna información. Esperaba que el registro de los informes de los nativos fuera inteligible a los geólogos.

Jane acabó su relato y Raeker le hizo una o dos preguntas sobre puntos que no había entendido del todo, retirándose fuego para que Oliver mostrara su mapa. El ayudante de Raeker la fotografió mientras que él se preocupaba de que la cinta registradora funcionara correctamente, y los dos se relajaron de nuevo… o se acercaron a la relajación en la medida que lo permitía la confusión reinante, Racker casi estaba dispuesto a decidir que su presencia no era necesaria y que podría recuperar parte del sueño perdido.

No había dicho nada sobre ello, empero, cuando el cavernícola vio a John. A los tres segundos, al biólogo se le había quitado totalmente toda gana de dormir.

Reaccionó de inmediato. Había estado escondido en la vegetación hasta el punto que su anatomía se lo permitía; ahora se levantó sobre sus patas posteriores y comenzó a caminar. John se hallaba al suroeste de él, mientras que Fagin y el resto estaban al sureste; se encaminó hacia el norte. Inmediatamente Betsey se le interpuso en esa dirección y el cavernícola se detuvo, momentáneamente confundido. Nick, que no había perdido de vista la cresta del cavernícola desde que Betsey se lo había señalado, interpretó la situación correctamente, aunque no podía ver ni a John ni a Betsey. Se levantó, interrumpiendo de forma poco ceremoniosa a Oliver, y comenzó a dar órdenes. Los otros quedaron sorprendidos, pero reaccionaron con no demasiada confusión; a los pocos segundos todos corrían por la colina hacia el punto en el que había desaparecido el cavernícola, dejando a los observadores humanos haciendo preguntas inútiles por los altavoces de su robot. Viendo la poca utilidad de sus palabras, Racker mandó al robot en la misma dirección que sus pupilos y utilizó un lenguaje que levantó las cejas de Easy mientras la máquina quedaba más detrás. Nick y sus amigos desaparecieron por la colina en la que se había escondido el habitante de las cuevas y ni siquiera sus gritos superaban a los que estaba dando Raeker desde la sala de control.

Fue Easy quien hizo entrar sus palabras por canales más constructivos, menos porque estaba sorprendida que porque era curiosa.

—¡Doctor Raeker! ¡Oí que uno de ellos decía que había que capturar a un cavernícola! ¿Cómo llegó uno allí tan pronto? Creí que usted había dicho que los había dejado detrás de un río.

La pregunta de la niña era tan exacta a la que él mismo se estaba haciendo, que de momento no dio ninguna respuesta; pero al menos dejó de hablar y hasta se puso un poco colorado.

—Eso me pareció, Easy. Yo tampoco sé cómo nos encontraron; siempre pensé que esto estaba muy lejos de sus tierras y no comprendo cómo podían conocer un atajo por los alrededores del río… no comprendo cómo podía existir tal cosa; ese río tenía una milla de anchura. Tendremos que esperar a que regresen Nick y los otros; puede que traigan un prisionero a quien preguntar.

—Supongo que ésa es su idea; creo que dijo «capturar» y no «matar».

—Así es. Podremos verlos en uno o dos minutos cuando el robot suba esta colina, a menos que entre tanto se hayan ido a otra.

Pero no lo habían hecho; los observadores humanos tuvieron una buena vista de la caza, aunque no hubo mucho que ver. El valle en el que el cavernícola se había ocultado estaba rodeado de las bajas y redondas colinas tan típicas de la mayor parte de Tenebra; John y Betsey habían conseguido llegar a lo alto de dos de éstas antes de ser vistos, por lo que tenían gran ventaja sobre el cavernícola antes de que éste empezara a correr.

Había intentado varias veces pasar entre los grandes espacios que existían entre Betsey y John y entre éstos y el grupo principal, pero a los pocos momentos de cada carrera comprendió que le alcanzaban. Cuando el robot se puso a la vista, el cavernícola estaba en el centro del valle mientras que los pupilos de Fagin cerraban el cerco rápidamente. Se estaba preparando para una carrera final a través de cualquier hueco que se pudiera hacer una vez que los perseguidores se hubieran acercado tanto que sacrificaran así la ventaja de su elevación. También debía estar preparándose para luchar; era dos pies más alto que Nick y sus amigos y tenía dos lanzas cortas que parecían eficaces.

