CUARTA PARTE

26

Vive con un hombre durante diez años… y descubre luego que no sabes nada de él.

Sylvia estaba convencida de que al menos Paul Chu escucharía lo que tenía que decir. Se había aferrado a esa idea durante el viaje hasta el Agujero de Ransome, y luego a través de un laberinto de pasillos y aceras móviles que la llevó, junto con sus roguardias, al interior del habitat. Y, finalmente, al encontrarse cara a cara con él, se dio cuenta de su error.

—Ha sido una tontería por tu parte venir. —La expresión de Paul Chu era fría, y la miraba como si no existiera. Llevaba el mismo uniforme pardo que todas las demás personas que había visto en el Agujero de Ransome.

—Paul, tenía que hacerlo. En la Nube han pasado cosas terribles. Miles de personas han muerto y todo el tiempo…

—Un error y una total pérdida de tiempo. —Se volvió hacia las máquinas que la acompañaban—. Llevadla a las habitaciones K-l-25, nivel cuatro.

—¡Paul!

Pero él ya se daba la vuelta, negándose a mirarla.

—Tuviste tu oportunidad de trabajar con nosotros —dijo fríamente, mientras se marchaba—. Ransome es un genio de los que sólo se dan una vez cada milenio, la mejor esperanza para el sistema solar. No quisiste ayudarnos cuando lo necesitábamos. ¿Por qué iba a querer escucharte nadie, ahora que no necesitamos ayuda?

Y entonces se marchó. Sylvia intentó correr tras él y descubrió que los roguardias le bloqueaban el paso. Los empujó enfadada, descargando su frustración en el resistente plástico. Interminables semanas de viaje para buscar a Paul Chu… ¡y luego él la despedía en un minuto, sin dar ninguna muestra de que ambos hubieran sido amantes y amigos íntimos!

Era un anticlímax tan grande que Sylvia estuvo a punto de echarse a llorar de frustración. Las máquinas la conducían por el camino por el que habían venido, sujetándola suavemente con sus brazos articulados. Se resistió al principio, aunque no tenía sentido hacerlo. Su suavidad disfrazaba la fuerza que tenían, pero podían ejercer toneladas de fuerza con cada miembro flexible.

Al cabo de otros diez minutos de trayecto por las aceras móviles la llevaron hasta una puerta abierta y la obligaron a atravesarla. Mientras la puerta se cerraba tras ella, se dio la vuelta y maldijo las silenciosas máquinas.

—Desahógate —dijo una voz familiar y cínica a su espalda—.

Pero no sirve de mucho. Es mejor conservar fuerzas. Sylvia se dio la vuelta.

—¡Aybee! ¿Cómo has llegado hasta aquí?

—Es una historia larga… larga y triste, como diría el viejo Lewie C. Resulta que Ransome no confía en mí tanto como yo creía.

—Aybee Smith estaba sentado cruzado de piernas en una mesa alta, los largos miembros colgando a cada lado—. Espera un momento. Ya lo hice hace un par de días, pero asegurémonos de que no ha cambiado nada.

Saltó de la mesa y recorrió la habitación, escrutando las rejillas de ventilación y por debajo y por encima de todas las superficies. Finalmente, asintió.

—Estoy seguro de que podemos hablar. No nos espían… o, si lo hacen, no puedo encontrar los micros.

Señaló una silla y volvió a sentarse sobre la mesa. —Muy bien, Sylvia, pongámonos al día. ¿Quién empieza? Su rostro fruncido había hecho que Sylvia se sintiera ya mejor. Describió todo lo que había sucedido desde que dejó la destrozada Granja Espacial, y luego oyó el relato del viaje de Aybee desde allí al Agujero de Ransome.

—Al menos tú no tuviste elección —dijo—. Yo soy la estúpida… me fui en busca de problemas. Y ahora todo el sistema está a punto de hacerse pedazos y ninguno de nosotros puede hacer nada. —Ahora mismo no. Pero con cada día que paso aquí aprendo más sobre cómo funciona este lugar. —Aybee recorría la cámara bordeándola—. No tendrían que habernos puesto juntos y deberían estar espiándonos. Ransome es demasiado confiado.

—¡Demasiado confiado! Cierto, y tiene buenos motivos para serlo. Estamos metidos en un lío. No sé por qué pareces tan satisfecho contigo mismo.

—Porque por fin tenemos una oportunidad de aprender qué está jodiendo el sistema solar. —Aybee se puso en cuclillas y se rodeó las piernas con los brazos—. Te diré una cosa buena que me dijo tu amigo el Hombre Lobo cuando estábamos en la Granja Espacial. Dice que los problemas se resuelven metiéndote en ellos. Cuando nos encontrábamos en las Cosechadoras estábamos sentados en la periferia de las cosas. Sólo sentíamos el efecto de tercera mano de Black Ransome. Ahora estamos justo en el centro de su poder.

—¡Y estamos totalmente indefensos! Aybee, aunque consigamos salir de estas habitaciones, estoy segura de que no podríamos hacer nada. Ransome lo controla todo. No podríamos transmitir un mensaje a Bey Wolf o Cinnabar Baker.

—Podríamos hacer llegar uno al Hombre Lobo, pero no serviría de nada. La última vez que vi a Ransome me dijo que Wolf también está aquí. Señaló lo conveniente que era que los tres acudiéramos a él.

—¿Bey está en el Agujero de Ransome? ¿Cómo encontró el camino?

—Igual que tú y que yo, supongo… con un poco de mala suerte y un montón de estupidez. Vino aquí en una de las naves ultrarrápidas, igual que yo. Ransome espera convertir a Wolf a su causa, como intenta convertirme a mí. Y a ti también, si te dejas.

—Entonces Baker es nuestra única esperanza. Aybee, tú eres el listo. Tienes que encontrar un medio de hacerle saber dónde estamos.

Él sacudió la cabeza.

—Lo siento, Sylvia. No es tan fácil. Cuando dijiste que Ransome lo controla todo, estabas más cerca de la verdad de lo que creías. Controla a Cinnabar Baker.

—¡Nunca! La Nube es toda su vida. Ella nunca se vendería a Ransome.

—Eso es lo que yo habría dicho, hace dos semanas. Pero Ransome me lo mostró. Cuando hables con él te lo mostrará también. Tiene transmisiones directas de las reuniones desde el interior de las habitaciones personales de Baker. Papeles secretos y también entrevistas desde las Cosechadoras Opik y Marsden. Ella debe llevar una grabadora durante las reuniones importantes, y las transmite hasta aquí a través de hiperrayo sellado.

—Aybee, creo que estás loco. Pero si eso es verdad, se trata de un desastre absoluto. ¿Me dices algo así y sigues sin creer que Ransome lo tiene todo bajo control?

—Tal vez lo tenga… por el momento. Pero no puede haber corrompido a todas las personas del Sistema Exterior. Y lleva demasiado tiempo ganando. Es hora de que la suerte nos favorezca a nosotros.

—Aybee, si yo dijera algo así, me dirías que son tonterías estadísticas. Según Paul Chu, maldito sea, Ransome ha estado ganando porque es un genio. ¿También vas a disentir de eso?

—Es curioso que tú lo digas. —Aybee se levantó y se desperezó—. Sí que disiento. Vine al Agujero en una nave magnífica, increíblemente avanzada. Nuevo impulsor, nuevo sistema de navegación, nueva tecnología por todas partes. Lo primero que pregunté al llegar aquí fue quién es el genio. Ransome, dice todo el mundo, todas las ideas vienen de él. El es.

—¿Y tú crees que no? —Sylvia conocía las debilidades de Aybee, y evaluar las habilidades de los demás no era una de ellas.

—Demonios, que no. Ransome puede deslumhrar a la mayoría hablando de física, tal vez a todos. Sabe mucho y se expresa con autoridad. Pero no es genuino.

—¿Cómo lo sabes?

Aybee le dedicó una sonrisa siniestra.

—Porque, Sylvia, yo soy genuino. Acéptalo de uno que sabe: Black Ransome no inventó ese nuevo impulsor ni esa nueva nave. Dice que es el Hombre Negentrópico, y algo está suministrando información errónea a los sistemas de control de la Nube. Pero Ransome no es el genio que ideó la reducción de entropía y el sistema de aceleración de señales. Ni hablar.

—Entonces ¿quién es el inventor? ¿Estás diciendo que Ransome tiene aquí algún supergenio trabajando para él? ¿Y cómo funciona el sistema de reducción de entropía?

—Temía que me lo preguntaras. —Aybee sonrió más horriblemente que nunca—. Verás, Sylvia, no tengo todas las respuestas. Pero déjame suelto durante un día o dos por este sitio… y las tendré.

—Oh, Aybee. —Sylvia se desplomó en la silla—. No me gusta rendirme, pero seamos realistas. Nunca saldremos de aquí. Black Ransome tal vez no sea un supergenio, pero sin duda es lo bastante listo para no fiarse de nosotros.

—Hablando del diablo. —Aybee señaló detrás de ella. La puerta se había abierto y allí de pie estaba el propio Ransome, tan frío e imponente como aparecía en el primer mensaje de vídeo que Paul Chu le había enseñado a Sylvia. Iba desarmado y llevaba una sencilla túnica negra. Tenía la cara pálida y mostraba signos de una extraña tensión.

Ransome saludó a Aybee y Sylvia con un gesto de cabeza. Tras él había dos roguardias. Durante veinte segundos nadie se movió.

—Vendréis conmigo —dijo Ransome por fin. Y entonces se volvió hacia las máquinas—. Estas dos personas están a partir de ahora bajo mi custodia personal. Se os releva de vuestros deberes de guardia hasta que las devuelva aquí.

