CAPITULO 10

probabilidad Roarke próximo objetivo es cincuenta y uno punto ocho por ciento

Eve permaneció ahí, viendo fijamente la escuálida ventana de su oficina. La chance de cincuenta-cincuenta emitida por la voz impersonal de la computadora no la reconfortó.

– Donde podría ella acercarse a él?

datos insuficientes para probabilidades…

– No te estaba preguntando a ti -gruñó ella y apretó los dedos sobre el puente de su nariz. -Piensa. -se ordenó a si misma- Piensa, piensa. Que hay en su cabeza?

Más impacto, decidió Eve, si Julianna iba por Roarke cuando su policía estaba cerca. En casa entonces, o en una reunión pública o privada a los que ambos concurrieran. Ella trajo la agenda de él a la pantalla y la estudió. Otra vez.

Ella no entendía como una persona manejaba tantas reuniones, tratos, conversaciones y contactos en un día y conservaba la cordura. Pero así era Roarke.

Todas esas personas, pensó, con las que él se rozaba en un día cualquiera. Asociados de negocios, personal, empleados, camareros, asistentes y asistentes de los asistentes. Por más brillante que fuera su seguridad, siempre había un resquicio para deslizarse.

Pero él estaba consciente de eso, se recordó, en el más elemental nivel. En la forma en un tigre sería consciente de que el predador y su presa estaban en la jungla de él.

Y si ella se permitía preocuparse por temor de que le pasara algo a él, se iba a perder algo.

Se sentó otra vez, despejó su mente.

En la primera ola de asesinatos de Julianna Dunne, ella había asumido el rol de princesa de la sociedad. Una mariposa joven y glamorosa que flirteaba entre las abundantes flores de la riqueza. Como una de ellas, caviló Eve.

Su nueva pauta era la de una empleada eficiente. Lista, concedió Eve. La gente raramente tomaba pleno conocimiento de todos los que los servían. Puede introducirse con eso, pensó Eve. Casi seguro se introduciá con ese nivel. Sirvientes, oficinistas, domésticos.

Quienquiera que fuera el próximo objetivo, probablemente encontraría su camino en sus negocios, en su hogar a través de su compañía.

Método preferido, veneno. La vieja costumbre del veneno, agregó Eve. Porque? No te ensucias las manos de esa forma, y generalmente tienes la oportunidad de verlo trabajar. Ver el shock, la confusión, el dolor. La víctima tiene una ráfaga de comprensión cuando pasa por él. Y el veneno es sutil, casi elegante. Y confunde.

Pero no entras en tu local de veinticuatro horas y levantas una botella de cianuro. Era hora de rastrear la fuente.

Antes de hacerlo, había un pequeño asunto que terminar. Hizo una llamada Charles Monroe.

El apuesto acompañante autorizado tomó su enlace de bolsillo. Eve pudo escuchar el murmurar de voces, el tranquilo choque de porcelana y cristal de un restaurante distinguido y su rostro llenó la pantalla.

– Teniente Azúcar. -El sonrió. -Que agradable sorpresa.

– Tienes compañia?

– No llegó todavía. Mi clienta llega tarde, usualmente lo hace. Que puedo hacer por mi vengadora de la ley favorita?

– Tienes algún profesional amigo o asociado en el area de Chicago?

– Dallas, cuando uno tiene tanto tiempo en la profesión, tiene amigos y asociados en todos lados.

– Si. Bueno, necesito uno que pueda ir al Centro de Rehabilitación Dockport, y hacer una visita conyugal a una reclusa, por la escala policial normal.

Su rostro y su tono fueron todo negocios. Ella lo vió moverse, bajar la mirada y supo que estaba tomando una agenda electrónica. -Compañero femenino o masculino?

– A la reclusa parecen atraerlos los hombres con un poder sostenido para un episodio conyugal.

– Para cuando?

– Dentro de las próximas dos semanas estaría bien. Mejor pronto. El presupuesto puede cubrir un turno de dos horas, sin extras, y transporte básico.

– Dado que dudo que la policía esté excesivamente interesada en la salud sexual de esta mujer, debo asumir que es el pago por información o cooperación en alguna invesgiación en curso.