Daba la impresión de que Nick hubiera recibido conocimientos elementales en tácticas militares, así como en diplomacia. Detuvo a su pueblo a unas cincuenta millas del perseguido y los colocó en un círculo más espacioso. Cuando éste se hubo completado, comenzó a hablar en el lenguaje de Swift.

—¿Crees que podrás escapar de nosotros?

—No lo sé, pero alguno de vosotros lamentará haber intentado detenerme —respondió.

—¿Y de qué te servirá si mueres? —el explorador no fue capaz de encontrar una respuesta, la pregunta en sí pareció asustarle. La respuesta parecía tan obvia que no se tomó el trabajo de ponerla en palabras. Pero lo estaba intentando cuando Nick continuó— Ya sabes que Fagin dijo que quería enseñar a Swift lo que él quisiera saber. No quería luchar. Si bajas tus lanzas y vienes a hablar con él no te heriremos.

—Si tu profesor quería ayudarnos, ¿por qué escapó?

Nick ya tenía preparada su respuesta.

—Porque lo habíais apartado de nosotros y también quería enseñarnos. Cuando llegué a vuestro poblado vino conmigo para ayudarme a escapar. Me ayudó a pasar el río, lo que no hubiera conseguido de haber ido solo. Cuando atacasteis nuestro poblado él quería que habláramos con vosotros en lugar de luchar; pero no nos disteis oportunidad —se calló, pensando que su antagonista necesitaría tiempo para pensar, pero en seguida le hizo otra pregunta.

—¿Haréis todo lo que os diga vuestro profesor?

—Así es —Nick no mencionó las veces que había dudado si obedecer las órdenes de Fagin; pero, para ser honestos, ni siquiera las recordó en aquellos momentos.

—Déjame oírle cómo te dice que no me haréis daño. Viene hacia aquí. Le esperaré, pero no me desharé de las armas hasta que no esté convencido de que no las voy a necesitar.

—Pero no conoces nuestro lenguaje y no sabrás lo que nos está diciendo.

—Aprendió alguna de nuestras palabras mientras estuvo con nosotros, aunque no podía pronunciarlas bien. Creo que podré preguntarle si va a herirme o no y que podrá decir sí o no.

El explorador quedó en silencio, observando la aproximación del robot y asiendo con firmeza cada lanza con dos manos. Estaba dispuesto a batirse con ellas, no a tirarlas.

Incluso Raeker pudo ver cómo se preparaba mientras se acercaba el robot al círculo y se sintió un poco inquieto; si ocurría cualquier cosa, tardaría dos segundos en reaccionar. Como en muchas otras ocasiones anteriores, deseó que el Vindemiatrix estuviera en órbita justo al lado de la atmósfera de Tenebra y con tres o cuatro estaciones intermedias que se ocupasen de los problemas causados por el horizonte.

—¿Qué ha ocurrido, Nick? ¿Va a luchar?

—No, si le convences de que no es necesario —contestó Nick. Le contó las últimas afirmaciones del cavernícola—. No sé qué hacer con él ahora que lo tenemos —acabó.

—Yo no diría que lo tenemos realmente —contestó secamente Raeker—; pero comprendo el problema. Si le dejamos ir, Swift caerá sobre nosotros en unas horas. Si no, tendremos que vigilarlo constantemente, lo que es una molestia, y podrá escaparse en cualquier momento. No hay excusa, desde luego, si le matamos.

—¿Ni siquiera después de lo que les ocurrió a Alice y Tom?

—A pesar de ello, Nick. Creo que vamos a tener que dejarlo en libertad y enfrentarnos al hecho de que Swift sabrá dónde nos encontramos. Déjame pensar.

El robot quedó en silencio, pero no los hombres que lo controlaban; mientras los nativos esperaban, se propusieron, discutieron y rechazaron planes a una gran velocidad. Easy no había cortado la comunicación, pero no ofreció ninguna idea. Hasta los diplomáticos, que podían oírlo todo desde la sala de comunicaciones, se quedaron callados.