—¿Adonde nos lleva? —A Sylvia no le gustaba el tono de voz de Ransome. Había en él un deje estridente que sugería que el hombre estaba sometido a enormes presiones.

—Espera y verás. —Ransome alzó el brazo y señaló a Aybee—. Tú primero, delante de ella. Yo iré detrás de vosotros.

—Claro. —Aybee atravesó la puerta, tras saludar a las máquinas con un ademán—. No nos esperéis, puede que regresemos tarde. ¿Dónde quieres que me dirija, Ransome? Tú eres el que sabe adonde vamos.

—Sigue el vector de gravedad. Siempre hacia arriba.

Recorrieron el pasillo de la izquierda, alejándose de los núcleos más cercanos. Cuarenta metros más adelante llegaron a la primera bifurcación y pasaron ante un grupo de humanos armados. Todos saludaron respetuosamente a Ransome y dejaron pasar al trío a otro tramo de pasillo. Aybee siguió caminando hasta llegar a una cámara esférica y a otra bifurcación.

Se detuvo y se volvió de nuevo hacia Ransome.

—No sé cuál conduce hacia fuera. Elige.

—El de la izquierda. Continúa. —La voz era ronca, y Aybee vio gotas de sudor en el rostro del otro hombre. Avanzaron lentamente, hasta una curva del pasillo que los cubría por delante y por detrás. A mano derecha, una puerta abierta daba paso a una cámara de mantenimiento vacía.

—Por ahí. —Ransome indicó con la cabeza—. Los dos.

Aybee se envaró al atravesar la puerta. Sylvia estaba entre Ransome y él… si se volvía ahora para forcejear con él, ¿se quitaría ella de en medio lo bastante rápido?

Tenía que intentarlo. Giraba, extendiendo sus largos brazos, cuando el hombre que tenía detrás gimió y se desplomó contra la pared interior de la habitación.

—¡Aybee! ¡Cógelo! —Aybee oyó el grito de Sylvia, pero Ransome había caído hacia delante. Su torso se dobló, luego se enderezó en un doloroso estiramiento que acabó por tirarlo al suelo.

—Cierra la puerta. Vigila que no venga nadie —dijo una voz agónica—. No puedo aguantar más.

Ransome se retorcía en el suelo pulido mientras Aybee y Sylvia lo observaban, aturdidos.

—Ransome. ¿Te encuentras bien? —Sylvia se agachó junto a él.

—Ransome tal vez esté bien. —La voz se redujo a un susurro—. Pero yo soy Bey Wolf. Ayúdame, Sylvia. Necesito cinco minutos de descanso.

El cuerpo se sacudía en un violento espasmo. La cara convulsa que miraba a Sylvia seguía siendo la de Black Ransome, pero en el fondo de aquellos ojos doloridos ella vio algo más.

—¡Bey! ¿Eres tú de verdad? ¿Qué sucede?

El cuerpo se había desplegado totalmente. Ahora parecía veinte centímetros más largo. El torso se estremeció.

—Hice lo que decía que nunca debía hacerse en mis clases de la Oficina de Control de Formas. Lo más estúpido y peligroso del mundo. Un cambio de forma acelerado hacia una forma final mal definida, programado desde cero y sin ninguna posibilidad de variaciones paramétricas… Estoy fuera de la zona de estabilidad. Reducción de tamaño por medio de contracción muscular. Sólo tengo control muscular parcial. —La cara de Ransome ofreció una sonrisa torcida—. Cinco minutos más.

—Eh, Hombre Lobo, tómate tu tiempo. —Aybee se había asomado al pasillo y ahora cerraba la puerta—. Aquí estamos a salvo. Yo vigilaré. Sylvia, mira a ver si puedes ayudar.

—No me toques. Lo estoy logrando. —La crisis interna había pasado, y las sacudidas y retortijones del cuerpo de Bey-Ransome estaban suavizándose—. Aybee, pareces saber moverte por aquí. ¿Estamos muy lejos del centro principal de comunicaciones?

—A medio kilómetro. Está al fondo del pasillo, y luego hacia la periferia. Pero el lugar estará vigilado y no se encuentra lejos de las habitaciones del propio Ransome. Puede que incluso él esté allí.

—No lo creo… me parece que está fuera del habitat. De todas formas, tenemos que correr el riesgo. Me queda tal vez… una hora, antes de tener que regresar a un tanque. Esta forma es un desastre. —Bey gemía por el esfuerzo, obligando a su cuerpo a regresar a la forma más baja y más compacta de Black Ransome—. Deberíamos poder llegar al centro de comunicaciones. Aquí nadie discute con Ransome… ni siquiera los roguardias. Me dijeron cómo encontraros sin hacer una sola pregunta. Ayúdame a levantarme, Sylvia.

—Tienes un aspecto terrible. Tómate un poco más de tiempo.

—No tenemos tiempo. Tenemos que llegar al centro de comunicaciones y enviar un mensaje a la Nube diciendo dónde estamos, antes de que reaparezca Ransome, o de que alguien me haga una comprobación cromosómica o de que me caiga a trozos. Cuando se sepan las coordenadas de este lugar, si nos vuelven a capturar no importará. Bien. Cuando queráis.

Las sacudidas y retortijones remitían, y la cara había adquirido de nuevo el decidido semblante de Black Ransome. Con Aybee abriendo la marcha y Sylvia preparada para sostener a Bey si lo necesitaba, continuaron avanzando con cautela por el habitat y luego se desviaron hacia fuera. Los serpenteantes pasillos estaban desiertos, lo que permitió que Bey se detuviera y descansara por el camino. Durante los últimos cincuenta metros Sylvia notó que el rostro se le tensaba de expectación, y estaba segura de que se notaba. Pero en la entrada de la instalación de comunicaciones, los guardias simplemente se pusieron firmes, retrocedieron un paso y saludaron cuando los tres pasaron. Bey-Ransome se detuvo en el umbral y miró a su alrededor. El centro estaba vacío. Con un ademán indiferente a los guardias cerró la puerta.

—Lo más peligroso ha pasado, al menos por el momento. —Bey suspiró y se acercó a la unidad de hiperrayo—. Sabía qué aspecto tiene Ransome, incluso cómo se mueve y conocía su timbre de voz, he visto de sobra al Hombre Negentrópico, pero no conocía su forma de hablar, ni su manera de saludar a la gente.

—Bey, tenemos problemas que no comprendes. —Aybee alzó una mano para impedirle que tocara la consola de comunicación por hiperrayo—. No es seguro enviar un mensaje a la Nube… Ransome tiene a Cinnabar Baker en el bolsillo. He visto mensajes de ella.

Bey sacudió la cabeza y conectó la unidad de comunicaciones.

—No me sorprende, lo sospechaba. No me gustó la idea cuando se me ocurrió, pero sabía que había una filtración… y no podía deberse más que a Baker.

—Pero si no podemos confiar en ella, ¿entonces en quién? —dijo Sylvia.

—En nadie. Enviaremos el mensaje a todas partes, a lo largo de los Sistemas Interior y Exterior. Aybee, ¿puedes apoderarte de todos los canales de comunicación?

—¿Para una transmisión general? —Aybee observó el panel unos segundos y luego asintió lentamente—. Supongo que sí. Harán falta unos segundos para prepararlo… y si me apodero de todos los canales nos descubrirán. Tendré que expulsar a un centenar de usuarios del sistema. El Agujero en pleno vendrá hacia aquí.

—Eso es otro problema. Prepara el sistema de comunicación. Sylvia y yo trabajaremos en el mensaje.

—Dame cinco minutos. Prepara un conjunto de datos formateado, preparado para ser transmitido. —Aybee se inclinó sobre el panel y empezó a trabajar. Al cabo de unos minutos maldijo y levantó la cabeza—. Problemas. El sistema no está preparado para una transmisión general.

—¿No puedes trucarlo? —Bey podía oír el sonido de su propia voz que cambiaba, y las manos empezaban a temblarle. Tenía que introducirse pronto en un tanque de cambio de formas.

—Puedo. Pero tendré que sentarme aquí y ocuparme de todo. Es de baja velocidad, además… voy a necesitar media hora de transmisión. Pero en cuanto empecemos, todo este habitat empezará a zumbar.

—Muy bien. —Bey se levantó—. Sylvia, tú puedes terminar el mensaje. Queremos que todos en el Sistema sepan que Ransome es la causa de los problemas de control y comunicaciones. Dales las coordenadas de situación del Agujero, cuéntales lo que ha estado pasando, todo lo que sabes de él. Di que necesitamos un centenar de naves, o un millar, de cualquier parte del Sistema, y de paso añade una nota diciendo que hay una filtración en la oficina de Cinnabar Baker. Si su origen es la propia Baker, eso se encargará de ella. Si no lo es, hará algo rápidamente. Y tú, Aybee, en cuanto estés preparado, apodérate de los circuitos de salida y envía el mensaje.

—¿Y tú? —Sylvia se había levantado cuando Bey lo hizo, y lo sostuvo cuando vio que se tambaleaba.

—Tengo que garantizar a Aybee sus treinta minutos. Proteged el fuerte aquí. No intentéis marcharos aunque terminéis de enviar el mensaje. Pasad desapercibidos hasta que yo regrese.


—Bey, tienes un aspecto terrible. —Sylvia notaba cómo le temblaba el brazo—. Debería ir contigo.

—No. No podrías ayudarme, y enviar ese mensaje es prioridad máxima. Prepáralo y luego ayuda a Aybee a enviarlo.

—¿Qué vas a hacer tú?

Bey le dedicó una sonrisa apagada.

—Ojalá lo supiera. No te preocupes. Ya pensaré algo. Aybee, haz una pausa de diez segundos y dime cómo llegar a las habitaciones personales de Ransome. Tal vez pueda acabar con el problema que tenemos aquí, desde lo alto.