– Asume lo que quieras. -Su rostro, su tono, se espejaron en él. -Necesito el contacto. Puedes comunicarte con un asociado en esa área? Uno que pueda manejarlo. Ella tiene tendencia a la violencia y no quiero poner alguien verde en esa situación.

– Entiendo, pero porque no dejas que me ocupe de esto por ti? Ciertamente no estoy verde, y te debo suficientes favores para cubrirlo.

– Tú no me debes nada.

– Te debo a Louise. -corrigió él, y toda su cara brillo ante el nombre. -Dame la información que necesito, y lo incluiré en mi agenda. Déjame hacerlo por ti, Teniente Azúcar.

Ella dudó. Se sentía raro hacer una reserva con él por sexo. Pensar en el romance que desarrollaba con la dedicada Dra. Louise Dimatto mientras ella arreglaba para enviarlo a un encuentro conyugal con María Sánchez.

Esta cuestión de la amistad era más complicad y confusa que el matrimonio.

Este era su trabajo, se recordó Eve. Y si no le importaba a Louise, porque debería importarle a ella?

– Tú consigue el horario. Quiero que mantengas esto en reserva. Maria Sanchez, -empezó, y le dio la información que él necesitaba. -Te agradezco esto, Charles.

– No, estás avergonzada, y eso es muy dulce de tu parte. Dale mi amor a Peabody, y yo le dará tus saludos a Louise. Mi cliente para almorzar y rebotar está entrando. Si no hay nada más, es mejor que no me vea hablando con un policía cuando llegue a la mesa. Esta es una de las cosas que pueden empañar el delicado balance de una tarde romántica.

Sus labior se curvaron cuando lo dijo, e hizo a Eve sacudir la cabeza. -déjame saber cuando consigas la cita y la fecha y si tienes algún inconveniente con los arreglos en Dockport. El director es un cretino.

– Lo voy a tener en cuenta. Nos vemos, Teniente Azúcar.

Cuando terminó la transmisión, ella hizo la siguiente llamada en su lista. Dirigiéndose decididamente al correo de voz de Nadine Furst, Eve dejó un tajante mensaje.

– Te doy un mano a mano, mi oficina, a las cuatro. En punto. No en vivo. Si llegas tarde, tengo algo mejor que hacer.

Abandonó el escritorio, salió y giró hacia el cubículo de Peabody. -Conmigo. -Fue todo lo que dijo.


– Ahora mismo estaba tratando de seguir la pista de un proveedor para el cianuro a través de las fuentes comunes. -Peabody entró agitada al elevador detrás de Eve. -Incluso considerando la cantidad de fuentes legales para ese tipo de sustancias controladas, es necesario mostrar una autorización impresa. Las impresas se dan después de una rigurosa búsqueda y control. Dunne está en archivo y podría haber saltado.

– Fuentes ilegales?

– Estuve corriendo envenenamiento con cianuro a través de IRCCA. El asunto es más popular de lo que tú piensas, pero la mayoría de sus proveedores pasan por un fuente legal. El tipo en East DC donde Dunne compró previamente era el mayor en el planeta, y ha muerto. Los otros registrados son de hace poco tiempo, y la mayoría de ellos están haciendo principalmente distribución de ilegales, con venenos como línea lateral. La investigación indica que los venenos no tienen un costo muy alto, escaso margne de beneficios y no son generalmente una especialidad.

– Posiblemente ella encontró una forma de pasar a través de una fuente legal pero vamos a tratar por la otra ruta. -Eve fue hacia su vehículo, se detuvo. -Mucho de eso se habla en prisión, y ella pudo haber conseguido un contacto ahí. Más, ella puso el dedo en el mundo a través de las computadoras. Todo el tiempo para búsqueda e investigación. Su fuente puede no estar en New York, pero la gente conoce gente que conoce gente. Vamos a ir al subterráneo.

Peabody, un soldado incondicional, palideció. -Oh, Dios.


Debajo de New York había otro mundo, una ciudad al margen para los perdidos y los viciosos. Algunos iban abajo para jugar con ese interesante costado, en la forma en que un niño juega con un cuchillo afilado, sólo para ver como puede deslizarse. Otros disfrutaban la elemental mezquindad, el hedor de la violencia que permitía al aire espeso y que apestaba a basura y mierda.

