Prólogo

Hay dos leyendas de Krynn esenciales para entender esta historia. Existen tantas variaciones de estas leyendas como bardos que las cuentan. Hemos elegido las versiones que aquí incluimos por ser las que más se ciñen a lo ocurrido, a pesar de que, como sucede con la mayoría de las leyendas, la verdad exacta será siempre un misterio.

La historia de Berem y Jasla

Un cuento de amor y sacrificio

(Pasajes de Colección infantil de cuentos de Krynn, traducido del elfo por Quivalen Soth)


Hace mucho, mucho tiempo, cuando acababa la Segunda Guerra de los Dragones, el valiente caballero Huma Dragonsbane arrastró a la reina Takhisis al Abismo. Allí le obligó a jurar ante el Dios Supremo que no regresaría al mundo para romper el delicado equilibrio entre el Bien y el Mal. Los dioses creían que un juramento prestado ante el Dios Supremo era tan solemne que ni siquiera la Reina Oscura se atrevería a romperlo. Por desgracia, se equivocaban.

Pasó el tiempo. Los Príncipes de los Sacerdotes de Istar se alzaron con el poder en nombre de los dioses de la luz y con la bendición de éstos. La paz reinaba en el mundo. Pero la triste realidad es que un hombre puede quedar cegado por la luz tanto como por la oscuridad. El último Príncipe de los Sacerdotes miró al sol, lo único que vio fue su propia gloria y osó proclamarse a sí mismo un dios.

Con gran dolor, los dioses de la luz se dieron cuenta entonces de que eran ellos mismos quienes ponían en peligro el equilibrio que hace que el mundo siga girando. Buscaron la ayuda de los demás dioses, también de la reina Takhisis. Los dioses tomaron la decisión de que, con el fin de restablecer el equilibrio y dar a los hombres una lección de humildad, provocarían un gran cataclismo. Antes de llevar a la práctica tal determinación, enviaron numerosas advertencias al Príncipe de los Sacerdotes, apremiándolo para que cambiara. El Príncipe de los Sacerdotes y sus seguidores hicieron oídos sordos, y los dioses, desgarrados por el dolor, lanzaron una montaña de fuego sobre Krynn.

La explosión arrasó la ciudad de Istar y la arrojó al mar y destruyó el Templo de los dioses de la luz. O al menos eso creían los dioses. Pues, aunque las ruinas del Templo de Istar descansaban en el fondo del mar, la Piedra Angular sobre la que estaba construido permanecía intacta, ya que esa piedra es el fundamento de la fe.

Los dioses tenían la esperanza de que, después del Cataclismo, los hombres reconocieran sus faltas y volvieran a ellos. Pero, para su gran pesar, los hombres los culparon de su sufrimiento. Se corrió el rumor de que los dioses habían abandonado su creación. El caos se apoderó del mundo. La muerte acechaba desde todos los rincones.

Takhisis, la Reina Oscura, seguía prisionera en el Abismo. Todas las salidas estaban vigiladas. Si intentaba liberarse, los dioses se darían cuenta y la detendrían. Pero nunca dejó de buscar un camino por el que regresar al mundo, y un día, en su incansable vagar, dio con un gran tesoro. Takhisis descubrió la Piedra Angular. Los demás dioses no sabían que todavía existía, y se dio cuenta de que podría utilizarla para volver al mundo.

Sí, estaría rompiendo su juramento ante el Dios Supremo. Pero Takhisis era astuta y contaba con el hecho de que el mundo ya estaba en peligro. Los hombres habían perdido la esperanza. Millones de personas habían sucumbido a las plagas, la pestilencia, las hambrunas y las guerras. Takhisis podría regresar al mundo, despertar a sus Dragones del Mal y lanzar su ataque. Cuando hubiera conquistado Krynn, sería tal su poder que los demás dioses no se atreverían a castigarla.

Takhisis, envuelta en oscuridad, entró sigilosamente en el mundo a través de la puerta abierta que dejaba la Piedra Fundamental. Despertó a sus dragones malignos y les ordenó que robaran los huevos de los Dragones del Bien, que dormían en sus cubiles. Se preparaba para lanzar un ataque con toda su fuerza y su poder. Y entonces, un día descubrió que su paso al mundo a través de la Piedra Fundamental estaba bloqueado.