Aybee asintió, hizo una pausa y luego escupió una serie de direcciones. Seguidamente se puso a trabajar en un panel de control. Fue Sylvia la que observó tristemente cómo Bey se tambaleaba hacia la puerta. Todavía se parecía a Ransome en su aspecto general, pero su lenguaje corporal era ya sutilmente distinto. Sus movimientos se habían vuelto entrecortados, con violentas e incontroladas sacudidas musculares en brazos y piernas.

Sylvia guardó silencio y se obligó a verle marchar. Bey creía tener otra media hora antes de verse obligado a encontrar un tanque de cambio de formas. Ella sospechaba que era irrelevante. Mucho antes Bey ya sería incapaz de hacerse pasar por Black Ransome ante alguien que tuviera ojos y oídos.

27

Dios no juega a los dados.

ALBERT EINSTEIN


Dios no sólo juega a los dados, sino que a veces los tira donde no pueden verse.

STEPHEN HAWKING


Dios sabe lo que hace.

APOLLO BELVEDERE SMITH


Después de que Bey se marchara, el silencio imperó en el centro de comunicaciones durante cinco minutos. Sylvia había terminado rápidamente el mensaje formateado y definió una referencia direccional, pero entonces se sintió reacia a hablar y romper la concentración de Aybee. Él preparaba la secuencia maestra que tomaría de golpe todos los circuitos de mensajes del Agujero de Ransome, y era importante no dejar ninguna pista de tal intención hasta que llegara el momento.

Finalmente, él miró a Sylvia y asintió.

—Preparado. ¿Dónde está el mensaje?

—Lo he puesto en un banco de acceso restringido para más seguridad… para que nadie pueda verlo accidentalmente.

—Buena idea. ¿Palabra clave?

—«suerte.»

—Sí. Esperemos.

Aybee introdujo la secuencia final de llamada y se acomodó en su silla. Hubo una pausa y luego un destello de luces a través de la pantalla. Aybee asintió.

—Muy bien. Estamos en marcha. Ahora empieza la diversión… en todo el habitat la gente está siendo expulsada de los circuitos de comunicación.

—¿Sabrán que la orden parte de aquí?

—No lo sé. Probablemente. No veía ninguna forma de impedirlo… pero he hecho todo lo posible por detenerlos. He puesto el nombre de Ransome en todo, para que parezca que es él quien se apodera de los circuitos. —Se levantó—. No pierdas de vista ese indicador. Si llega a cero, avisa. Significa que tendré que intervenir. Habremos acabado cuando llegue a dos ochenta. Entonces podré liberar los canales.

—¿Qué vas a hacer?

—Todavía no lo sé. Bey dijo que pasáramos desapercibidos, pero no quiero quedarme aquí sentado. Necesitamos ser útiles. —Aybee se acercó a la puerta, la abrió mínimamente y se asomó. Se retiró de inmediato y volvió a cerrarla.

—¿Qué pasa?

—Hay tipos fuera. Cuatro.

—¿Vienen hacia aquí?

—No. Ni siquiera están mirando. Sólo están ahí de pie. Apuesto a que es cosa de Bey. Los habrá enviado para impedir que entre nadie. Pero eso significa que estamos atrapados. —Aybee contempló el centro de comunicaciones, luego se aproximó a una trampilla horizontal emplazada en el suelo curvo. La alzó y se asomó.

—No servirá de nada. —Sylvia había seguido sus acciones—. Ahí abajo no hay más que un núcleo energético. La puerta da acceso al exterior del blindaje. No podrás salir por ahí.

—Lo sé. Sólo quiero echar un vistazo. Me muero por acercarme a un núcleo vivo desde que llegué. —Se detuvo con la trampilla a medio abrir—. ¿Cómo va ese contador?

—Por uno setenta.

—Va bien. Déjame echar un ojeada aquí dentro. —Aybee metió la cabeza por la abertura de la trampilla—. Es uno vivo, sí. Cable enroscado para los sensores. Una gran caja de conexión… como la que había en el núcleo de la Granja Espacial. —Se introdujo más por la abertura, arrastrando el cuerpo por el suelo hasta que Sylvia sólo le vio las caderas y las piernas—. Y su propia consola de ordenador. —La voz sonaba apagada—. Parece que hay un enlace directo desde los sensores del núcleo hasta el ordenador central del habitat. ¿Por qué hacer eso, a menos que…? —Otros treinta centímetros de Aybee desaparecieron por la trampilla.

Ante Sylvia, la cuenta había seguido creciendo ininterrumpidamente. Por fin llegó a dos ochenta y se detuvo, parpadeando suavemente. Un indicador de «MENSAJE TERMINADO» destelló. Ella liberó todos los circuitos de comunicación y se acercó a la trampilla. Dio un golpecito a Aybee en el muslo.

—¿Qué pasa? —Aybee tuvo que retorcerse para mirarla.

—Nada, pero hemos terminado con el mensaje. Si quieres bajar ahí, descubrirás que es más fácil con los pies por delante.

Esperó mientras él se daba la vuelta y lo siguió por la estrecha escalerilla hasta que ambos estuvieron en el escudo externo de un núcleo. Sylvia contempló la superficie negra y pulida.

—¿Cómo sabes que es un núcleo activo?

Aybee señaló.

—Ésa es la unidad de control para el momento angular. Durante las dos últimas semanas he comprobado un par de ellas. La mayoría no están conectadas a los sistemas spin-arriba/spin-abajo, así que no están preparadas para ser utilizadas como fuentes o reservas de energía. De hecho, no estoy seguro de para qué sirven. —Hizo una pausa—. Pero está vivo. Conectado, activo y listo para girar.

El panel de control del núcleo era una unidad compacta situada en la superficie curva del escudo. Aybee se agachó a su lado.

—Hasta ahí, muy bien. ¿Quieres echarle un vistazo?

—No sabría por dónde empezar. Pero si tienes alguna manera de saber qué hay dentro de los escudos, puedes comprobar lo que me sugirió Bey cuando trabajábamos en el mensaje. Él opina que ahí dentro hay algún nuevo producto de cambio de formas, algo capaz de sobrevivir cerca de un núcleo. Intentó escrutar el interior del blindaje en la Cosechadora Marsden, buscando algo inusitado, pero no encontró nada. Aunque tampoco estaba seguro de hacerlo bien. Leo Manx le dijo que te lo preguntara, porque es tu línea de trabajo. Pero tú te lo estabas pasando bien en la Granja Espacial.

—Sí. Me lo pasé de miedo. Fue un auténtico viaje de placer. —Aybee se encontraba ya ante el panel de control, contemplando abstraído su complicada consola—. La disposición es extraña para tratarse de la consola de un núcleo energético. Tiene demasiadas funciones. Y está conectada directamente al ordenador central del habitat.

—¿Puedes escrutar el interior?

—No lo sé. —Aybee pidió el menú de control de funciones y lo estudió unos instantes—. Supongo que sí. Lo único que debería haber dentro del blindaje del núcleo, aparte del núcleo en sí, tendrían que ser los monitores de radiación. Los usaré para hacer una exploración interior y que aparezca en pantalla. Obtendremos una imagen de lo que haya dentro de los escudos. Pero apuesto mi culo a que no encontraremos nada ahí dentro.

Conectó la pantalla e hizo que los monitores interiores ejecutaran una lenta exploración dentro del escudo más interno del núcleo. El núcleo en sí, que emitía gigavatios de radiación y partículas, aparecía en el monitor como un diminuto e intenso punto luminoso. Los escudos triples, que reflejaban aquella lluvia de energía, estaban representados como un flujo continuo más difuso.

Los dos contemplaron la pantalla, esperando alguna anomalía. Cuando la exploración terminó, Sylvia sacudió la cabeza.

—Eso acaba con la teoría de Bey. Estaba seguro de que tenía que haber algo dentro. ¿Y ahora qué?

—Tenemos que usar la pura lógica. —Aybee había vuelto a los controles—. Uno: hay una fuente de información dentro de los escudos de blindaje. Dos: dentro del escudo no hay más que el núcleo. Por tanto, hermoso silogismo, el núcleo debe ser la fuente de información. Llevo semanas reflexionando sobre ello, preguntándome si me estoy volviendo loco… ¡pero nadie me dejaba acercarme a un núcleo y averiguarlo!

—Aybee, no seamos ridículos. Un núcleo es una fuente de energía. No una fuente de información. ¿Cómo puede haber nada dentro de un núcleo? Sólo tiene un diámetro de milésimas de miera. Y aunque haya algo dentro, no podría emitir un mensaje. ¡Un núcleo es un agujero negro!

Aybee sacudía la cabeza y cambiaba la escala de la pantalla. Había ampliado la zona que rodeaba el núcleo.

—Venga ya, Sylv. Los agujeros negros dejaron de ser negros en la década de 1970… ¡hace doscientos cincuenta años! Demonios, lo sabes… ¿por qué si no necesitaríamos escudos de blindaje? Sabes que los agujeros negros expulsan partículas y radiación. Cada núcleo tiene su propia temperatura de radiación y su propia entropía. Tal vez su propia señal.

—¡Pero es demasiado pequeño! Un generador de señales no puede caber en un volumen tan diminuto.

—No sabemos cuánto espacio hay dentro, ni cómo es el interior de un núcleo… ni idea. El interior tiene su propia geometría, su propia firma espacio-temporal, probablemente sus propias leyes físicas. Demonios, la gente lleva siglos diciendo que el interior de un agujero negro es un «universo aparte», pero nunca nos hemos molestado en reflexionar sobre lo que eso implica. Si el interior de cada núcleo es un universo aparte, ahí dentro podría haber cualquier cosa… incluso alguien capaz de comunicarse.

—¿Alguien? ¿Quieres decir algo vivo? ¿Cómo se metió ahí dentro?