Y algunos simplemente se perdían ahí.

Eve dejó su chaqueta en el auto. Quería su arma completamente a la vista. Su pieza de repuesto estaba abrochada a su tobillo, y puso un cuchillo de combate en su bota.

– Toma. -Le pasó a Peabody unn pequeño bate aturdidor. -Sabes usar esto?

Ella tuvo que tragar una vez, pero asintió. -Sí, señor.

– Engánchalo a tu cinturón, déjalo a plena vista. Pasaste el mano a mano?

– Si. -Ella lanzó un suspiro. -Puedo manejarlo sola.

– Está bien. -Eve no sólo quería que ella lo dijera, esperaba que lo creyera. -Y cuando bajes ahí, recuerda que eres una mala puta policía y que bebes sangre para el desayuno.

– Soy una mala puta policía, y bebo sangre para el desayuno. Yuck.

– Vamos.

Bajaron por mugrientos escalones y giraron desde la entrada del subterráneo entrando en el agujero de ratas de un túnel que se alejaba del subterráneo. Las luces brillando en un rojo apagado y azul sucio en una especie de gruñente carnaval de sexo, juegos y entretenimiento acomodado entre el frío y la crueldad.

Eve sintió el hedor del vómito y bajó la mirada para ver un hombre caído apoyado en manos y rodillas, vomitando horriblemente.

– Estás bien?

El no levantó la mirada- Jódete.

Sintiendo otros ojos sobre ella, se puso en el pasillo detrás de él, y le dio un sólido empujón con su bota que lo envió de cara en su propio vómito. -Oh, no -dijo tranquilamente, -jódete tú.

Su cuchillo estaba fuera de su bota con su afilada punta en la mugrienta garganta de él antes de que pudiera maldecirla otra vez. -Soy policía, cretino, pero no creas que no puedo deslizártelo por tu inútil garganta de oreja a oreja solo por diversión. Donde puedo encontrar a Mook hoy?

Sus ojos eran rojo fuego, su aliento increíble. -No conozco a ningún jodido Mook.

Ella se arriesgó a toda clase de alimañas, tomando un manojo de cabellos y tirando su cabeza hacia atrás. -Todo el mundo conoce al jodido Mook. Quieres morir aquí o vivir para vomitar otro día?

– No tengo cuentas con el lameculos. -Sus labios se abrieron en el momento que la punta del cuchillo presionó contra su yugular. -Tal vez VR Hell, maldito si lo se!

– Bueno. Vuelve a hacer lo que estabas haciendo. -Ella lo liberó con la suficiente fuerza para enviarlo deslizando en la mugre otra vez. Luego hizo una exhibición de sacudir el borde aserrado del cuchillo en su bota para beneficio de los espectadores acechando en las sombras.

– Si alguien aquí quiere problemas, estaré feliz de ayudarlo. -Levantó la voz lo suficiente para hacer eco, que se abrió paso a través de la repentina inundación de víboras bombeadas a través de las puertas. -De todas maneras mi asunto es con Mook, quien ha sido bien descripto por este buen ejemplo de humanidad como un jodido lameculos.

Hubo un sigiloso movimiento, de sombra en sombra, hacia su izquierda. Puso la mano en su arma, y el movimiento se detuvo. -Cualquier inconveniente para mí o mi uniformada, y empezamos a patear culos, y no seremos particularmente delicadas sobre cuantos de esos culos pateados terminan en la morgue de la ciudad, no es así, Oficial?

– No, señor, teniente. -Peabody rogó que su voz no se quebrara y las avergonzara a ambas. -De hecho, esperamos ganar el fondo de la apuesta de la morgue esta semana.

– En cuanto está, de todas formas?

– Doscientos treinta y cinco dólares. Y sesenta centavos.

– No es tan malo. -Eve acomodó una cadera, pero sus ojos estaban afilados como un acero. -Podemos ganarlos. Cuando terminemos de sacarle la mierda a patadas a todos los que quieran molestarnos, -agregó tranquilamente – vamos a traer un escuadrón aquí abajo para sacudir lo que queda. Aunque realmente me irritaría tener que compartir el premio con ellos. Mook. -dijo otra vez, y esperó diez segundos tarareando.