El cavernícola no había podido seguir la conversación entre Nick y el profesor, y al cabo de un minuto de silencio pidió que se le tradujera. Se las arregló para pedirlo de forma que Nick, cuando le proporcionó la información requerida, sintió que estaba reparando una omisión en lugar de concediendo un favor.

—Fagin está decidiendo lo que podemos hacer. Dice que no debemos matarte.

—Haz que me lo diga a mí. Podré comprenderle.

—No se interrumpe al profesor cuando está pensando —respondió Nick.

El cavernícola quedó impresionado, o por lo menos no dijo nada hasta que el robot volvió a hablar.

—Nick —la voz de Raeker resonó en la densa atmósfera—, quiero que traduzcas con mucho cuidado lo que le voy a decir. Hazlo palabra por palabra, siempre que las diferencias de lenguaje te lo permitan; y no digas nada por ti mismo, porque hay alguna información que no tenemos tiempo para decirte ahora.

—De acuerdo, profesor.

Todos los del círculo concentraron su atención en el robot; pero si el explorador se dio cuenta de ello, no hizo ningún esfuerzo para sacar ventaja de la situación. También escuchó, haciendo grandes esfuerzos por sacar algún sentido, no sólo de la traducción de Nick, sino del discurso humano. Raeker habló lentamente, con muchas pausas, para que Nick pudiera hacer su trabajo.

—Ya sabes —comenzó— que Swift me quería en su poblado para que yo pudiera enseñarle a él y a su pueblo a hacer fuegos, apacentar ganado y el resto de cosas que ya he enseñado a mi propio pueblo. Yo quería hacerlo, pero Swift pensó, por algo que Nick dijo, que mi pueblo se opondría, y por eso luchó cuando no era necesario que así fuera. No tendría importancia ahora si no fuera porque retrasa algo vital para Swift y para nosotros. Hasta ahora, lo único que he sido capaz de dar es conocimiento. Era el único de mi pueblo aquí y no podré regresar, por lo que no podía dar más cosas. Ahora han venido otros de mi pueblo. Van montados en un gran objeto que han hecho; no tenéis ninguna palabra para ello porque no se la he dado a Nick y no creo que el pueblo de Swift tenga una cosa como ésa. Es algo que nosotros hicimos, igual que vosotros podéis hacer un cubo o una lanza, y que es capaz de llevarnos de un sitio a otro, pues el lugar de donde vengo está tan lejano que nadie puede llegar andando, está tan arriba que sólo un flotador podría coger la dirección correcta. Los que vienen serán capaces de ir y venir en esa máquina y podrán traer cosas, como mejores herramientas, para todos vosotros, llevándose a cambio quizá cosas que queráis darles. Sin embargo, la máquina no funciona muy bien: es como una lanza con la punta rota. Bajó hasta donde vosotros vivís, pero no podemos hacer que flote de nuevo. Mi pueblo no puede vivir en el exterior, por lo que no pueden arreglarla. Necesitamos la ayuda del pueblo de Nick y, si queréis dárnosla, también la vuestra. Si podéis encontrar la máquina en la que se encuentran mis amigos y aprender lo que os diga para arreglarla, podrán regresar de nuevo y traer cosas para todos vosotros; si no podéis o no queréis, mi pueblo morirá aquí y no habrá conocimiento ni siquiera para vosotros… pues ya sabéis que yo también moriré algún día. Quiero que lleves este mensaje a Swift y luego, si él te deja, que vuelvas con la respuesta. Me gustaría que él y su pueblo me ayudaran a encontrar la máquina y, cuando se haya encontrado, los pueblos de Nick y Swift pueden colaborar juntos para arreglarla. No tiene por qué haber más luchas. ¿Lo harás?

Nick lo había traducido palabra por palabra, en cuanto se lo permitía su conocimiento del lenguaje de Swift. El explorador, al final, quedó en silencio durante medio minuto. Todavía sostenía sus armas con firmeza, pero Raeker se dio cuenta de que su actitud con ellas era menos agresiva. Podía ser un espejismo, por supuesto; los seres humanos tienden a creerse las cosas que desean así como los drommianos se creen lo primero que se les ocurre.

