Isaac Asimov y Robert Silverberg Anochecer

Si las estrellas aparecieran una sola noche cada mil años, ¡cómo creerían y adorarían los hombres, y conservarían durante muchas generaciones el recuerdo de la ciudad de Dios!

Emerson


¡Otro mundo! ¡No hay otro mundo! Aquí o ninguna parte, éste es el único hecho.

Emerson

AL LECTOR

Kalgash es un mundo alienígena, y no es nuestra intención hacerle pensar a usted que es idéntico a la Tierra, aunque describamos a su gente hablando un lenguaje que usted puede entender y utilizando términos que le resultan familiares. Esas palabras deben ser entendidas como meros equivalentes de otros términos alienígenas, es decir, un conjunto convencional de equivalencias del mismo tipo que utiliza un novelista cuando hace que unos personajes extranjeros hablen entre sí en su propio idioma pero sin embargo transcribe sus palabras en el idioma del lector. Así, cuando la gente de Kalgash habla de «kilómetros», «manos», «coches» u «ordenadores», se refieren a sus unidades de distancia, sus órganos de asir, sus vehículos de transporte terrestre o sus máquinas de procesado de la información. Los ordenadores utilizados en Kalgash no son necesariamente compatibles con los usados en Nueva York o Londres o Estocolmo, y el «kilómetro» que utilizamos en este libro no es necesariamente la unidad métrica que conocemos en la Tierra. Pero nos pareció mucho más simple y deseable utilizar estos términos familiares a la hora de describir los acontecimientos en este mundo absolutamente alienígena que tener que inventar una larga serie de términos propios kalgashianos.

En otras palabras, podríamos haber dicho que uno de nuestros personajes hizo una pausa para atarse sus quonglishes antes de emprender una caminata de siete vorks a lo largo del gleebish principal de su znoob nativo, y todo hubiera parecido mucho más alienígena. Pero también hubiera sido mucho más difícil extraerle un sentido a lo que estábamos diciendo, y eso no nos pareció útil. La esencia de esta historia no reside en la cantidad de términos raros que hayamos podido inventarnos; reside más bien en la reacción de un grupo de gente algo parecida a nosotros, que vive en un mundo que es algo parecido al nuestro en todo excepto en un detalle altamente significativo, y su reacción al desafío de una situación completamente distinta de cualquier cosa con lo que la gente de la Tierra haya tenido que enfrentarse nunca. Bajo esas circunstancias, nos pareció mejor decir que alguien se puso sus botas de marcha antes de emprender una caminata de once kilómetros que atestar el libro con quonglishes, vorks y gleebishes.

Si lo prefiere, puede usted imaginar que el texto dice «vorks» allá donde dice «kilómetros», «gliizbiiz» allá donde dice «horas» y «sleshtraps» allá donde dice «ojos». O puede inventarse sus propios términos. Vorks o kilómetros, no representará ninguna diferencia en el momento en que aparezcan las Estrellas.


I. A.

R. S.

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