– VR Hell -dijo alguien en la oscuridad. -Bailando con las máquinas S amp;M. Imbécil.

Eve apenas asintió, decidiendo atribuir el comentario de imbécil a Mook antes que a si misma. -Y donde encuentro VR Hell en este delicioso e intrincado paraíso que muchos de ustedes llaman hogar?

Hubo otro movimiento, y ella giró, controlando, sintiendo a Peabody totalmente alerta junto a ella. Primero lo tomó por un niño, luego vió que era un enano. Estaba haciendo señas con un dedo, llamándola.

– Espalda contra espalda. -ordenó Eve, y empezaron a seguir uno de los goteantes túneles, guardándose una a otra las espaldas.

El enano se movía rápido, parodiando a lo largo de los humeantes y malolientes túneles como una cucaracha con zapatos que batían contra el húmedo piso de piedra. El atajó a través de los bares, los clubes, los cruces y los baches, girando y volviendo a través del laberinto del mundo subterráneo.

– La apuesta de la morgue fue un buen toque. -dijo Eve por lo bajo.

– Gracias.- Peabody resistió limpiarse la humedad que goteaba por su cara. -Vivo para improvisar.

Desde la profundidad de la humedad, Eve escuchó a una mujer gritar de dolor o de pasión. Vió a un hombre enorme desplomado en el piso lamiendo una sucia botella marrón de brebaje casero. Contra el muro junto él un hombre y una mujer copulaban en una fea parodia de hacer el amor.

Olió a sexo y orina, y algo peor.

El túnel se ensanchó, abriéndose en un área equipada con video, VR y hologramas compactos.

VR Hell era negro. Los muros, las ventanas, las puertas totalmente cubiertas con un mismo sofocante y de alguna manera grasoso negro. Cruzando esto, en letras que ella asumió se suponía que reflejaban el fuego del diablo, estaba el nombre. Una mal pintada imagen de Satan, completo con cuernos, cola y horquilla, bailaba sobre las llamas.

– Mook está ahí. -El eneno habló por primera vez con una voz como un tambor bajo construído con papel de lija. -Búscalo en la máquina de Mdame Ëlectra. Una mierda de esclavitud. Jodido enfermo. Tienes cincuenta?

Eve rebuscó los créditos. -Tengo veinte. Esfúmate.

El mostró sus dientes grises y puntudos. Los veinte desaparecieron, y luego lo hizo él

– Puedes encontrar gente muy interesante aquí abajo. -dijo Peabody débilmente.

– Mantente cerca -ordenó Eve- Si alguno se mueve, golpeálo.

– No tienes que decírmelo dos veces. -Con su mano aferrando firmemente su bate, Peabody siguió a Eve dentro de Infierno.

El sonido era alucinante: alaridos, sirenas, gruñidos y gemidos de docenas de máquinas chocando y clientes. La iluminación era de un feo rojo que brillaba y parpadeaba. Eso la envió de regreso a una helada habitación en Dallas, hizo que su estómago se retorciera antes de controlarlo.

Escuchó la respiración andrajosa, las palabras siseadas del sexo violento. Había escuchado esas cosas en esa habitación, también, antes del final. Los escuchó en demasiadas habitaciones para llevar la cuenta, donde las paredes eran delgadas como un pañuelo de papel y la brutalidad era sólo una forma de respirar.

El sonido de la carne golpeando la carne. Un jubiloso castigo.

Détente! Maldito seas, Rick, para! Me estás lastimando!

Que voz era esa? Eve pensó que estaba mirando alrededor ciegamente. Su madre? Una de las prostitutas que él usaba cuando no podía usar a su hija?

– Dallas? Teniente?

El inquieto temblor en la voz de Peabody la trajo de regreso. No era el momento de perder su foco. No era el momento de recordar.

– Quédate cerca. -repitió Eve y empezó a pasar a través de las máquinas.