Luego el explorador comenzó a hacer preguntas y el juicio de Raeker sobre su inteligencia subió varios puntos; había tenido antes la inclinación de tomarlo como un salvaje típico.

—Si puedes saber que algo va mal en la máquina de tus amigos es porque puedes hablar con ellos de alguna forma.

—Sí, nosotros… yo puedo hablarles.

—Entonces, ¿cómo es que necesitas buscarles? ¿Por qué no pueden decirte dónde están?

—No lo saben. Bajaron a un lugar en el que no habían estado nunca antes y flotaron en un lago durante cinco días. La última noche fueron arrastrados por un río. Estaban en el fondo y no podían ver por dónde iban; además, no conocían el lugar, ya te dije que no lo habían visto antes. El río ha desaparecido y pueden ver los alrededores, pero no les sirve de nada.

—Si puedes oírlos, ¿por qué no puedes ir adonde están? Yo puedo encontrar cualquier cosa que oiga.

—Hablamos con las máquinas mientras viajan. Las máquinas hacen una especie de ruido que sólo puede ser oído por otra máquina y que viaja mucho más rápido que la voz. Esa máquina puede hablar conmigo; pero se encuentra muy lejos para poder decirnos con exactitud dónde está. Lo único que podemos hacer es dejarla que nos diga que paisaje puede ver; entonces yo puedo decíroslo a vosotros y vosotros podéis empezar a buscarla.

—¿Ni siquiera sabes lo lejos que está de aquí?

—No con exactitud. Estamos bastante seguros de que no está demasiado lejos… no a más de dos o tres días de camino, y probablemente a menos. Cuando empecéis a buscarles podemos decirles que enciendan luces como éstas… —los focos del robot se encendieron brevemente—, y así seréis capaces de verlas desde muy lejos.

El cavernícola quedó pensativo durante otro minuto y luego cogió sus armas en posición de transporte.

—Le diré tus palabras a Swift, y si él tiene palabras como respuesta, te las traerán. ¿Permaneceréis aquí?

La pregunta inquietó un poco a Raeker, pero no vio otra alternativa que contestar «sí». Luego se le ocurrió otra idea.

—Si no estamos aquí, ¿tardaréis mucho en encontrarnos? —preguntó—. Tú llegaste a este lado del río y a la vista de mi gente mucho más rápido de lo que esperábamos. ¿Encontrasteis algún medio de cruzar el río antes de que fuese de día?

—No —contestó el otro con una franqueza sorprendente—. El río tuerce al norte en dirección de tierra adentro no muy lejos del lugar por el que vosotros cruzasteis y continúa en esa dirección durante bastantes millas. Varios de nosotros lo seguimos con la orden de detenernos en varios puntos, cruzarlos en cuanto se secaran y caminar hacia el mar hasta encontrar vuestro rastro.

—Entonces otros se cruzarían posiblemente con nuestro rastro —todos los que estuvieran más al sur— y ya nos localizaron.

—Sin duda. Nos deben estar viendo ahora, o puede que hayan visto cómo me atacabais, y se habrán ido para contárselo a Swift.

—Conocíais la curva del río. ¿Estabais familiarizados con lugares tan alejados de vuestras cuevas?

—Nunca hemos cazado aquí. Pero cualquiera puede decir el curso de un río y dónde habrá probablemente colinas y valles.

—Es lo que mi pueblo llama tener ojo para el campo. Ya comprendo. Gracias; será mejor que vayas y le des el mensaje a Swift antes que llegue dispuesto a vengar el ataque a uno de sus hombres.

—Muy bien. ¿Me contestarás antes a una pregunta? A veces dices «yo» y a veces, sin querer significar con ello que te refieres a ti y a tu pueblo de aquí, «nosotros». ¿Por qué? ¿Hay más de uno dentro de ti?

Nick no tradujo la respuesta; la respondió él mismo.

—El profesor siempre ha hablado de esa forma —dijo—. A veces también se lo hemos preguntado, pero nunca nos lo explicó… sólo dijo que no era nada importante de momento. Puede ser que Swift pueda conseguirlo —Nick no vio ningún mal en lo que habría llamado psicología si hubiera conocido la palabra.

—Puede ser.

