Tres eran los pensamientos de
quienes estaban en Thorbardin
en la oscuridad que siguió a Dergoth
cuando los ogros bailaron.
Uno era la luz perdida,
la oscuridad renqueante
en las grutas del reino
donde la luz se desmenuza.
Otro, la desesperanza
del thane enano Derkin
entregado a la penumbra
de la torre de la Gloria.
Otro, el mundo,
debilitado y herido
en las profundidades
de las Aguas Lóbregas.
Bajo el corazón de las montañas,
bajo el techo de piedra,
bajo la menguante gloria del mundo.
Hogar bajo el hogar.
Entonces apareció Kharas entre nosotros, el Guardián de Reyes.
La Mano en el Mazo, Brazo de Hylar.
En el reluciente panteón de oro y granate
tres hijos del thane debajo enterró.
Mientras Derkin veía oscuridad sobre oscuridad en los túneles,
en las salas de la nación vio nudos corredizos y cuchillos,
asesinos y forjadores de reyes llegaron hasta Kharas
con ágara y amatista, solicitando lealtad.
Bajo el corazón de las monrañas,
bajo el techo de piedra,
bajo la menguante gloria del mundo.
Hogar bajo el hogar.
Pero la fidelidad del corazón es firme como la roca.
Y audaz e indoblegable la mente para bien:
el Mazo de Kharas se mantenía firme en las salas,
rechazando toda discordia, toda duda y división,
dio la espalda a la intriga, desde los túneles inexplorados,
hasta el exterior, haciendo un juramento
que ni el tiempo ni traición alguna deslustrarían jamás:
el regreso del Mazo en una época de grandes rribulaciones.
Bajo el corazón de las montañas,
bajo el techo de piedra,
bajo la menguante gloria del mundo.
Hogar bajo el hogar.