La mayoría estaba demasiado concentrada en el juego, en el mundo que habían creado para notar su presencia. Pero otros tenían los instintos demasiado afilados como para no reconocer a un policía. Aunque todas aquellas personas estaban armadas, nadie apuntó en su dirección, por el momento.

Pasó un tubo titulado Látigos y Cadenas donde una mujer, delgada como un palo, llevando anteojos RV, gritaba en éxtasis. El sudor corría por su cuerpo como aceite, sobre la ropa de cuero ajustada, brillando en las cadenas que sujetaban sus brazos y piernas a la consola de su máquina.

– Mira lo que tenemos en la sección derecha. Ahí está Mook.

El también estaba encerrado en un tubo. Desnudo salvo una funda de cuero negro en su miembro y un collar de perro con clavos, su cuerpo de impresionante musculatura temblaba, su garganta luchaba por respirar. Su cabello era una vela dorada, cayendo hasta el hombro, y estaba húmedo de sudor.

Su espalda estaba entrecruzada con marcas de azotes, probando que él no siempre elegía un castigo virtual.

Aunque no era un procedimiento totalmente apropiado, Eve usó su llave maestra para desbloquear el tubo. El cuerpo de él estaba arqueado, sus labios estirados en una mueca de erótico dolor. Eve cortó el interruptor principal y lo dejó a él temblando en el borde.

– Que demonios? -El cuerpo se aflojó, los músculos se estremecieron. -Señorita, por favor. Se lo ruego.

Es señorita teniente para tí, amigo. -Eve le sacó los anteojos. -Hola, Mook. Te acuerdas de mi?

– esta es una cabina privada.

– Bromeas? Y yo que estaba viendo de armar una divertida sesión grupal. Bueno, la próxima vez. Ahora, deja que tu y yo vayamos a algún lugar tranquilo y hablar.

– No tengo que hablar con usted. Tengo derechos. Maldita sea, estaba casi por terminar.

Con algún otro, ella podría haberle dado un rápido jab. Pero Mook, bueno, él lo hubiera disfrutado. -Si te meto adentro, nadie va a lastimarte por las próximas treinta y seis horas. Tú no quieres pasar tanto tiempo sin dolor, no, Mook? Vamos a hablar, luego puedes volver para que Madam Electra te haga, que es? Seis millones de torturas.

El se inclinó, apoyándose en los sujetadores. -Oblígame.

– Quieres que yo te sacuda, Mook? -Ella bajó la voz, en un ronroneo. -Que te fuerce? -Y cuando la excitación lleno la cara de él, se encogió de hombros. -Nop, no si te gusta. Pero puedo darle a tu dominatriz aquí un tiro rápido. No creo que tengan un apuro real en repararla y reemplazar el equipo en este garito.

– No lo hagas! -Su voz chilló en protesta. Moviéndose rápido ahora, el pateó con el pie liberado hasta que los sujetadores saltaron abriéndose. -Porque quieres arruinarme de esta forma?

– Es parte de mi entretenimiento diario. Vamos a una cabina privada, Mook, una sin juguetes.

Ella retrocedió, y cuando él la siguió, vió que la mirada bajaba al bate de Peabody. El arremetió. Peabody lo sacó del cinturón, y lo alcanzó en el centro muerto de su pecho. Su cuerpo se sacudió, bailó, y luego tembló.

– Gracias.

– No lo alientes, Peabody. -Tomando el brazo de Mook firmemente con su mano, ella fue hasta la cabina más cercana. Como estaba ocupada por una pareja de cabezas teñidas en el medio de un trato por ilegales, ella pateó el tubo, sacó su placa. Sacudió el pulgar.

Ellos se deslizaron fuera como si fueran humo.

– Esto es acogedor. -Se sentó dentro. -Vigila la puerta, Peabody, y mantengamos esto rápido y privado. Quien está en el negocio del veneno en estos días, Mook?

– No soy tu comadreja.

– Un hecho que siempre me trae gozo y alegría. Como lo es el hecho de que puedo ponerte en encierro solitario por treinta y seis horas durante cada momento de tu vida para que no vivas el infierno que conoces y amas. El Reverendo Munch está muerto como Hitler, Mook, y también todos sus alegres muchachos, excepto tú.

– Yo testifiqué -le recordó él. -Le dí a los Feds toda la información.