El explorador se dirigió hacia el sur sin decir nada más y el resto del grupo, que hacía ya tiempo que había roto el círculo y se había instalado junto al profesor, le vieron alejarse.

—Me pareció muy acertado, doctor Raeker. ¿Podemos mantener los focos encendidos desde ahora? —fue Easy quien rompió el silencio.

—Todavía no —dijo Raeker pensativamente—. Quisiera estar seguro de que quiero que Swift nos encuentre, en lugar de querer mantenernos lejos de un posible ataque.

—¿Qué? —la voz de Aminadabarlee era mucho más aguda y gritona de lo usual. ¿Admite usted que está utilizando a mi hijo como un cebo para mantener a esos salvajes lejos de su pequeño proyecto? ¿Qué toma a esos nativos ridículamente formados como más importantes que un ser civilizado simplemente porque está enseñándoles desde hace unos años? Había oído decir que los seres humanos tienen sangre fría, y que los científicos en mayor proporción, pero nunca hubiera pensado esto, ni siquiera de los seres humanos. Esto llega al límite. Canciller Rich, quiero pedirle permiso para utilizar el acelerador; voy a ir a Dromm e iniciaré nuestro propio trabajo de rescate. He confiado demasiado tiempo en sus hombres. Voy a acabar con esto… ¡Y lo mismo hará el resto de la galaxia!

—Excúseme, señor —Raeker comprendió mejor el problema que representaba el drommiano—. Puede ser que, aunque no confíe en mí, escuchará al menos al canciller Rich, cuya hija está en la misma situación que el suyo. El podrá explicarle que los «ridículos nativos» de cuya seguridad me preocupo son los únicos seres del universo que están en disposición, o casi en disposición, de rescatar a esos niños; y habrá notado que no le di al salvaje la más mínima descripción de los lugares que rodean a Easy y Mina. Estoy seguro de que apreciaremos la ayuda de su planeta, pero ¿cree que podrá llegar a tiempo? ¿Antes de que la niña humana haya sido afectada por la gravedad extra o que su hijo haya excedido el límite de su raza en cuanto a deficiencias de vitaminas y oxígeno? No le hago estas preguntas para herirle, sino en un esfuerzo por conseguir de usted la máxima ayuda que pueda prestarnos. Si puede hacer algo más aparte de mantener el ánimo de su hijo permaneciendo en donde él pueda verte y oírle, por favor, díganoslo.

El rostro de Rich podía verse detrás del drommiano en la pantalla y Raeker comprobó que el diplomático humano asentía y mostraba una inmediata sonrisa de aprobación. No se le ocurrió añadir nada y permaneció prudentemente en silencio. Sin embargo, antes de que Aminadabarlee encontrara palabras para responder, habló Easy.

—No se enfade con el doctor Raeker, por favor; Mina y yo comprendemos lo que está haciendo y nos gusta Nick —Racker se preguntó qué había de verdad en ello; no estaba tan seguro de si mismo como hubiera querido y los niños no habían hablado todavía directamente con Nick, aunque hacía un par de horas que le habían oído a él y a su pueblo. No cabía duda de que Easy era la hija de un diplomático. Raeker ya sabía que su madre había muerto cuando ella tenía un año y que había viajado con su padre desde entonces. Parecía haberse convertido en un diplomático competente—. Además, no importaría que Swift nos encontrara —continuó—. ¿Qué podría hacernos y por qué?

—Amenazó con prender fuego al robot si no le acompañaba al poblado de las cuevas —replicó el drommiano—, y si hace lo mismo con el batiscafo si no podéis decirle algo que quiera conocer, os encontraréis con el mismo problema.

—Pero él sabe que Fagin no habla su idioma y fue paciente tratando de enseñárselo durante las tres semanas que estuvo con él. ¿Por qué iba a ser menos paciente con nosotros? Queremos enseñarle cualquier cosa que sepamos y podemos hablar con él con menos problemas que el doctor Raeker…; por lo menos no habrá demora.

Un agudo sonido de Aminadorneldo siguió, y posiblemente apoyó, al argumento de Easy; Aminadabarlee se enfrió visiblemente. Raeker se preguntó, cuánto tiempo duraría. Al menos, por el momento, estaban a salvo los asuntos políticos; volvió su atención hacia Tenebra y Nick.

