Éste es el sexto libro de Connie Willis que aparece en la colección NOVA en pocos años. A estas alturas, ya no será un secreto para nadie que me gustan los temas que trata esta autora y la forma en que lo hace. Aunque esta vez, con TRÁNSITO, el tema central resulta un tanto alejado de mis intereses habituales: eso de las ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte) ha suscitado siempre mi mayor escepticismo.
Pero una novela de Willis siempre merece mi atención. Como ya he contado otras veces, tuve la suerte de conocer en persona a Connie Willis en la convención mundial (Worldcon) de Glasgow de 1995. Después, aceptó ser la conferenciante invitada en la entrega del Premio UPC de ciencia ficción de 1997, lo que nos permitió, a mí y a mi familia, disfrutar durante unos días de su agradable compañía y de su inagotable ingenio. Connie Willis es, no hay ninguna duda, una persona encantadora y sumamente inteligente. Su obra literaria, como no podía ser de otra manera, refleja esa condición.
En NO VA han aparecido ya la intensa reflexión de Willis sobre la indefensión humana ante una enfermedad que mata (EL LIBRO DEL DÍA DEL JUICIO FINAL), su visión de un sorprendente Hollywood del futuro (REMAKE), las agudas opiniones de la autora sobre la investigación científica que abarca desde el estudio sociológico de la aparición de las modas hasta la moderna teoría del caos (OVEJA MANSA), la comedia de altos vuelos en torno a la compleja agitación de la vida presidida a veces por objetos del todo inútiles (POR NO MENCIONAR AL PERRO), o una curiosa reflexión sobre el sueño que es, también, una emocionada historia de amor que transcurre ante el horror de una guerra no por soñada menos real y mortífera (LOS SUEÑOS DE LINCOLN).
Hasta hoy, para la mayoría del público lector, la gran obra de Connie Willis es EL LIBRO DEL DÍA DE Juicio FINAL (1992, NOVA número 68), esa emotiva novela que nos habla tal vez del sida sin citarlo ni una sola vez. O, mejor, nos habla del inevitable miedo del ser humano ante la enfermedad que puede acabar con su vida, algo que el sida ha replanteado en nuestros días incluso en los países más desarrollados, algo que hace años sugerían posiblemente la tuberculosis o, más tarde, el cáncer y que tan inteligentemente había analizado Susan Sontag en un famoso ensayo.
En TRÁNSITO, Willis vuelve a tratar de la muerte, esta vez con una inolvidable novela sobre las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM) tan asombrosa como reflexiva, tan inteligente como aterradora.
Según diversos testigos, en una ECM parece haber varios elementos nucleares: experiencia extracorporal, sonido, un túnel de altas paredes, una luz al final del túnel, parientes fallecidos y un ángel de luz con resplandecientes túnicas blancas, una sensación de paz y amor, una revisión de la vida, una revelación del conocimiento universal y la orden de regreso final. ¿Es todo esto algo real, o se trata tan sólo de manifestaciones surgidas de la bioquímica de un cerebro moribundo?
Personalmente me inclino por la segunda hipótesis. Willis (que es quien importa en este caso), en unas declaraciones a Publishers Weekly decía acerca de sus creencias: “No creo en fantasmas, no creo en la comunicación con los muertos, ni creo en la ouija. Realmente deseaba escribir una historia en la que no tuviera que mentir al lector sobre todo eso. Ni dar alguna indicación de que en efecto era posible la comunicación más allá de la tumba. Eso configuró toda la trama. Cuando se escribe un libro, se intenta decir la verdad. Aunque se hable de todas esas cosas, se sigue intentando decir la verdad. Una de mis convicciones más firmes es que si hay algo detrás de la muerte, no hay ninguna prueba de ello. No hay conexión entre los vivos y los muertos. Excepto la conexión de las emociones. Viven en nuestros corazones. Esa conexión es real.”
En TRÁNSITO, la doctora Joanna Lander es una psicóloga que investiga las ECM, y su encuentro con el neurólogo Richard Wright ha de permitirle simular clínicamente ese tipo de experiencias con el uso de drogas psicoactivas. Pero los sujetos del experimento del doctor Wright ven cosas completamente distintas de lo esperado, y Joanna decide someterse ella misma al experimento para conocer directamente una ECM. Y las sorpresas empiezan…
Con su particular ironía, Willis confiesa sobre esta novela:” Le conté a mi agente, Ralph Vicinanza, que en mi opinión podía haber escrito la novela perfecta. Las partes anti-ECM van a irritar a la gente que cree en las ECM, y las partes místicas van a sacar de sus casillas a la comunidad científica. Puedo acabar haciendo enfadar a todo el mundo. E imagino que entonces habré tenido éxito.” En cualquier caso, déjenme decirles que los científicos quedan bastante bienparados Y que quien queda un tanto ridiculizado es el personaje Maurice Mandrake, el autor de un supuesto best seller llamado La luz al final del túnel, decidido creyente en las ECM como experiencias de comunicación desde el más allá.
No en vano la misma Willis, que confiesa haber pensado siempre en la muerte desde que su madre murió cuando ella tenía doce años, parece ser que se enfadó bastante al leer un libro como el que Mandrake ha escrito en la novela: “ Un amigo mío me aconsejó que leyera Embraced By the Light diciendo que me iba a gustar mucho. Me pareció abominable. Pensé que se trataba de un libro malvado, muy malvado. Sentí que, como en el espiritismo a la vieja usanza, se alimenta de los temores y deseos de la gente. Y que la halaga de la manera más vergonzosa diciéndole: “No temas. No sólo no morirás, sino que seguirás siendo tú, y tus seres amados estarán contigo. Y no hay nada terrorífico en la muerte.” Para mi, sea lo que sea lo que la muerte aporte, es algo enorme, mayor, aterrador. Impone un temor reverencial”
No les voy a contar muchas más cosas en esta presentación. En particular no les voy a contar el lugar donde la psicóloga Joanna Lander se encuentra durante sus experiencias ECM. Y mucho menos el porqué. Sólo les diré que, entre muchas otras cosas, esta novela habla también de la literatura dentro de la literatura, y que, si hay metáforas brillantes en el mundo literario, la metáfora central de TRÁNSITO es de las mas espectaculares.
Y una advertencia final: aunque al inicio la novela tiene un ritmo reposado para poder desarrollar adecuadamente los personajes y el entorno en que se mueven, todo se acelera y adquiere el endiablado ritmo de un thriller de esos que nos hacen devorar páginas y páginas. Lo que en el caso de Willis se hace con gusto. Por sólo indicar uno de los muchos alardes narrativos de la autora, les diré que el secreto que Joanna persigue se conoce a más de cien páginas del final y que, pese a todo, el lector sigue atrapado en la atractiva trama que Willis ha tejido con considerable maestría e interesado por lo que les ocurre a unos personajes entrañables. Una verdadera gozada.
MIGUEL BARCELO