Todo esto era falso. La verdad es que hasta las colecciones grandes de libros normales distorsionan el espacio, como se puede comprobar fácilmente entrando en cualquier librería de viejo, de esas que parecen diseñadas por M. Escher en un día malo y tienen más escaleras que estanterías, con esas hileras de baldas que conducen a puertecitas diminutas, obviamente demasiado pequeñas para que pase un ser humano. Científicamente hablando, la ecuación es la siguiente: Conocimiento = poder = energía = materia = masa; una buena librería es, en realidad, un discreto agujero negro que sabe leer.
Según el Diccionario de las palabras desternillantes, una lipasa es un «biocatalizador o enzima orgánica del grupo de las hidrolasas». Al Gran Maestro Supremo le hubiera servido de gran ayuda este diccionario cuando se sentó a redactar los juramentos de la sociedad, ya que incluye otras palabras como osazonas («compuestos caracterizados por el grupo divalente H2N.N:C.C:N.NH2»), chiscarra («roca caliza de poca coherencia que se divide fácilmente en fragmentos pequeños») o pendolista («persona de buena letra»).
Al decir «enanos», se habla de ambos sexos. Todos los enanos tienen barba y visten unas doce prendas, unas sobre otras. El sexo es más o menos opcional.
Alrededor de los cincuenta y cinco años.
Literalmente, dezka-knik, «supervisor de la mina».
Una de las más notables innovaciones introducidas por el patricio fue hacer que el Gremio de Ladrones fuera responsable de todo robo, con presupuesto y cuota anual, planificación previa y, sobre todo, una fuerte protección contra el intrusismo profesional. Así, a cambio de un nivel de crimen anual concertado, los mismos ladrones se encargaban de que sobre el crimen no autorizado cayera todo el peso de la injusticia, generalmente en forma de garrote con clavos en la punta.
Literalmente, «¡Hola! ¡Hola! ¿Qué es lo que está pasando aquí (en este lugar)?».
«Oye, chato (literalmente, la nariz de aquel que tras haberse caído de bruces en la mina guarda reposo en el fondo de su caverna), no quiero partirle la cara a nadie, así que si tú juegas B’tduz’[21] conmigo, yo juego B’tduz contigo, ¿okey?[22]».
«Buenas noches.» (Literalmente, «Saludos a todos los presentes al concluir el día».)
Como un matón, pero los trolls son más brutos.
Menos a los actores mimos. Era una aversión extraña, pero son cosas que pasan. Cualquiera vestido con pantalones amplios y rostro blanco que intentara poner en práctica su arte entre los derruidos muros de Ankh-Morpork, podía encontrarse muy pronto en un pozo de escorpiones, en uno de cuyos muros se leía el consejo: APRENDE A HABLAR.
En cambio, por supuesto, era partidario de la crueldad necesaria.
Sólo hasta la tercera nidada, claro. Después de eso, son pozas.
El patricio había ¡legalizado al Gremio de Bomberos el año anterior, tras multitud de quejas. La cuestión era que, si firmabas un contrato y pagabas tu cuota al Gremio, tu casa quedaba protegida contra incendios. Por desgracia, la ética general de Ankh-Morpork se adueñó de la situación, y los bomberos solían visitar en grupos las casas de los posibles clientes, haciendo en voz alta comentarios como «Este lugar parece muy inflamable» y «Seguro que arde como la paja con una simple cerilla de algún descuidado, no sé si me entiendes».
Hasta en las turbas hay intelectuales.
El dicho «Para atrapar a un ladrón, lo mejor es otro ladrón» había sustituido, después de múltiples quejas del Gremio de Ladrones, a otro proverbio mucho más antiguo y quintaesencialmente ankhmorporkiano, que decía «Para atrapar a un ladrón, cava un agujero bien hondo y pon en el fondo estacas afiladas, minas explosivas, cuchillas giradoras propulsadas por agua, cristales rotos y escorpiones».
Triduos: práctica religiosa breve e innecesaria que llevan a cabo diariamente los Santos Derviches Equilibradores de Otroz, según el Diccionario de las palabras desternillantes.
Como el puré de guisantes, sólo que más espesa, más pegajosa, y habitada por cosas de las que es mejor no hablar.
Las tres normas de los Bibliotecarios del Espaciotiempo son: 1) silencio; 2) devolver el libro en la fecha indicada; y 3) no interferir con la naturaleza de la causalidad.
Un buen número de las religiones de Ankh-Morpork seguían practicando los sacrificios humanos, aunque la verdad es que ya no necesitaban practicarlos, porque se les daban muy bien. Las leyes de la ciudad decían que sólo se podía utilizar a criminales condenados, pero eso no tenía mayor importancia, porque en la mayoría de las religiones el negarse a presentarse voluntario para el sacrificio era un crimen castigado con la muerte.
Juego popular de los enanos, en el que todos los participantes están de pie, separan las piernas ligeramente y se lanzan grandes piedras unos a otros, apuntando a la cabeza.
Literalmente, «¿Me he explicado bien?».