Indoctrinario fue mi primera novela, y por tal razón estoy desmedidamente orgulloso de ella. Esto podría dar la impresión de que yo estuviera patrocinando mi ego juvenil, y quizá sí que lo esté, porque no han transcurrido demasiados años desde que escribí el libro en 1969. Pero creo que he progresado desde entonces.
Si tuviera que escribir de nuevo mi primera novela, no creo que sería otra vez Indoctrinario, pero pienso que podría ser un libro bastante similar. Hubo un cierto cálculo prudencial en su redacción, una conciencia de que los escritores, en especial los jóvenes, poseen un limitado fondo de experiencia interna al que recurrir. ¿Cuántas primeras novelas han sido un extravagante derroche de ese fondo, seguido de una depauperada segunda novela, o absolutamente ninguna segunda novela? Sabía, cuando empecé Indoctrinario, que había otras novelas que deseaba escribir.
He aprovechado la oportunidad de esta nueva edición para efectuar ciertas revisiones del texto, las cuales me han parecido muy excesivas. Leer el libro con tal fin ha sido deprimente y tranquilizador a la vez: era menos competente de lo que yo esperaba, pero también era menos incompetente de lo que temía. Esta preocupación por la competencia no es una mera afectación: cuando escribí Indoctrinario acababa de convertirme en escritor de oficio, y la competencia es la cualidad mínima que un autor profesional debería ofrecer a su público.
Las extrañas experiencias de Elías Wentik se iniciaron en un cuento largo titulado 'The Interrogator' (El interrogador), que fue publicado en la serie New Writings entonces editada por el difunto Ted Carnell. Pese a que Carnel (que también editó la revista británica New Worlds durante más de diecisiete años) tenía fama de ser conservador en sus gustos, esta fama era totalmente inmerecida. 'The Interrogator' basta para refutarla. (Carnell también publicó abundantes obras progresistas de autores como Brian W. Aldiss y J. G. Ballard.) Críptico, irresuelto y premeditadamente oscuro, 'The Interrogator' ocupó 10.000 palabras de New Writings 15. (El material de este relato constituye ahora, de un modo aproximado, los primeros seis capítulos de Indoctrinario.)
Para no dejar que este éxito insensato quedara solo, proseguí The Interrogator' con otras 10.000 palabras que titulé The Maze' (El laberinto). Carnell se enteró de mis intenciones, y lo rechazó al instante. Posteriormente también fue devuelto por New Worlds, entonces editada por Michael Moorcock; esto fue un golpe, porque si bien "The Maze' era tan oscuro en todos sus detalles como el primer cuento, yo sabía con certeza que era mucho más oscuro que cualquier cosa que New Worlds hubiera publicado jamás. En aquellos tiempos se tenía a veces la impresión de que la única manera de publicar en New Worlds era confundir a todo el mundo, pero Michael Moorcock era en realidad más astuto de lo que yo había imaginado. (El material de The Maze' alarga la novela hasta el final de capítulo 10.)
Hasta ese momento tenía 20.000 palabras de literatura premeditadamente oscura. Para resumir, los dos relatos fueron leídos por Charles Monteith de Faber & Faber, y reconociendo claramente un talento que persistía pese a mis mejores esfuerzos por ahogarlo, me ofreció un contrato para que escribiera una novela basada en los dos cuentos. Lo hice enseguida, ajustando los hechos a una narrativa convencional, y haciendo avanzar el relato a través de incidentes convencionales hasta una conclusión razonablemente convencional. Expliqué concienzudamente todos los misterios de los capítulos anteriores (y creo que no debí de hacerlo); esa explicación sigue estando en esta nueva edición —aunque algo más reducida— porque no veo cómo eliminarla. Al conjunto lo titulé Indoctrinario, pero ya no recuerdo por qué.
Tal como otros autores han observado, existen diversos riesgos para un escritor que revisa su obra anterior, no siendo el menor entre ellos el riesgo de que mientras elimina lo que considera malo puede, en el proceso, eliminar también lo que otras personas considerarían bueno. He tenido esto en mente mientras repasaba Indoctrinario. He alterado los ejemplos más extremados de redacción chapucera o inmadura; y he eliminado las redundancias de idea o expresión. Esto es simplemente un esfuerzo de última hora para simular que yo era mejor escritor en 1969 que hoy. A pesar de que el libro es algo más corto ahora, confío en que buena parte de lo que he hecho sea evidente para el lector.
Christopher Priest