No, aún falta un poquito para el final.
Sigo estando yo. Ya sé que me he portado mal. Habría tenido que revelar mi identidad, pero… Bueno, quizá ya la hayan adivinado, ¿y quién soy yo para privarles de la satisfacción que les habrá proporcionado el averiguarlo sin la ayuda de nadie? Sí, ciertamente… ¿Quién soy yo?
Sí, estuve allí todo el tiempo. Bueno, casi todo el tiempo, claro… Observé, escuché, pensé, evalué y esperé, e hice lo que me habían ordenado que hiciera (o lo que me pidieron que hiciera, respetemos el sentido del decoro y las normas sociales). Estuve allí, ya fuera en persona o en la forma de uno de mis representantes, mis pequeños espías.
Si he de ser sincero, aún no estoy seguro de si habría preferido que el viejo Gurgeh descubriera la verdad. Debo confesar que aún no he tomado una decisión al respecto. Al final yo —nosotros— pensé y pensamos que sería mejor dejarlo todo en manos del azar.
Por ejemplo, supongamos que el Cubo de Chiark hubiera revelado a nuestro héroe la forma exacta de la cavidad que había en el cascarón al que conoció cuando utilizaba el nombre de Mawhrin-Skel, o que Gurgeh hubiera abierto con sus manos ese montón de chatarra inerte y lo hubiera visto… ¿Habría pensado que ese pequeño agujero en forma de disco era una simple coincidencia?
¿O habría empezado a sospechar?
Nunca lo sabremos.
Si están leyendo esto, Gurgeh lleva mucho tiempo muerto. Acudió a su cita con la unidad de desplazamiento, fue enviado al mismísimo corazón llameante del sistema y el núcleo en perpetua erupción del sol de Chiark convirtió su cadáver en plasma. Sus átomos dispersos bailotearon en las feroces corrientes térmicas de esa gigantesca estrella, y el paso de los milenios ha hecho que cada partícula pulverizada acabase en la superficie devoradora de planetas de ese fuego cegador azotado por las tormentas, y allí habrán hervido para añadir sus parcelitas de iluminación carente de significado a la noche que todo lo abarca y contiene…
Eh… Bueno, temo que este último párrafo quizá me haya salido un poquito excesivamente florido. De todas formas una vieja unidad tiene derecho a permitirse algún que otro caprichito de vez en cuando, ¿no les parece?
Dejen que recapitule lo ocurrido.
Ésta es una historia real. Estuve allí. En cuanto a los momentos en que no estaba presente y cuando no poseía datos exactos sobre lo que ocurrió —dentro de la mente de Gurgeh, por ejemplo—, confieso que no he vacilado en utilizar mi imaginación.
Pero lo que han leído sigue siendo una historia real.
¿Creen que sería capaz de mentirles?
Como siempre,