—¡Eh!, podrías definirme mejor lo que es la vida. Si te refieres a algo capaz de generar señales no aleatorias, entonces sí, quiero decir vivo. En cuanto a cómo se metió ahí… ha estado ahí todo el tiempo.

—¿Pero cómo? ¿Y qué podría querer decir algo que hubiera dentro de un núcleo?

—Vamos por partes, Sylv. ¿ Quieres descubrir qué es lo que sucede, o iniciar un debate? Recuerda, la termodinámica sólo dice lo que sucede por término medio con la radiación de un núcleo. No dice lo que emite en cada momento concreto… así que echemos un vistazo a esto. —Aybee encendió una segunda pantalla—. No vemos nada cuando repasamos el nivel de radiación total del núcleo, porque el nivel medio es muy alto. Pero puedo calcular la variación temporal de la radiación… la desviación de la media. ¿Ves esa fluctuación? Eso podría ser una señal. Información, procedente del núcleo… de ninguna parte. Justo lo que estaba buscando Bey como señales erróneas para el proceso de cambio de formas. Y apuesto a que esto podría ser la causa del colapso de las comunicaciones de todo el sistema. No olvides que hay núcleos activos en cada lugar importante, en todas partes, desde las Cosechadoras hasta las Granjas Espaciales. Podría ser la causa de la serpiente enroscada del Anillo de Núcleos, de la mujer gigantesca caminando por el recolector de la Granja Espacial, de las espadas azules llameantes, de los sabuesos rojos gigantes… de lo que quieras.

Sylvia estudiaba las fluctuaciones de la pauta de radiación. —Pero no parece una señal. Es puro ruido. —Una señal perfectamente eficaz parece ruido… hasta que conoces las reglas. —Aybee seguía los circuitos que surgían de los monitores del núcleo—. Antes de que la señal pueda ser interpretada, tiene que ser descifrada. Y ahí es donde entra el sistema informático. Mira, una corriente de datos suministra esta señal al ordenador… el ordenador central del Agujero de Ransome. Echemos un vistazo a lo que el ordenador piensa que está viendo. Empieza por… oh… —Contemplaba una nueva señal en la pantalla.

—¿Qué ocurre?

—Malas noticias para Bey. —La señal de alerta desapareció y fue sustituida por un mensaje que parpadeaba—. Mientras jugaba con el sistema de comunicaciones, tomé una precaución. Establecí una interrupción prioritaria respecto a la información sobre Ransome. —Aybee contemplaba la pantalla con el ceño fruncido—. Según esto, Ransome está en dos lugares a la vez en el habitat. Pedí su posición, pero lo único que consigo como respuesta es «SITUACIÓN INCIERTA». Bey podría toparse con el verdadero Ransome.

—¿Puedes hacer algo?

—Nada. Ni siquiera sabemos dónde está.

—Entonces tenemos que continuar. —Sylvia estaba más intrigada de lo que creía—. Averigüemos qué tenemos ahí dentro. ¿Cuál es el siguiente paso?

Aybee tardó un minuto o dos en contestar, luego marcó con el cursor un punto en la pantalla.

—¿Ves ese rastro? Indica que hay un programa en el sistema informático principal, diseñado como interface con este núcleo. Debe de tratarse del algoritmo codificador-decodificador. Podemos intentarlo. Quédate aquí, Sylv, y dime qué pasa. Iré a la consola de arriba y lo ejecutaré.

Aybee subió por la escalerilla, dejando a Sylvia. Ella se preguntó qué esperaban encontrar. Era difícil ver cómo juguetear con los núcleos podría ayudarlos a escapar del Agujero de Ransome. Pero era difícil detener a Aybee cuando tenía el bocado entre los dientes… y ahora ella no quería que se detuviera.

La iluminación de la cámara del blindaje era pobre y Sylvia no tuvo más remedio que acercarse para ver la diminuta pantalla de control. Durante otro par de minutos nada llamó su atención. Luego advirtió que el mecanismo spin-arriba/spin-abajo del núcleo se había activado de repente. Añadía y restaba diminutas descargas de momento angular, demasiado pequeñas para que pudieran ser interpretadas como lecturas energéticas.

—¿Estás haciendo eso tú? —llamó ella.

—¿Haciendo qué? —Aybee asomó la cabeza por la trampilla.

—Spin-arriba y spin-abajo. Pero sólo pequeños cambios. Ahora se ha parado.

—Estaba introduciendo una pregunta sobre el funcionamiento del núcleo. Pero eso no debería producir ningún cambio en el spin. —Aybee se marchó de repente—. ¿Y ahora? —gritó desde arriba.

—Sí, vuelve a hacerlo. Y estoy viendo un cambio en la pauta de radiación del núcleo. ¿Qué lo causa?

—No estoy seguro, pero tengo ideas. ¡Eh! —Su voz se alzó media octava—. ¿Has hecho algo ahí abajo? ¿Tocado los sensores, tal vez?

—No los tengo cerca.

—Bueno, estoy recibiendo algo extraño en la pantalla. Sube a verlo.

Sylvia subió corriendo las escaleras y se acercó a la consola. La pantalla fluctuaba con luces aleatorias. Mientras observaban, cambió súbitamente a una distorsionada secuencia de letras. Sylvia se quedó boquiabierta mientras la pantalla se estabilizaba y un mensaje inteligible empezaba a tomar forma.

PREGUNTA… PREGUNTA… PREGUNTA: ¿ESTÁS PREPARADO PARA RECIBIR?

—Preparado —dijo Aybee, y añadió en voz baja para Sylvia—: Esperemos que sí.

TRANSFERENCIA DE MENSAJE: EL GRADO DE REDUNDANCIA DE LA SEÑAL TRANSMITIDA SE HA REDUCIDO. LA ENTROPÍA CODIFICADA POR UNIDAD ES AHORA DISTINTA DE LA DE TODAS LAS COMUNICACIONES RECIBIDAS ANTERIORMENTE. DEDUCIDA PRESENCIA DE NUEVO GENERADOR DE SEÑAL EN EL SISTEMA TRANSMISOR. PREGUNTA: ¿QUIÉN ERES?

Aybee parpadeó y se quedó mirando el panel. Tras un momento, se encogió de hombros.

—Me llamo Aybee Smith. —Su voz sonó súbitamente ronca e insegura, y hubo una breve pausa antes de que el codificador vocal pudiera hacer la adaptación y una transcripción de sus palabras apareciera en la pantalla—. Soy ayudante especial de Cinnabar Baker, coordinadora general del Sistema Exterior. Me acompaña Sylvia Fernald, responsable de los sistemas de control de la Nube. Eh. Vamos al grano. Pregunta: ¿quién demonios eres TÚ?

28

… Por primera vez sintió la aturdida y furiosa indefensión que es el primer golpe de advertencia del triunfo de la mutabilidad. Como el Atbulf envenenado de La tragedia de los locos, podría haber exclamado: «Oh, estoy cambiando, cambiando, cambiando terriblemente».

DOROTHY L. SAYERS


El interior del Agujero de Ransome le recordaba a Bey un gran almacén en desorden. Esparcidos por él, aparentemente al azar, había centenares de núcleos, cada uno capaz de suministrar energía a una estructura el doble de grande. Las diminutas singularidades estaban distribuidas por toda la estructura; mantenidas en posición por imanes elecromagnéticos, flotaban dentro de sus triples escudos esféricos.

Sin otra masa que proporcionara gravedad, los núcleos definían todo el campo interno del habitat. Los pasillos se retorcían y serpenteaban, siguiendo la horizontal local; los cables colgantes serpenteaban sus mareantes caminos a través de espacios abiertos, curvándose para seguir potenciales invisibles. El suelo de un pasillo podía girar en ángulo recto en treinta metros y seguir proporcionando un entorno de gravedad constante.

En el estado de Bey, el viaje por el interior fue un episodio de pesadilla surrealista.

La geometría en espiral que lo rodeaba cuadraba a la perfección con las condiciones de su propia cabeza. Concentró su atención en seguir las instrucciones de Aybee y continuó adelante. Por fortuna, los túneles internos estaban casi desiertos. Empezaba a creer que podría llegar a las habitaciones de Ransome pasando inadvertido cuando vio ante sí cuatro oficiales de segundad armados. Dos de ellos estaban vueltos hacia él. No había manera de evitarlos y, en cualquier caso, tampoco conocía otro camino que pudiera conducirle a su destino.

Bey puso toda su energía en enderezarse y avanzar sin vacilar. Cuando estuvo a cinco pasos del grupo, saludó con un gesto cortante.

—¿Ocupados?

—No, señor. —La respuesta fue rápida y respetuosa—. No especialmente.

—Bien. Va a mandarse un mensaje importante desde la Central de Comunicaciones y no quiero que nada lo interrumpa. Quiero que vayáis allí y os aseguréis de que no haya interrupciones hasta que yo regrese.

Parecía poco convincente… él mismo lo parecía. Pero todo lo que vio fue un cabeceo deferente. Mientras los hombres se ponían en marcha, Bey se arriesgó una vez más. Cogió el arma del cinturón del último hombre.

—Préstamela. Ya te la devolveré.

Había ido demasiado lejos, estaba seguro. Pero el hombre se limitó a asentir y dijo:

—Sí, señor. —Y corrió detrás de los demás.

Bey se quedó inmóvil hasta que todos se perdieron de vista, y luego se desplomó contra la pared del pasillo. Permanecer erguido y hablar le había supuesto un enorme derroche de energías. Avanzó un paso y a mitad del gesto notó una sacudida por todo el cuerpo. Era una vibración interna, un temblor de cada músculo y cada nervio. Alguna barrera interior contra el destructivo cambio se había desmoronado de repente.