– Si, lo hiciste. Que pareciera como un suicidio masivo era sólo un poco sobre el tope aún para alguien como tus particulares apetitos. Pero nunca les dijiste quien proveyó ese cóctel de curare y cianuro que el reverendo mezcló con limonada para su congregación.

– Yo estaba bajo en la cadena de alimentación. Les dije lo que sabía.

– Y los FBI quedaron satisfechos. Pero sabes que? Yo no. Dame un nombre, y me iré fuera de tu enferma y lastimosa vida. Si no me das algo, Voy a venir aquí abajo, o a cualquier pozo negro que trates de frecuentar, cualquier maldito día. Cada día, interrumpiendo tus juegos de sadomasoquismo hasta que los orgasmos sean sólo un amado y distante recuerdo para ti. Cada vez que trates de librarte, hacerte golpear, voy a estar ahí arruinando la diversión. Vamos, Mook, hizo que… más de diez años desde que el culto se liquidó a si mismo. Que te preocupa?

– Yo estaba chupado. Tenía el cerebro lavado…

– Si, si, blah, blah. Quien llevó el veneno?

– No sé quien era él. Sólo lo llamaban el doctor. Lo ví una vez. Un tipo escuálido. Viejo.

– Raza?

– Blanco como el pan, de punta a punta. Me imagino que él tomaba la mierda, también.

– Lo hacía?

– Mira. -Mook miró alrededor, y a pesar de que estaban en un tubo, bajó la voz. -La mayoría de la gente no recordaban lo que habían hecho después de tomar eso, no sabían nada. Gente que descubri cuando yo estaba en la Iglesia del Futuro, sacan todo lo raro afuera.

Ella miró alrededor también, oyendo los alaridos, los cuerpos retorcidos. -Oh si, puedo ver cuanta gente actuando raro es una preocupación mayor para ti. Suéltalo.

– Cuanto vale?

Eve sacó veinte créditos, lanzándolos sobre la mesa del tamaño de una uña.

– Mierda, Dallas, eso no me compra una hora de RV. Dame una brecha.

– Tómalos. O déjalos y dejamos de ser tan amistosos y vamos a la Central. No vas a ver a Madam Electra y sus numerosas exquisitas torturas por treinta y seis horas, mínimo.

El miró con tristeza, sentado ahí con su collar de perro con clavos. -Porque debes ser una puta?

– Mook, Me hago a mi misma esa misma pregunta cada mañana. Nunca he dado con una respuesta satisfactoria.

El levantó los veinte y los guardó en la funda de su miembro. -Quiero que recuerdes que te ayudé.

– Mook, como podría olvidarte nunca?

– Bien. -el miró alrededor, a través del vidrio ahumado de la cabina. Lamió sus labios. -Ok, bien. Nadie va a saber de mi sobre esta mierda, no?

– Ni una cosa.

– Bueno, mira… Yo le dije todo a los FBI, total cooperación.

– Apúrate, Mook. Tengo una vida a la que regresar también.

– Te lo estoy diciendo. Yo estaba cooperando, y estaba dando nombres y más nombres. Pero lo ví a él afuera, detrás de las barricadas en la iglesia cuando empezaron a arrastrar cuerpos afuera. Hombre, eso era como un teatro, cierto. Tú estabas ahí.

– Si, estaba ahí.

– Entonces… él me miró.

Serio ahora y un poco estremecido, se inclinó dentro. -Un tipo atemorizante, todo pálido y espeluznante. Y yo, no quise salir para que me diera algún veneno. Yo diría que él sabía que yo iría con los policías en vez de seguir adelante con la promesa. Entonces tenía que cubrirme, no? Así que lo dejé fuera. Cual es es gran problema?

– Así que está vivo?

– Lo estaba hace diez años. -Mook encogió sus enormes hombros. -Nunca lo ví otra vez, y estaba bien para mi. No lo conozco. -insistió Mook- Lo juro sobre mi miembro.

– Y ese es un juramento solemne-

– Si, lo es. -complacido de que ella hubiera comprendido, él asintió rápido. -Creo haber escuchado hablar sobre que había sido un verdadero doctor, pero lo habían pateado fuera del club. Y que era jodidamente rico y jodidamente loco.