Un hombre llamado Berem y su hermana, Jasla, iban caminando cuando encontraron la Piedra Fundamental. Apenas podían creer su buena suerte. Incrustadas en la piedra refulgían unas gemas de belleza excepcional, brillantes bajo la luz de la creación. Berem era un hombre pobre. Una piedra preciosa sacaría de la miseria a toda su familia. Una sola gema, una esmeralda perfecta, no se echaría en falta entre tantas piedras preciosas. Berem empezó a tirar de la esmeralda.

Su hermana, Jasla, se sintió horrorizada ante aquel robo. Intentó detener a su hermano sujetándolo. Berem, furioso, la empujó. Ella cayó, se golpeó la cabeza con la piedra y murió. Su sangre cubrió la Piedra Fundamental.

Berem quería a su hermana y se quedó consternado ante su propio crimen. Y asustado. Nadie lo creería cuando dijera que había matado a su hermana sin querer. Lo ejecutarían por asesinato. En vez de confesar su culpa y buscar el perdón, decidió huir. Cuando se disponía a hacerlo, la esmeralda que había intentado robar se desprendió de la Piedra Fundamental, voló a su pecho y allí quedó incrustada.

Berem estaba aterrorizado. El espíritu de su hermana sufría por él. Le aseguró que ella seguía queriéndolo, pero él se negó a escucharla. Intentó arrancarse la piedra preciosa. Era tal su desesperación que incluso intentó cortarse el pecho con un cuchillo. Pero la esmeralda seguía formando parte de su cuerpo, el recuerdo imperecedero de su culpa. Berem la tapó con su camisa y huyó, sin hacer caso a los ruegos de su hermana, que le pedía que buscara el perdón pues ella lo había perdonado ya.

Takhisis había presenciado esta tragedia y había disfrutado con la desgracia de Berem..., hasta que intentó cruzar por la Piedra Angular. Encontró la entrada cerrada por una barrera de amor. El espíritu de Jasla le cerraba el paso. Únicamente la sombra de la Reina Oscura podía extenderse sobre Krynn. Su poder sobre la humanidad estaba mermado y tendría que confiar en los mortales para que llevaran a cabo su guerra.

Takhisis debía encontrar a Berem. Si lograba destruirlo, el espíritu de su hermana partiría y la Reina Oscura sería libre de nuevo. Pero debía tener mucho cuidado en su búsqueda, pues si Berem volvía junto a su hermana y se redimía, su entrada en el mundo quedaría cerrada por siempre jamás.

Berem nunca se detenía. No sólo huía de las fuerzas de la oscuridad, sino también de su propia culpa. Una y otra vez, Takhisis vio como se frustraban sus esfuerzos por capturarlo. Lanzó su guerra, que sería conocida como la Guerra de la Lanza, pero seguía sin encontrar a Berem. No obstante, cada vez más gente conocía la historia de los dos hermanos, y era inevitable que, con el tiempo, Berem captara la atención de aquellos que se enfrentaban a la reina Takhisis.

Berem, el Hombre Eterno, se convertiría en la mayor esperanza de la humanidad. Y en su amenaza más temida.

La historia de Fistandantilus

(Fábula)


Hace mucho tiempo vivía un hechicero muy poderoso llamado Fistandantilus. Era tan poderoso que llegó a creer que estaba por encima de las normas y las leyes por las que se regían los demás. Eso incluía las leyes de su propia orden de magos, los Túnicas Negras. Fistandantilus abandonó la orden y se convirtió en un renegado y, como tal, corría el riesgo de encontrar la muerte a manos de sus antiguos compañeros.

Fistandantilus no temía a los otros hechiceros. Había acumulado tanta sabiduría y destreza en la magia que podía acabar con cualquiera que quisiera ajusticiarlo. Tal era el temor y el respeto que inspiraba en los demás hechiceros que muy pocos fueron los que intentaron darle de caza.