Se concentró en la curva del pasillo, que estaba a veinte metros, y no pensó en nada más. Dio un paso. Su cuerpo respondió con esfuerzo a su voluntad, pero se movió. Otro. Otro más. Otro…

Llegó a la curva. ¿Cuánto tiempo había tardado? El siguiente objetivo era… ¿qué? Un cambio de color en el pasillo, treinta pasos más allá. Tenía que llegar, no había nada más. Otro paso, y luego otro.

Se guió tocando la pared con una mano extendida. Por fin. Sus ojos buscaron y registraron el siguiente objetivo.

Un esfuerzo más… veinte pasos. ¿Podría hacerlo?

Y luego uno más. No pienses, sólo muévete.

En la última fase de acercamiento a las habitaciones personales de Ransome, Bey se vio reflejado en un panel plateado. Al principio le pareció estar frente a un espejo distorsionador. Sus miembros colgaban flaccidos y torpes, tenía los ojos inyectados en sangre y había en su rostro una expresión gris y pastosa. Intentó imitar la sonrisa confiada e imponente de Ransome, y lo único que consiguió fue la mueca de un loco.

Se acercó a la brillante superficie. Era perfectamente lisa y bruñida, sin ningún elemento distorsionador. Y cuanto más se acercaba, menos se parecía a Black Ransome. Las articulaciones petrificadas chasqueaban y crujían. Le ardían los músculos y la movilidad le abandonaba. Cada vez parecía más un espantapájaros clavado a un armazón deforme. Avanzó tambaleándose.

Estaba preparado para engañar, mentir o luchar hasta llegar a las habitaciones de Ransome. Ahora estaba seguro de no tener ya fuerzas para hacerlo. Por fortuna, no le hizo falta. Quizá Ransome confiaba tanto en su propio poder para exigir lealtad que desdeñaba la protección, o tal vez aquella zona sólo estaba vigilada cuando Ransome estaba allí; fuera cual fuese el motivo, Bey pudo atravesar la puerta sin problemas.

Aybee le había hablado del estilo rococó de la primera cámara, con su gran globo de agua lleno de peces exóticos. De otro modo, Bey lo habría añadido a su creciente lista de alucinaciones. Avanzó hacia la suite interior. No tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado desde que dejó a Sylvia y a Aybee. Necesitaban cada minuto que pudiera proporcionarles. En el fondo, aún conservaba una esperanza: si de algún modo lograba capturar o neutralizar al verdadero Ransome, todavía existía la posibilidad de escapar del Agujero. Sabía que no podían contar con la llegada de refuerzos: tardarían semanas, incluso si la respuesta a la señal de Aybee era instantánea y usaban las naves más rápidas de los Sistemas Interior y Exterior.

Vaciló un momento en la puerta de las cámaras internas. Sin duda el mensaje se había completado ya. En cualquier caso, no se atrevía a esperar. Notaba los cambios por todo el cuerpo. Su larga formación le permitía compensar algunos de ellos, pero estaba cerca del límite.

El arma que empuñaba estaba regulada a nivel letal. La alzó, abrió la puerta y entró. Y vio, a menos de seis metros de distancia, no a Ransome, sino a Mary.

Como era típico en ella, había ignorado la manera de vestir propia del Agujero de Ransome. Llevaba un vestido violeta con grandes hombreras y cuello cerrado, y en la cabeza lucía un sombrero verde de ala ancha. Se volvió lentamente al oír descorrerse la puerta, con una expresión imperiosa en el rostro.

Sin duda Mary interpretaba un papel, ¿pero cuál? Ninguno que Bey reconociera. Bajó el arma, para no apuntar al torso. Mary ni se dio cuenta. Se plantó ante él y le colocó las manos sobre el pecho.

—¡Bey! —Se acabó la idea de que aún se parecía a Ransome—. Pobrecito mío, ¿qué te ha pasado?

—¿Dónde está Ransome? —Su voz se quebraba, tenía un nudo en la garganta.

—Bey, ¿qué estás haciendo aquí? Quise ir a verte la semana pasada, pero me dijeron que ya no estabas en el habitat. ¿Cuándo has vuelto?

—No me he ido nunca. ¿Dónde está Ransome?

—Mi pobre amor… —Mary lo separó de sí y lo examinó con atención, tocando su rostro con un suave dedo. Bey advirtió por primera vez que estaba llorando—. No sé qué te has hecho, pero sé lo que tienes que hacer a continuación. Tenemos que llevarte a un tanque de cambio de formas… ahora mismo.

—Pronto. Todavía no. ¿Dónde está Ransome?

—Bey, ni siquiera deberías pensar en Ransome en tu estado. —Ella le sujetaba, abrazándolo—. Estás tiritando. Tengo que cuidarte.

—¿Dónde está Ransome?

—No lo… —empezó a decir Mary. Se interrumpió.

—Si tanto le interesa mi paradero, señor Wolf, podría al menos mirarme. —La indiferente voz provenía de la izquierda de Bey, de una zona oscura de la habitación. Se volvió hacia esa dirección. Ransome se encontraba allí de pie. Cuando Bey alzó el arma, la figura vestida de negro avanzó dos pasos.

—No se acerque más —dijo Bey—. Está graduado a máxima potencia.

—Vaya. Qué poco amistoso. —Bey parecía tan tranquilo y racional como siempre—. Vamos, señor Wolf, ¿no puede pasarse sin estos gestos de violencia? Ambos somos hombres civilizados y tenemos mucho de que hablar.

—No es verdad. Usted es un asesino. No tenemos nada de que hablar.

—Déjeme persuadirle de lo contrario. ¿Se da cuenta, señor Wolf, de que ésta es la tercera vez que le he subestimado? Realmente imperdonable por mi parte. Pero eso me convence más que nunca de su valor para mis operaciones. Podría hacer maravillas por nuestros sistemas de seguridad.

—No haré nada para ustedes. —Bey agitó el arma ante Ransome. Se sentía cada vez más mareado e incapaz de hablar—. Retroceda.

—Pensará lo contrario en cuanto comprenda mi misión. —Ransome se acercó otro paso a Bey—. Considera que ambos somos algo así como «enemigos», gente de bandos opuestos. Pero no es así. Sin duda admitirá que no debe lealtad alguna al Sistema Interior: lo despidieron después de toda una vida de trabajo. En cuanto al Sistema Exterior, esa gente no tiene nada en común con usted. Podemos trabajar muy bien juntos. ¿Por qué no ser prácticos? El antiguo orden del sistema solar ya no es válido. Pronto habrá desaparecido para siempre. Aparte el arma y siéntese. Es más peligrosa para usted que para mí. Y usted y yo tenemos que hablar.

—Estoy harto de hablar.

—No, escúchale, Bey. —Mary le agarró el brazo, pero no intentó impedir su amenaza—. Tiene razón. He seguido los informes del Sistema Interior. Es un verdadero caos.

—Claro. Porque él… —Bey intentó señalar a Ransome, y descubrió que su brazo hacía un movimiento espástico propio— ha estado haciendo todo lo posible por crear ese caos. ¿No puedes ver, Mary, que él es la causa, de todos los problemas? —Bey agitó de nuevo el brazo ante Ransome—. No tengo tiempo ni ganas de hablar con usted. Retroceda contra esa pared.

—No sea tonto, señor Wolf. —Ransome avanzó otro paso—. Escapó de sus habitaciones. Un logro inusitado que además estoy dispuesto a reconocer. Pero aparte de eso, no tiene poder alguno para influir sobre los acontecimientos. Está en una forma física desastrosa y no parece comprender la realidad. Puedo hacer que dentro de nada un centenar de personas aparezcan aquí para reducirle. Así que suelte ese arma.

—¡Atrás! Ultima advertencia.

Pero Ransome seguía avanzando, sonriendo todavía. Y Bey comprendía que estaba al límite de sus fuerzas.

Era ahora o nunca. Con manos temblorosas, apuntó directamente a la cabeza de Ransome, gruñó y disparó.

Se produjo el habitual destello azul. Bey se desplomó contra la pared. Ransome no le había dejado ninguna opción, demasiadas vidas dependían de que detuviera a aquel hombre, pero Bey se sentía enfermo por lo que había hecho. ¿Le perdonaría Mary, comprendería que tenía que hacerlo ?

Mientras la radiación Cherenkov se apagaba, Bey alzó la cabeza. ¡Increíble! Ransome se movía todavía. Había sido atravesado por un rayo de alta intensidad. ¡Imposible!

Aparecieron bordes de Cherenkov. Mientras Bey observaba, la cara de Ransome se volvió amarilla y empezó a burbujear. La piel se evaporó en ardientes bolsas de luz, revelando la pared de detrás a medida que sus colores se difuminaban.

Las burbujas de la cara de Ransome estallaban en su cerebro. Bey soltó la pistola y se derrumbó contra Mary.

—Efectos de interferencia de campo… ¡una holografía!

—Por supuesto. —La imagen de Ransome empezaba a difuminarse y sólo su voz parecía flotar claramente en el aire—. ¿De qué otro modo podría aparecer ante usted cuando estoy lejos? ¡Y qué idiota tiene que ser usted, Wolf, para creer que no habría tomado precauciones contra la muerte y la traición!

El uniforme de Ransome se volvía transparente. Su sonrisa mostraba una boca negra, dientes negros, mientras se volvía hacia Mary.

—Deja ya a este idiota. Merece morir. Y por su aspecto no tardará mucho en hacerlo.

Miró a Bey y sacudió la cabeza con expresión de desdén.

—Me temo que desgraciadamente le he sobrestimado, Wolf. Es tan idiota como los otros. ¿Creía de verdad que me expondría a morir sin terminar la obra de mi vida? Si hubiera accedido a cooperar podría haberle salvado. Pero intentó matarme… y eso significa su propia muerte. Su vida está acabada. Para mí, y para lo que voy a hacer, es sólo el principio.