– Dame un nombre.

– No lo conocí. Es cierto, Dallas. El nivel de esclavo no tenía permitido hablar con nadie por sobre el rango de soldado.

– Necesito más.

– No puedo darte más. Era un tipo viejo y loco. Parecía un maldito cadáver. Escuálido, con aspecto de enfermo, siempre alrededor y susurrando con Munch todo el tiempo. Miraba fijo a través de ti como si no tuvieras huesos. Los tipos lo llamaban Doctor Destino. Es todo lo que se sobre eso. Vamos, es todo lo que se sobre eso. Quiero regresar a mi juego.

– Si, vuelve a tu juego. -Pero cerró una mano sobre su muñeca cuando él empezó a levantarse. -Y si descubro que sabes más y no me lo dijiste, voy a venir por ti, te voy a meter adentro y encerrarte en una habitación llena de almohadas blandas, colores pastel y música vieja y mohosa.

El rostro de él se endureció. -Eres una puta fría, Dallas.

– Apuesta tu culo.


– El Reverendo Munch y el culto de la Iglesia del Futuro. -Peabody estaba tan impresionada que olvidó besar la acera cuando alcanzaron el nivel de la calle otra vez. -Como estuviste ahí?

– En la periferia. Sólo periferia. Era una operación federal, y los locales eran sólo respaldo. Doscientas cincuenta personas se auto-terminaron porque un monstruo loco pregonó que la muerte era la última experiencia. -Sacudió la cabeza. -Tal vez lo es, pero todos vamos a terminar ahí eventualmente de todas formas. Porque correr?

– Dijeron que no todos en el culto estaban dispuestos a ir hasta el final. Pero los de nivel de soldado los forzaron a beber. Y había niños. Niños pequeños.

– Si, había niños. -Ella tenía uniforme entonces, no hacía un año que había salido de la Academia. Y era una de las imágenes que vivía en el fondo de su cerebro. Por siempre. -Niños, e infantes cuyas madres les dieron esa mierda en mamadera. Munch tenía videos tomados de la ceremonia. Parte de su legado. Primera y última vez que ví a un FBI soltar una lágrima. Algunos de ellos lloraban como bebés.

Ella sacudió la cabeza otra vez, sacándolo de su memoria. -Necesitamos empezar a buscar doctores que hayan perdido sus licencias para practicar, retrocediendo de diez a veinte años para empezar. Mook dijo que era viejo, por lo que debemos asumir, siguiendo el criterio de Mook, que el tipo tenía al menos sesenta durante el reinado del Reverendo Munch. Mantengamos la búsqueda centrada en hombres, caucásicos, de sesenta y cinco a ochenta en este momento. Casi toda la gente de Munchs estaba localizada en New York. Así que vamos a meternos en el registro médico del estado.

Eve miró su reloj. -Tengo que volver a la Central para una reunión. Mira, tratemos de hacer esto. Ve a la Clínica Canal Street, mira si Louise conoce alguien que encaje en la ID de este tipo, o si no, si puede tocar algunas de sus fuentes médicas por un nombre. Tiene buenos contactos, y podemos ganar tiempo.

Pero Eve dudó. -Te estás llevando bien con Louise?

– Seguro. Ella me gusta. Creo que es realmente bueno lo de ella y Charles.

– Como sea. Consigue transporte, y luego toma una hora para vigilar a Maurenn Stibbs.

– En serio? Gracias, teniente.

– Puedes tomar cualquier tiempo que puedas destinar mañana en el asunto Stibbs, cuando yo me vaya, pero el caso corriente es prioridad.

– Entendido. Dallas, una cosa, en un frente personal. Estaba pensando si tal vez mis padres te han puesto nerviosa? Me pareció que tú y mi padre estaban distanciados la otra noche.

– No, estamos bien. Está todo bien-.

– Ok, porque ellos se van a quedar aquí unos pocos días más. Los voy a mantener ocupados tanto como pueda. Supongo que Papá sólo está sintiendo algo de tu stress sobre el caso. El siente cosas como éstas, al menos hasta que las bloquea. La única cosa que lo sacude es conseguir algo de alguien sin su permiso. De todas maneras. -Ella se alegró otra vez- Puedo tomar el subte hasta la clínica. Tal vez tenga suerte con Louise.