Este había ordenado a su grupo que regresara al punto de origen, mandando a dos por delante, pues el ganado había estado mucho tiempo sin protección. Nick permaneció al lado del robot esperando algún comentario o instrucción. Raeker no tenía ninguno, pero le hizo una pregunta.

—¿Qué piensas de ello, Nick? ¿Regresará o vendrá con nosotros?

—Lo sabes tan bien como yo.

—No es cierto. Tú pasaste mucho tiempo con Swift y su gente; si alguno de nosotros los conoce ése eres tú. ¿Estuve acertado al jugar con su deseo por las cosas que podíamos llevarle? Comprendo que él quería conocer cosas como el fuego; pero ¿no crees que es por las cosas que vio que podía hacer con él?

—Me parece muy probable —admitió Nick—, pero no creo que sea posible estar seguro de lo que otro piensa o quiere hacer.

—Ni yo, pero alguno de mi pueblo lo está intentando.

Los dos continuaron tras el resto del grupo, notando apenas los pequeños estremecimientos que rompían algunas de las plantas más frágiles que les rodeaban. Nick, casi sin pensarlo, iba recogiendo leña al tiempo que caminaba, hábito de años que se había desarrollado entre los habitantes del viejo poblado una vez que se había acabado el combustible más cercano a la colina en que habitaban. Ya tenía un hato en sus cuatro brazos cuando se reunieron con los otros. Los apiló con el resto; el ganado había sido comprobado y se había recuperado a los extraviados; luego Fagin pidió una reunión.

—Todos oísteis lo que le dije al hombre de Swift sobre la máquina que había encallado en algún lugar cercano con gente de mi pueblo dentro de ella. Morirán si no se la encuentra y arregla pronto. Sabéis tan bien como yo que el rescate de gente en peligro tiene más importancia que cualquiera otra cosa; por ello, vamos a abandonar toda actividad, excepto las vitalmente necesarias, mientras busquemos esa nave.

»Os daré una descripción tan completa como sea posible del lugar en el que se encuentran. Comprobaremos todos los mapas buscando lugares similares —os ayudaré en eso porque puedo hacerlo más rápido— y luego iréis por parejas a comprobar los lugares elegidos. Si no los encontramos se procederá a hacer mapas a la máxima velocidad excluyendo cualquiera otra actividad científica. Durante el resto del día Betsey y Nick se ocuparán del campamento y el ganado; los grupos de búsqueda estarán compuestos por Oliver y Dorothy, John y Nancy, y Jim y Jane. Asignaré un área a cada uno tan pronto como se haya hecho la comprobación de los mapas; entre tanto podéis reunir leña por la noche.

El grupo se dispersó obedientemente.

Los geólogos del Vindemiatrix tuvieron que buscar semejanzas durante algún tiempo entre los mapas y la no muy completa descripción de Easy de los alrededores del batiscafo; habían dado con cuatro o cinco posibles localizaciones, pero ninguna de ellas les complacía demasiado. Sin embargo, cuando se fijó una sexta posibilidad, Raeker llamó a los grupos de exploradores y asignó dos de las áreas posibles a cada uno. Como es natural, todas se encontraban en la dirección del antiguo poblado, pues los mapas se habían hecho radialmente desde ese punto en los dos o tres años que llevaban empleados en el proyecto cartográfico. Todos estaban en el lado más cercano a esa región, pues los hombres que habían buscado similitudes con los mapas estaban influenciados por la idea de que el batiscafo debía haber sido arrastrado hacia el mar en la noche que se movió. Parecía suficiente, además, con que para esa parte del plan se emplease un día para ir, otro para explorar y otro para regresar. En ese tiempo Swift ya habría vuelto con su gente y la velocidad de búsqueda podría aumentarse. Por eso se había quedado Nick en el campamento, pues podía necesitársele como intérprete.