—No. —La garganta de Bey se tensaba. Tenía poco tiempo para hablar—. Usted es el loco, Ransome. Usted es el que no comprende la realidad. Está acabado. Hace unos minutos enviamos un mensaje, por todos los circuitos, a los Sistemas Interior y Exterior. La gente sabe dónde está, lo que es, con cuántas acciones ha matado. Está acabado, Ransome, aunque no lo admita. No importa adonde huya, dónde se oculte, le encontrarán y lo llevarán a juicio.

La imagen del rostro de Ransome destelló de furia y asombro.

—Un acto verdaderamente intolerable. Y bastante fútil. No estoy acabado… ¡no he hecho más que empezar! Y tengo a mi alcance herramientas que están más allá de su imaginación. Le diría que espere y verá, pero no vivirá lo suficiente para eso. Muera ahora, Wolf, se le ha acabado el tiempo.

¿Era cierto? ¿Tenía Ransome más fortalezas secretas, otros recursos? Bey no lo sabía y ya no podía analizar nada. Si había que librar otras batallas contra Ransome, otros tendrían que librarlas.

Black Ransome. Ya todo se oscurecía a su alrededor. ¿O era que se estaba quedando inconsciente?

—Deja a este idiota ignorante, Mary, y sigúeme —dijo una voz cortante. Y entonces incluso la sombra oscura desapareció.

Bey luchó por mantenerse en pie, por apartarse de Mary. Ella le miraba, sujetándolo, los ojos como platos, el rostro junto al suyo.

—¡Bey! ¿Puedes oírme?

«Sombrío, sonriente rey. Ransome se ha ido. Ransome se ha ido.» Su cabeza se disolvía, fundido en negro. «Piérdete muy lejos, disuélvete, y olvida…» Bey trató de asentir, fracasó, sintió que las piernas se le doblaban.

—¡Bey! —La voz era de Mary, de su Mary, infinitamente triste y lejana—. Estoy aquí.

Él ya no podía verla. Intentó agarrarle la mano, pero al hacerlo toda sensación escapó de sus yemas.

Mary, vestida con un traje blanco de flores: «Esto es romero, para recordar.» Mientras la miraba, creció, adelgazó, palideció, se convirtió en Sylvia, le miró con desaprobación. «Demasiado pequeño, Bey Wolf, demasiado peludo. Horrible.» Sin previo aviso sus rasgos fluyeron, se convirtieron en los de Andrómeda Diconis. Tenía el labio inferior hinchado, la cara arrebolada de pasión, el pelo rojo (¿pelo rojo?), el pelo de Mary, la ronca voz de Mary diciendo: «Hay peticiones en el amor que pueden ser cumplidas.» Una cara pálida bajo el negro cabello suelto y el rebuscado sombrero. El ya había visto ese vestido muchas veces.

La mente de Bey era un caos de estados cuánticos, transiciones sin advertencia o control, palabras e imágenes fragmentadas y entrelazadas.

«Estoy muriendo, Egipto, muriendo: sólo yo importuno a la muerte aquí, deposito los últimos de muchos miles de besos sobre tus labios.» Oyó a Mary hablando en su mente, vio de nuevo la ropa de algodón, el pelo trenzado, el alto sombrero, luchó contra su ibrazo. «Pero tú no estás muriendo, Mary. Soy yo quien muere. Tengo una cita con la muerte, a medianoche, en alguna colina incendiada. Pero no era así, estoy recordando mal. Y esto no es la Tierra. Estoy muriendo aquí, lejos de la Tierra. Lejos de la noche y de la mañana, y más allá del cielo perlado.

»Siempre estuve seguro de morir en la Tierra. Por la noche, al final de un perfecto día de verano. Estrella del atardecer y de la noche, y una clara llamada para mí.»

Sintió que los brazos de Mary se tensaban en torno a él, sujetándolo al mundo. Luego también esa sensación desapareció. Al final no quedó nada, nada a lo que aferrarse. Todo el universo parpadeaba, borrándose de la existencia.

«Tu mano, gran Anarch, deja caer el telón. Y la oscuridad universal lo entierra todo.»

Bey se apagó.

29

Sólo el cambio es perdurable.

HERÁCLITO


Bey había luchado con todas sus fuerzas, pero la presión acabó por hacerse irresistible. Fue izado, penosamente hacia la vida, hacia la consciencia, hacia la incomodidad, con tanta firmeza y decisión como un corcho en una ola.

Llegó a la orilla de la consciencia y permaneció un rato tendido con los ojos cerrados, rechazando el mundo. Pero no podía bloquear los sonidos. Junto a él había un silbido asmático y esforzado, la respiración entrecortada de un ser humano cercano a la muerte.

Al cabo de dos minutos, Bey ya no pudo soportarlo más. Permitió que sus ojos se abrieran, y de inmediato fue plenamente consciente.

Encaramado a la puerta abierta del tanque de cambio de formas, a menos de quince centímetros de su rostro, se encontraba Turpin. El cuervo tenía la cabeza inclinada hacia un lado y sus brillantes ojos negros miraban a Bey sin parpadear. Soltó de nuevo un temible silbido rugiente acompañado de una tos borboteante.

Como un eco, oyó un carraspeo más lejano. Tres metros más allá de Turpin estaba sentado Leo Manx, con cara de enfado y desaprobación. Cuando vio que Bey tenía los ojos abiertos, asintió.

—Por fin. Bien. Se lo diré a los demás.

Se levantó y salió rápidamente, antes de que Bey pudiera hacerle la primera de una docena de preguntas.

Posiblemente daba igual. Bey no podía hablar. Se inclinó hacia delante en el tanque y expulsó de los pulmones una flema oscura y pegajosa mientras Turpin se apartaba rápidamente con un graznido de furia.

Para cuando pudo respirar, Manx había regresado con Aybee. Aybee miró el suelo manchado que Bey tenía delante. —¿Me has traído aquí para ver eso? Repugnante, Leo. Totalmente repugnante.

Bey se estremeció con un último ataque de tos. —¿Cuánto? ¿Cuánto tiempo he…? —Se quedó sin aire. Pero ya tenía una cierta idea de la respuesta. Un viaje desde el Sistema Exterior requería semanas. Si Leo y él se encontraban en la misma habitación, había pasado mucho tiempo. Incluso antes de ver a Leo, Bey supo que había estado dentro del tanque para experimentar una sesión extendida. Podía sentirlo, en la mutabilidad de cada célula.

—Treinta y seis días. —Aybee miró a Bey de modo acusador—. Durmiendo como un tronco, Hombre Lobo. Y te has perdido toda la diversión.

—Te encontrabas en un estado lamentable —dijo Manx—. Ese cambio de forma que ejecutaste… sin vigilancia, con pocos datos… —Lo sé. Tendría que estar muerto. ¿Cogisteis a Ransome? —No. —Leo Manx todavía parecía molesto—. Se escapó. No tenemos ni idea de adonde fue, de dónde está ni de lo que hace. Naturalmente, seguimos buscando.

—¿Mary? —Bey había vuelto a quedarse sin aire y gemía. Comprendió de pronto dónde había encontrado Turpin inspiración para aquella respiración torturada.

—Está aquí. —Aybee hizo una pausa, y entonces leyó la siguiente pregunta en la mirada de Bey—. En el Agujero de Ransome, quiero decir. Seguimos en el habitat —sonrió—. Nosotros y más gente de la que quisiera ver en toda mi vida. Todo el mundo está aquí.

—¿En respuesta a nuestro mensaje?

—Sí… y a otro que envié un poco después. Ese los atrajo a puñados. Sylvia está a punto de esconderse. Eh, ¿puedes andar mejor de lo que hablas? Si es así, puedes ver por ti mismo por qué las cosas se han desquiciado.

—Puedo andar. —Bey se lo pensó mejor—. Tal vez. —Entonces vamos. Tienes que verlo con tus propios ojos. Bey se levantó, estuvo a punto de tropezar y, al hacerlo, advirtió que había vuelto a su antigua forma terrestre.

—¿Cómo demonios…?

—Mary Walton —dijo Aybee—. No sabía cómo hacerlo, pero cuando te desplomaste te agarró y te metió quién sabe cómo en un tanque de cambio de formas. Te quiso bajo y peludo… la forma que mejor conocía. Justo a tiempo, por cierto. Sylvia vio los monitores cuando llegó. Cinco minutos más y te habrías convertido en fertilizante.

—Así es como me siento. —Bey salió lentamente de la habitación detrás de Aybee, permitiendo que su cuerpo flotara en la baja gravedad. Así que Mary estaba allí, y también Sylvia. Entre ambas lo habían salvado del abismo.

Se alegraba de estar vivo. Pero nadie más parecía contento de que lo estuviera.

—¿Por qué está Leo tan enfadado?

—Estuvo encerrado durante una semana. Te echa la culpa. —Aybee lo conducía hacia la zona central de comunicaciones—. Cinnabar está aún más furiosa. Siéntate allí.

Bey miró lentamente a su alrededor. Se había sentado en aquella silla antes. Recordaba haber estado allí con Sylvia y Aybee… más o menos. Tenía que haberlo pasado realmente mal.

—¿Por qué están enfadados?

—Ellos te lo dirán. —Aybee no le escuchaba. Se hallaba ante la consola, el largo cuerpo tenso de excitación—. Conecta y póntelo en los oídos. Vamos a entrar —habló al codificador vocal—. RINI conecta. Identificación: Apollo Belvedere Smith. Referencia: Generación de señal anómala, definida en la sesión 302. Pregunta: ¿Cuál es la situación?

Se volvió hacia Bey.