– Si. -era tiempo, pensó Eve, de que tuvieran suerte con algo.


Eve marchó hacia su oficina cinco minutos antes de la entrevista programada con Nadine Furst. No le sorprendió en lo más mínimo encontrar a Nadine ya ahí. Las sedosas piernas de la reportera estaban cruzadas mientras se aplicaba meticulosamente pintura de labios fresca y controlaba su rostro ya listo para la cámara en su espejo compacto.

Su camarógrafa estaba apoyada en un rincón masticando una barra de caramelo.

– De donde sacaste ese caramelo? -demandó Eve y se movió tan rápido que los ojos de la operadora se agrandaron asustados.

– De-de-la-e-e-expendedora. Abajo en el hall. -Le ofreció lo que quedaba del caramelo como un escudo. -Quiere un poco?

Eve le frunció el ceño lo suficiente para ver el sudor brotar en su frente, y concluyó que la camarógrafa no era su bastardo ladrón de caramelo.

– No. -Eve se dejó caer detrás de su escritorio, estirando sus piernas.

– Estaba esperando que llegaras tarde, -empezó Nadine. -entonces iba a traer al señor sobre ti-

– Uno de estos días alguien aquí va a hacer su trabajo y te va mantener en el área de los medios en vez de dejarte llegar aquí cuando no estoy en mi oficina.

Nadine sólo sonrió, cerrando su espejo compacto. -Realmente no deseas eso, no? Ahora si has terminado de intimidar a mi cámara y tu usual perrada, de que se trata?

– Asesinato.

– Contigo, siempre lo es. Pettibone y Mouton. Obviamente conectados. Antes de que empecemos, puedo decirte que no hubo nada en mi búsqueda que los conecte personalmente o profesionalmente. Seguro que ya sabías esto. No tengo nada que ponga a alguien de sus familias en la misma página, ni enlaces particulares entre colegas. Pettibone usaba los abogados de su propia compañía.

Observando a Eve, Nadine usaba sus perfectamente manicurados dedos para detallar los puntos. -Podrían muy bien haberse conocido el un al otro vagamente en algún nivel social, pero no se movían en los mismos círculos. Las esposas actuales usaban diferentes salones de belleza, diferentes clubes de salud, y tendían a comprar en diferentes boutiques. -Nadine hizo una pausa. -Pero imagino que esto también lo sabes.

– Podemos manejarnos para cubrir algunos puntos aquí en la central.

– Es que estaba pensando como tener un mano a mano contigo sin tener que rogarte.

– Tú no ruegas, lisonjeas.

– Sí, y muy bien. Porque la oferta, Dallas?

– Quiero detenerla, y estoy dispuesta a usar todas las herramientas disponibles. A mayor exposición en los medios, mejor oportunidad de que alguien pueda reconocerla. Debe estar trabajando hacia su siguiente objetivo. Ahora, esto es fuera de registro, Nadine, y no quiero ninguna pregunta pertinente en la grabación. Hay una posibilidad de más del cincuenta por ciento de que Roarke sea un objetivo.

– Roarke? Jesús, Dallas. Eso no encaja. El no es su tipo. Demonios, es el tipo de toda mujer, tú sabes lo quiero decir. Es demasiado joven, demasiado casado.

– Casado conmigo. -dijo Eve. -Eso tal vez sea suficiente para ella.

Nadine se echó atrás en la silla, pensando. Ella valoraba la amistad tanto como valoraba los ratings. -Ok. Que puedo hacer?

– La entrevista. Darle a la historia tanto juego como puedas manejar. Mantenerla, y a ella, en la mente de todos. Ella cuenta con poder mezclarse con la gente. Quiero sacarle esa ventaja.

– Quieres que eso la joda.

– Si eso la jode, va a cometer un error. Tiene hielo en vez de sangre, por eso es buena en lo que hace. Es el momento de calentar.

– Ok. -Nadine asintió y señaló a su cámara. -Vamos a iniciar el fuego.


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