Fistandantilus alardeó de su poder ante el Cónclave e incluso tomó aprendices a su cargo. Lo que nadie sabía era que se alimentaba de sus seguidores, absorbiendo su fuerza vital para que creciera la suya. Con ese fin, había creado una piedra preciosa mágica, un heliotropo. Apretaba la piedra contra el corazón de su víctima y le absorbía la vida.

A medida que el poder de Fistandantilus crecía, lo mismo hacía su arrogancia. Decidió adentrarse en el Abismo, derrocar a la Reina Oscura y ocupar su lugar. Para conseguirlo, elaboró el hechizo mágico más potente y complejo que jamás se hubiera creado. Su arrogancia fue su perdición. No se sabe con seguridad lo que sucedió. Hay quien dice que Takhisis lo descubrió y que la ira de la diosa hizo derrumbar su alcázar sobre el hechicero. Otros cuentan que el hechizo escapó de su control y la fortaleza saltó por los aires. Fuera cual fuese la causa, lo cierto es que el cuerpo mortal de Fistandantilus falleció.

Sin embargo, no le sucedió lo mismo a su alma.

Su espíritu se negó a partir de Krynn, y el malvado hechicero permaneció en un plano etéreo. Su existencia era delicada, pues Takhisis seguía intentando destruirle y no dejaba de acosarlo. Se mantenía con vida extrayendo la energía vital de sus víctimas, aunque esperaba poder encontrar un cuerpo vivo algún día, un cuerpo vivo que pudiera habitar para regresar por completo a la vida.

Fistandantilus había logrado conservar el heliotropo y, armado con él, aguardaba a sus víctimas. Buscaba jóvenes practicantes de la magia, en especial aquéllos con cierta inclinación hacia la oscuridad, pues eran los que tenían más posibilidades de sucumbir a la tentación.

El Cónclave de Hechiceros sabía que Fistandantilus andaba a la caza de presas, pero no podían detenerle. Siempre que un joven practicante de la magia se presentaba al temido examen de la Torre de la Alta Hechicería, el Cónclave sabía que cabía la posibilidad de que Fistandantilus se apoderara de él. Se pensaba que muchos de los que morían durante la Prueba se contaban entre sus víctimas.

Cinco años antes del estallido de la Guerra de la Lanza, un joven mago y su hermano gemelo fueron a la Torre de Wayreth para someterse al examen. El joven prometía mucho. Par-Salian, el jefe del Cónclave, ya preveía que tiempos de guerra y males acechaban Krynn y albergaba la esperanza de que aquel joven mago ayudara a derrotar a la oscuridad.

El mago era un joven arrogante y ambicioso. A pesar de que vestía la túnica roja, su corazón y su alma se inclinaban hacia la oscuridad y sus propias decisiones le condujeron a hacer una oferta a Fistandantilus. El malvado hechicero no pensaba respetar su parte del trato. Su verdadera intención era absorber la vida del joven.

Raistlin Majere no era como otros que lo habían precedido. A su manera, era tan diestro en la magia como Fistandantilus. Cuando el maligno mago quiso agarrar el corazón del joven y arrancárselo del cuerpo, Raistlin se aferró al corazón de Fistandantilus.

—Puedes tomar mi vida —dijo Raistlin a Fistandantilus—, pero a cambio estarás a mi servicio.

El joven salió con vida de la Prueba, pero su salud quedó maltrecha, pues Fistandantilus no dejaba de chuparle la vida para sobrevivir él mismo en el plano mágico. Sin embargo, a cambio, Fistandantilus tenía que mantener a Raistlin con vida y acudir en su ayuda, concediéndole unos conocimientos de magia muy avanzados para un hechicero tan joven.

Raistlin no recordaba nada de su examen, ni tampoco del trato que había hecho. Creía que la Prueba le había arruinado la salud y Par-Salian no se lo desmintió.

—Sabrá la verdad sólo cuando descubra la verdad sobre sí mismo, se enfrente a ella y admita la oscuridad que comprende.

Par-Salian pronunció esas palabras, pero ni siquiera él, con toda su sabiduría, podía predecir cómo se resolvería aquella oscura y extraña alianza.

Загрузка...