—Tarda unos segundos. Por lo que sé, para cifrar y descifrar en este lado. Sus respuestas son instantáneas. Algún día sabremos cómo es posible.

—¿Las respuestas de quién?

Antes de que Bey recibiera una respuesta, la pantalla empezó a llenarse. Sus palabras resonaron en los oídos de Bey a través de la conexión.

ESTE PUNTO DE ACCESO SE MANTIENE. CUALQUIER OTRA GENERACIÓN DE SEÑALES TERMINADA no equivalente. PREGUNTA: ¿STATUS DE LOS CAMBIOS DE MOMENTO ANGULAR?

—El ordenador sigue sin poder traducir los tiempos —le dijo Aybee a Bey—. Eso es probablemente lo que significa «no equivalente». Me pregunto si los rinis tienen tiempo como nosotros. Si no, lo siguiente no significará tampoco mucho para ellos. —Se dirigió al codificador—. Todos los cambios de momento angular para los núcleos identificados cesarán dentro de tres días. Pregunta: ¿Puedes confirmar que tenemos la lista completa?

LISTA CONFIRMADA. SOLICITO INFORMACIÓN SOBRE TODOS LOS DEMÁS NÚCLEOS: MASA, CARGA, MOMENTO ANGULAR, no equivalente, SITUACIÓN DE VUESTRO MARCO DE REFERENCIA.

—Lo proporcionaremos. Solicito que el siguiente mensaje sea enviado al punto de acceso 073. Comienza la transferencia del mensaje. «Cinnabar Baker dejará el Agujero de Ransome dentro de cuatro horas. Se espera su llegada a la Cosechadora Brouwer dentro de nueve días.» Transferencia del mensaje concluida.

TRANSMISIÓN PEDIDA EJECUTADA. SOLICITUD: TRANSFERENCIA CONTINUADA DEBE SEGUIR DESDE BANCOS DE DATOS GENERALES.

—Proporcionaremos todos los bancos de datos generales. —Aybee sonrió a Bey—. ¿Quieres decir algo? Muy bien, cortemos. Solicitud: Fin de sesión.

FIN DE SESIÓN.

—Desconexión. —Aybee se apartó del codificador, sonriendo, loco de satisfacción.

—¿Qué demonios es todo esto? —Bey estaba furioso, pero lo atribuyó a los cambios de humor que acompañaban la salida de los tanques—. Supongo que estarás dispuesto a decírmelo.

—Claro. Un minuto. —Aybee estableció una secuencia de control—. Tengo que darles los datos… quieren que les envíe el banco de datos del sistema central, un trabajo de chinos. Llevará meses. —Se inclinó hacia atrás—. Tenías razón a medias, ¿sabes? La fuente de información espuria que jodia el cambio de formas y todo lo demás está dentro de los escudos de los núcleos.

—¿Pero no es una forma modificada, como yo creía?

—No. Es algo que está dentro de los núcleos mismos. Él…, o ellos, produce la corriente de radiación estándar, pero modulada para transmitir mensajes. Es tu fuente de entropía negativa.

Aybee lo decía como si nada, pero no podía ocultar su excitación. Viniendo de cualquier otra persona, Bey ni siquiera lo habría escuchado. Viniendo de Aybee, tenía que tomárselo en serio.

—Sabes que lo que estás diciendo parece imposible.

—Claro que sí. Por eso es tan interesante. Hombre Lobo, sigo diciéndoselo a los coordinadores, pero aún no captan la importancia de esto. Ni Ransome tampoco. Aunque estuviera utilizando a los rinis para sus propios fines, pasó por alto el meollo del asunto.

—¿Fue él quien descubrió esto?

—No está demostrado. Alguien del Anillo de Núcleos dio con ello por casualidad, pero apuesto a que no fue el propio Ransome. Estarían manipulando núcleos. Un asunto rutinario, el habitual almacenamiento y extracción de energía. Pero esas cosas dentro de uno de los núcleos detectaron el cambio en el momento angular. Eso les molestó porque sus marcos de referencia inerciales quedaron afectados. Pero son listos. Descubrieron la causa, y modularon la emisión de radiación en respuesta… enviaron una señal. Después vino simplemente un trabajo de programación a este lado: cifrar y descifrar señales. El truco estaba en detectar que se trataba de una señal.

Dentro del núcleo. —Bey miró al suelo. Un núcleo de un millar de toneladas tenía un horizonte de sucesos de sólo unas cuantas milmillonésimas de nanómetro de diámetro. La fuente de señales oculta definitiva—. ¿Se llaman a sí mismos «rinis»?

—No. No se llaman nada, que yo sepa. Ése es el nombre que les he dado. La respuesta del ordenador a mis preguntas parecía ser RINI: «Recibida información no interpretable.» Así que me quedé con eso. Pero ahora formulo mejor las preguntas.

—¿Quiénes son, Aybee?

—No puedo darte una respuesta. Todo el mundo me lo pregunta, pero yo digo que es demasiado pronto para preguntarlo. Son inteligentes, sin duda. Más que nosotros, quizás. Una especie, tal vez. Pero lo más probable es que sean un nuevo universo. Un cosmos entero. No estoy dispuesto a preocuparme por eso. Todavía intento comprender su ciencia. Dieron a Ransome un puñado de cosas: nuevos impulsores, nuevas comunicaciones; pero hay mucho más de lo que él advirtió. Vamos a sacar de esto algunas teorías descabelladas.

—¿Están más avanzados que nosotros?

—Sí. —Aybee hizo una pausa—. O tal vez yo creo que lo están. No sé cómo comparar. Si quisiera hablar raro como Leo, diría que es como si su ciencia fuera ortogonal a la nuestra. Se mueven a lo largo de un eje de comprensión completamente diferente. Es fácil usar sus ideas, pero dificilísimo comprenderlas. Todavía tengo problemas con lo más básico. Por ejemplo: ¿son los rinis una entidad singular o un número finito o infinito de entidades? Resulta extraño pero, por lo que yo entiendo, cuentan en conjuntos no-denumera-bles y no en enteros.

—No pueden ser una entidad singular. Tiene que haber al menos tres.

—¿Por qué?

—Porque he visto ese número de núcleos lanzando falsa información de cambio de formas.

—Eso sería cierto si cada núcleo fuese totalmente independiente. Antes pensábamos así, pero ahora estoy seguro de que nos equivocamos. Los núcleos, al menos los núcleos relacionados con los rinis…

—¿No son todos?

—No. Por eso Ransome tuvo que cambiar los núcleos de la Granja Espacial. Quería tener uno de sus núcleos especiales fuera cuando hubiera hecho su trabajo. Pero los núcleos rini están conectados entre sí de algún modo. Lo que sabe uno lo saben todos. De inmediato, no importa lo lejos que estén. Eso es lo que atrajo tantas naves. Envié un mensaje diciendo que podía ser que tuviera un sistema de comunicación instantánea, a cualquier distancia.

—Pero si todos están conectados, son un mismo objeto.

—No para nosotros. Los consideramos objetos separados. Pero para ellos podrían estar conectados. Es como una tierra plana. Para un ser que vive en dos dimensiones, en un suelo plano, cada pata de una silla toca el suelo por separado, y es por tanto un objeto independiente. Así nos parecen los núcleos. Pero en un mundo de más dimensiones (su mundo) todos están conectados, todos son parte de una cadena.

—Pero entonces no se podría suministrar energía y momento angular a cada núcleo por separado.

—¿Por qué no? Puedes pintar una sola pata de una silla. —Aybee se volvió hacia Bey—. Eh, me alegro de que hayas vuelto a la circulación. Llevo semanas esperando tener una conversación como ésta, pero a nadie parecía importarle. Cinnabar, Leo y los demás están demasiado ocupados hablando de política y deteniendo guerras, y hace falta echar un buen vistazo a todo este material. ¿Sabes cómo funciona el impulsor que los rinis le dieron a Ransome?

—No. Pero puedo esperar hasta mañana para saberlo. —Bey se levantó—. Estoy demasiado cansado. No te molestes en levantarte, puedo salir de aquí por mi propio pie.

Estaba siendo sarcástico. Aybee no había demostrado tener intención de moverse. De hecho, en cuanto Bey dijo que se marchaba, asintió y se volvió hacia el ordenador.

Los sentimientos de Bey eran más complicados. Todo lo que Aybee decía era fascinante, pero Bey se estaba cansando. Aún más, estaba inquieto, tanto que dormir era impensable. Sin ningún plan consciente, se dispuso a seguir un camino familiar, flotando a lo largo de los pasillos que llevaban desde el centro de comunicaciones hasta las habitaciones privadas de Ransome.

Cuando abrió la puerta, pensó que la cámara exterior estaba desocupada. Luego vio a Sylvia Fernald junto al gran globo de agua, contemplando los peces. A su lado se hallaba Cinnabar Baker, aún más delgada que la última vez que Bey la había visto.

Estaban de espaldas, pero de algún modo Baker notó su presencia y se dio la vuelta. Cuando lo reconoció, emitió un sonido a caballo entre la risa y el bufido.

—por fin. Llevo un mes esperando para ser desagradable con usted.

—Usted y también Leo. —Bey no estaba recibiendo las alabanzas que esperaba. Cabía esperar que cuando estabas a punto de morir por asegurarte de que un mensaje importante se transmitier£U—. Supongo que no era usted la responsable de la filtración de las Cosechadoras.

—por supuesto que no. Pero me ha costado lo mío demostrarlo. Según usted los únicos que podíamos estar filtrando información a Ransome éramos Leo y yo… y luego descartó usted a Leo.

—Eso parecía. Tenía que ser alguien cercano a usted, alguien que se moviera con usted de una Cosechadora a otra. Y Leo y Aybee estaban con nosotros en la Granja Espacial.

—Cierto.

