Margaret Weis & Tracy Hickman El mazo de Kharas

Preámbulo

«El Canto de Kharas»

por Michael Williams

Tres eran los pensamientos de

quienes estaban en Thorbardin

en la oscuridad que siguió a Dergoth

cuando los ogros bailaron.

Uno era la luz perdida,

la oscuridad renqueante

en las grutas del reino

donde la luz se desmenuza.

Otro, la desesperanza

del thane enano Derkin

entregado a la penumbra

de la torre de la Gloria.

Otro, el mundo,

debilitado y herido

en las profundidades

de las Aguas Lóbregas.

Bajo el corazón de las montañas,

bajo el techo de piedra,

bajo la menguante gloria del mundo.

Hogar bajo el hogar.

Entonces apareció Kharas entre nosotros, el Guardián de Reyes.

La Mano en el Mazo, Brazo de Hylar.

En el reluciente panteón de oro y granate

tres hijos del thane debajo enterró.

Mientras Derkin veía oscuridad sobre oscuridad en los túneles,

en las salas de la nación vio nudos corredizos y cuchillos,

asesinos y forjadores de reyes llegaron hasta Kharas

con ágara y amatista, solicitando lealtad.

Bajo el corazón de las monrañas,

bajo el techo de piedra,

bajo la menguante gloria del mundo.

Hogar bajo el hogar.

Pero la fidelidad del corazón es firme como la roca.

Y audaz e indoblegable la mente para bien:

el Mazo de Kharas se mantenía firme en las salas,

rechazando toda discordia, toda duda y división,

dio la espalda a la intriga, desde los túneles inexplorados,

hasta el exterior, haciendo un juramento

que ni el tiempo ni traición alguna deslustrarían jamás:

el regreso del Mazo en una época de grandes rribulaciones.

Bajo el corazón de las montañas,

bajo el techo de piedra,

bajo la menguante gloria del mundo.

Hogar bajo el hogar.

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