Ya se habían impartido las instrucciones, comprobado los mapas de los viajeros, examinadas las armas y los grupos ya habían partido. Nick y Betsy, al lado del robot, les vieron alejarse; muy lejos de allí, Raeker abandonó por fin la sala de observación para dormir un poco. Los diplomáticos permanecieron despiertos y hablando con los niños mientras éstos describían a los animales que veían de vez en cuando. De esta forma inactiva pasó un día, una noche y parte de otro día de los de la nave, mientras los equipos de búsqueda se dirigían enérgicamente hacia las áreas asignadas.

Ya habían pasado veintisiete días en la nave desde el accidente del batiscafo, pero por lo que respecta a Nick era la tarde del séptimo día. Los niños, comprensiblemente estaban impacientes; los padres tenían que explicarles una y otra vez que pocas posibilidades había de que fuesen encontrados al principio de la búsqueda. Por lo menos ese día, el humano y el drommiano se encontraban totalmente de acuerdo. Sin embargo, a pesar de esa unidad de esfuerzos, los niños tendían a pasar más y más tiempo en la ventana conforme avanzaba el día y de vez en cuando Easy sacaba a colación el tema de encender los focos para guiar a los buscadores que pudieran estarse aproximando. Su padre tuvo que advertirle que Raeker le había dicho que no lo hiciera, pero el biólogo acabó por eliminar esa restricción.

—Eso hará que la niña sienta que participa más de la operación —le dijo a Rich en un aparte—, y no creo que haya más posibilidades, si hay alguna, de que Swift los vea antes que los de nuestro pueblo que los están buscando en este momento. Dejémosla jugar con las luces.

Easy, felizmente, hizo pleno uso de su permiso y el batiscafo pareció más brillante que la luz del día —pues la luz del día era mucho más oscura a los ojos humanos— en la superficie de Tenebra. Rich no se sintió muy feliz con el permiso; pensaba que daba ánimos a la niña en su irrazonable esperanza de un rescate inmediato y tuvo miedo de los efectos de la desilusión.

—Escúcheles —gruñó—. Se gritan el uno al otro cada vez que algo se mueve a media milla. Si pudieran ver algo más lejano todavía sería peor…; gracias al cielo están usando sus propios ojos en lugar de las fotocélulas del robot. Estarán así hasta que se duerman; luego comenzarán de nuevo al despertar…

—Estarán bajo el agua entonces —señaló Raeker calmadamente.

—Y siendo arrastrados de nuevo, supongo. Entonces es cuando se juntarán todas las piezas y tendremos un par de niños gritones que probablemente comenzarán a tocar conmutadores a derecha e izquierda en la esperanza de que algún milagro les conduzca a casa.

—No sé qué decir con respecto al drommiano, pero creo que trata a su hija injustamente —replicó Raeker—. Nunca he sabido mucho de niños, pero me parece muy notable para su edad. Aunque no confíe en ella, será mejor que no se lo haga saber.

—Lo entiendo, y nadie confía en ella más que yo —contestó fatigadamente—. Pero sólo es una niña y muchos adultos ya se hubieran resquebrajado. Puedo nombrar a uno que ya lo está haciendo. Escúcheles.

Los penetrantes tonos de Aminadorneldo se oían por el altavoz.

—Hay algo por ese lado, Easy. ¡Ven a verlo!

—De acuerdo, Mina. Espera un minuto —pudo verse un instante la pequeña forma de Easy pasando ante la pantalla por la sala de control desde un lado a otro de la nave y diciendo al pasar—: Probablemente será otra de esas cosas comedoras de plantas que son tan grandes como la gente de Nick. Recuerda que los que queremos se mantienen erguidos sobre un extremo.

—¡Este lo hace! ¡Mira!

—¿Dónde? —se produjo un momento de silencio en el que Aminadorneldo debía estárselo señalando; luego se oyó la voz de la niña—: No veo nada, sólo un montón de arbustos.

—Se parecía a Nick. Se detuvo ante ese arbusto durante un momento y nos miró; luego se fue. Lo vi.

—Bueno, si no te has equivocado, volverá. Quedémonos aquí y lo veremos.

Rich miré a Raeker y agitó su cabeza con desgana.

—Eso… —comenzó a decir, pero se detuvo. Su frase fue interrumpida por un grito repentino que surgió del altavoz, tan agudo que por un momento ninguno de los dos pudo decir quién lo había lanzado.

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