—Así que eso significa…

Pero Cinnabar Baker se había dado la vuelta y se dirigía hacia la puerta.

—Dedúzcalo —dijo por encima de su hombro—. O si no puede, Sylvia se lo dirá.

Bey se la quedó mirando.

—Sí que está enfadada. No quisiera tener que discutir con ella en ese estado.

—Lleva semanas furiosa. Nunca la he visto tan enfadada. Pero no contigo. Con Ransome. Hizo algo imperdonable.

—¿Peor que intentar apoderarse del Sistema?

—Mucho peor, si eres Cinnabar Baker. —Sylvia se sentó en un largo banco junto al globo de agua y palmeó el asiento—. Siéntate, antes de que te caigas. Pareces agotado.

—¿Qué hizo Ransome?

—A Baker no le habría importado tanto si se lo hubiera hecho a ella personalmente. Pero su gente se apoderó de Turpin. Pusieron una conexión audiovisual en su cabeza. Todo lo que el cuervo veía y oía era transmitido directamente a Ransome; y Baker nunca iba a ninguna parte sin Turpin… el cuervo incluso dormía en su cuarto. Baker se dio cuenta de lo que ocurría cuando vio el ángulo de algunas de las tomas. Lo peor de todo es que la conexión fue dolorosa, y el contacto hizo que el pobre Turpin se quedara casi sordo y ciego. Cuando Baker lo averiguó, quiso retorcerle el cuello a Ransome con sus propias manos.

—¿Dónde está él?

—No lo sabemos todavía. Pero lo localizaremos.

—No estoy muy seguro de eso. —Bey se sentó por fin junto a Sylvia. Se había acostumbrado a ser alto, y era desconcertante que su cabeza sólo le llegara a ella al hombro. Se notaba las manos entumecidas, y se las frotó—. Ransome fue lo bastante listo para preparar una vía de escape. Sigue siendo tan carismático como siempre, y siempre podrá atraer a la gente.

—Lo sé. Paul cree que Ransome hace brillar el Sol. Pero la próxima vez que intente algo estaremos preparados. Ransome está acabado, aunque todavía no lo sepa. Casi sentí lástima por él. Mary me dijo…

—¿Dónde está? Quería daros las gracias a las dos por salvarme.

Sylvia le miró y colocó amablemente la mano sobre su hombro.

—¿No te dejó un mensaje, Bey? Dijo que lo haría.

—No lo he comprobado.

—Lo siento. Mary dejó el Agujero de Ransome. Ayer, y en secreto. Yo sabía que iba a hacerlo, y supongo que tendría que haber intentado detenerla. Pero no lo hice. Va a buscar a Ransome, dondequiera que esté.

La sensación de entumecimiento se extendía desde sus manos por todo su cuerpo. Mary se había ido. Le había abandonado otra vez. Aceptó el hecho instantáneamente. Era algo que había intuido cuando entró en la cámara y no la encontró.

—Es terrible. —Inspiró profundamente—. Creía que me amaba de verdad.

—Te ama, siempre te amará. Me lo dijo, y no tenía motivos para mentir.

—Pero prefiere a Ransome.

—No lo dijo. Pero sí dijo que Ransome la necesita más que tú.

—¿Cómo puede pensar eso?

—La última vez que hablé con Mary, me dijo que te preguntara algo.

—Parece que te ha dicho muchas cosas.

—Así es. Pero la pregunta es suya. «Antes de que Bey te diga que tiene roto el corazón —dijo—, pregúntale esto: de todas las cosas que le han sucedido desde que salió de la Tierra, ¿cuál ha sido la más excitante y satisfactoria? Y pídele quepiense antes de contestar.»

—Lo más excitante…

—No estás haciendo lo que pidió Mary. Piensa primero.

—Estoy pensando.

Y lo hacía. «Lo más excitante.» ¿Fue asomarse a la nave y ver por primera vez una Cosechadora… o el extraño y perverso placer de la primera comida con Sylvia… la satisfacción de enterarse de que el Bailarín no era un sueño de su propia mente inestable… el rescate en la Granja Espacial… la época mareante con Andrómeda Diconis, probando los centros de placer de un habitat hedonista… la emoción de oír la voz de Mary cuando no lo esperaba? ¿Hacerle el amor? ¿O…? Un recuerdo lo inundó, total y saciante. Brillantes trazadoras amarillas corrieron de nuevo en su mente.

—Fue cuando… —Hizo una pausa; luego las palabras le fueron saliendo, con dificultad, una a una—. Fue cuando estaba buscando el motivo de los cambios de forma equivocados. Y cuando comprendí que la fuente de los problemas tenía que estar dentro de los escudos de blindaje de los núcleos. Pero nunca podría describir esa sensación a nadie. Y no hay manera de que Mary lo supiera.

—Por supuesto que no. Ella no piensa de esa forma. No sabía nada de los cambios de forma, ni de los rinis. Pero intuía qué clase de respuesta darías, si eras sincero. Porque ella te comprende, muy bien. ¿No lo ves, Bey? —Sylvia lo abrazó—. Mary necesita ser necesitada. Cuando la necesitaste, te salvó… incluso cuando estabas aún en la Tierra y no sabías que la necesitabas. Ransome quería causar el caos y crear problemas entre los Sistemas Interior y Exterior. Sabía que el equipo de cambio de formas sería más sensible que ninguna otra cosa a los efectos rini de flujo de información, así que los problemas aparecerían ahí primero. Todo aquel que pudiera comprender lo que sucedía tenía que morir, volverse loco o convertirse a la causa, y parecía más fácil volverte loco que matarte o convertirte. Pero Mary descubrió lo que estaba haciendo. Confundió sus señales, de modo que las imágenes que recibiste fueron distorsionadas y menos efectivas.

—Casi fueron demasiado para mí.

—Pero no pudieron contigo. Conservaste la cordura. Ella habría corrido cualquier riesgo por ti. Ahora Ransome la necesita y correrá riesgos por él. Tú quieres a Mary, pero Ransome la necesita.

—Casi morí por Mary, allá en la Tierra.

—¿De veras? Leo me dijo que tenías la máquina de sueños a potencia media… lo bastante baja para zafarte de ella cuando quisieras.

Bey contempló ausente el gran globo de agua. Un pequeño pez de garganta roja se había acercado perezosamente a ellos y estaba detenido en la pared curva y transparente. Observó a los dos humanos. Así había sido Bey, antes de llegar allí. Atrapado en su propia pecera, a salvo y cálido bajo una capa de atmósfera. La Tierra. De repente anheló volver, ver el cielo azul y las nubes en movimiento.

—Voy a regresar, Sylvia. Mi trabajo aquí se ha acabado. Los rinis son interesantes y van a cambiar todo nuestro universo, pero serán el trabajo de la vida de Aybee, no el mío.

—Lo sé. —Sylvia seguía abrazándolo—. Aybee va a echarte de menos. Nunca lo confesaría, pero eres su ídolo, ¿sabes?

—Mala suerte para Aybee.

—Podría irle mucho peor. Mary me dijo otra cosa más. Dijo que cuando la encontraste en el Halo le hablaste mucho de mí. No aventuró por qué, pero creo que intentabas que te trajera aquí.

—Así es. Fue lo único que se me ocurrió para conseguirlo. Quise ponerla celosa, para que quisiera traerme aquí y ver si la prefería a ti. No quiero decir que la prefiera a ti, pero…

Sylvia sacudió la cabeza.

—Bey, cuando te oigo decir cosas como ésa me pregunto si entiendes algo a las mujeres. Si Mary hubiera estado celosa, o hubiera pensado por un momento que te interesabas por mí, lo último que habría hecho es favorecer un encuentro.

—Pero eso es exactamente lo que hizo.

—¿Es que hay que dártelo por escrito? No la convenciste para que te trajera al Agujero de Ransome… ¡ella pretendía hacerlo desde un principio!

—Pero has dicho que ella nunca hubiera…

—No para que tú pudieras ver si te gustaba Mary más que yo. —La voz de Sylvia era cálida—. Mono peludo y egoísta. Mary lo hizo por sus propios motivos, no por los tuyos. Quería ver si te prefería a ti o a Ransome. Pero después de oírte hablar de mí, dijo que se sentía menos culpable por dejarte para seguir a Ransome.

Bey permaneció en silencio unos segundos, contemplando las profundidades verdiazules del agua. Se sentía cansado, pero en lo más mínimo herido sentimentalmente. Ni siquiera le molestaba enterarse de los motivos de Mary.

—Soy un idiota total —dijo por fin.

—Todos somos idiotas.

—Yo soy el peor. Creía que estaba siendo tan listo con Mary. Voy a regresar, Sylvia. A la Tierra, de vuelta a algo en lo que soy bueno. A la Oficina de Control de Formas otra vez, si me dejan. Pero voy a echaros de menos a ti, a Aybee y a Leo. Incluso a Cinnabar y al viejo Turpin, pero sobre todo a ti. ¿Vendrás a visitarme, a ver el Sistema Interior en persona?

—¿Entre todos esos pequeños y peludos abrázaseles? —Bey sabía que se estaba riendo de él—. ¿Qué te crees que soy?

—Creo que eres un enorme esqueleto sin corazón que pretende ser una mujer. La Tierra no es tan mala como piensas. Creo que te gustará. ¿Lo harás? ¿Vendrás a visitarme?

—No estoy segura. —Ella pasó un dedo por el vello de su muñeca y se negó a mirarle—. Nada de promesas. Pero ya veremos.

Bey asintió. Era todo lo que podía esperar, pero era suficiente.

Miró de nuevo el globo de agua. El pececillo de garganta roja se apretaba contra la pared, contemplándolo. No tenía párpados, pero Bey estaba seguro de que intentaba hacerle un guiño.

Загрузка...