DOS

—¿Te sientes mejor? —preguntó Illyan con cautela.

—Algo —respondió Miles, y esperó. Ahora podía esperar más que Il1yan, sí.

El jefe de Seguridad cogió una silla y se sentó junto a la cama de Miles, lo miró y apretó los labios.

—Quiero presentarte mis… mis disculpas, lord Vorkosigan, por dudar de tu palabra.

_Me las debes, sí —corroboró Miles.

—Sí. Pero —añadió Illyan y frunció el ceño mirando a la distancia— me pregunto, Miles, si te has dado cuenta de que, en tu calidad de hijo de tu padre, no basta con ser honesto, hay que parecerlo.

—Como hijo de mi padre… no —rechazó Miles de plano.

—Ja, Tal vez no. —Resopló 111yan y tamborileó los dedos sobre la mesa—. Sea como fuere, el conde VorvoIk ha descubierto dos discrepancias en tus informes sobre las operaciones disimuladas como actos mercenarios. Costos descabellados en algo que debería haber sido la más simple de las tareas: reclutamiento de personal. Me doy cuenta de que lo de Dagoola se te escapó de las manos, pero ¿y la primera vez?

—¿La primera vez?

—Están revisando el caso de Jackson’s Whole. Creen que el éxito de tu peculado allí te indujo a intentarlo de nuevo en Dagoola. .

—¡Eso fue hace casi dos años! —protestó Miles.

—Pero ellos lo investigan todo. Se emplean a fondo. Quieren crucificarte en público, por poco que puedan. Digamos que estoy tratando de confiscar el arma del crimen. Mierda —agregó, irritado—, no me mires así. No hay nada personal en esto. Si fueras el hijo de cualquier otra persona, el asunto ni siquiera hubiera salido a la luz… tú lo sabes, yo lo sé y ellos también. Las auditorías de mano de insoportables e intocables Vor no son mi pasatiempo preferido, te lo aseguro. Mi única esperanza es que se canse y se vaya. Así que dame algo con qué defenderte.

—Estoy a tu disposición —suspiró Miles—, como siempre. ¿Que quieres saber?

—Detállame la factura de material y equipamiento de Jackson’s Whole.

—Está en el informe que hice, creo. —Miles trató de recordar.

—Estar sí que está, pero no está detallado.

—Dejamos medio cargamento de armas de primera en el muelle de la estación Fell. Si no lo hubiéramos hecho, habrías perdido un científico, una nave y un subordinado.

—¿Ah, sí? —preguntó Illyan. Entrelazó los dedos y se reclinó en la silla—. ¿Por qué?

—Ah… es una historia muy larga. Complicada, ¿sabes? —A pesar de sí mismo, Miles sonrió al recordar—. ¿Puede quedar entre tú y yo?

Illyan asintió:

—De acuerdo…

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