Robert Silverberg La señorita Found en una máquina del tiempo abandonada

Para que de la vida valga la pena de vivirse, tenemos que poseer al menos la ilusión de que somos capaces de efectuar cambios profundos en el mundo en que vivimos. Y digo: al menos la ilusión. Evidentemente, sería preferible la verdadera capacidad para efectuar los cambios; pero no todos podemos llegar a ese nivel, e incluso la ilusión del poder ofrece esperanza, y la esperanza sustenta la vida. La cuestión es no ser una marioneta, no ser una cosa de karma juguetón y pasivo. Supongo que todos estarán de acuerdo en que se deben introducir profundos cambios en la sociedad. Y ¿quién los hará, sino usted y yo? Si nos decimos a nosotros mismos que nos encontramos desamparados, que toda reforma significativa resulta imposible, que el statu quo existente llegó para mantenerse…, entonces lo mismo podríamos dejar de preocuparnos por seguir viviendo, ¿no cree? Quiero decir: si el autobús está resbalando y el conductor está perdiendo la guía, y todas las puertas están atascadas, es mucho más frío tomar cianuro que esperar el inevitable destrozo. Pero, naturalmente, no queremos creer que nos encontramos indefensos. Queremos creer que seremos capaces de agarrar el volante y enderezar el autobús en su ruta, y conducirlo con seguridad al taller de reparaciones. ¿No es así? Correcto. Eso es lo que deseamos pensar, aún cuando sólo se trate de una ilusión. Porque a veces —¿quién sabe?— puede uno mantener firme una ilusión y convertirla en algo real.

El reparto de personajes. Thomas C…, nuestro principal protagonista, de veinte años de edad; la primera vez que lo encontramos está dormido, con fibras de su propio y largo pelo moreno enmarañado casualmente sobre la boca. Vaqueros muy ajustados y una camisa de ¡ECOLOGÍA AHORA!, completamente arrugados a los pies de la cama. Fue educado en Elephant Mound, Wisconsin, y éste es el tercer año que pasa en la universidad. Parece estar durmiendo tranquilamente, pero a través de su mente, llena de sueños, se filtran fantasmas inquietantes: Lee Harvey Oswald, George Lincoln Rockwell, Neil Armstrong, Arthur Bremer, Sirhan Sirhan, Hubert Humphrey, Mao Tsé-Tung, el teniente William Caley, John Lennon. Cada uno de ellos se va anunciando a sí mismo, efectúa un ligero baile expresivo de su personaje, desaparece y vuelve a surgir en alguna otra parte del córtex cerebral de Thomas.

En la pared de la habitación de Thomas hay varios tótems contemporáneos: una fotografía gigantesca de Spiro Agnew jugando al golf, una llamativa etiqueta engomada que dice: VOTE POR MC GOVERN, y pancartas que proclaman variadamente LIBERTAD PARA ANGELA, APOYE A SU FUERZA LOCAL, PODER PARA EL PUEBLO y ¡EL CHE VIVE!

Thomas posee una sensibilidad extremadamente contemporánea hacia los años 1970-72. Para 1997 se sentirá terriblemente nostálgico por las causas y artefactos de su juventud, como siente ahora su abuelo por los abrigos de mapache, los baños de ginebra y las astas de bandera. Dirá cosas como: «Inténtalo, te gustará», o bien: «¡Pégame!», y nadie menor de cuarenta años se reirá.

Dormida, cerca de él, está Katherine F…, rubia, de diecinueve años. Habitualmente lleva gafas de montura acerada, pantalones acampanados verdes ajustados a la cadera, un sedoso poncho púrpura y un chal de macramé, pero ahora no lleva ninguna de esas cosas. Katherine no está soñando, pero su próximo ciclo de sueño profundo llegará dentro de poco. Procede de Mosse Valley, Minnesota, y perdió su virginidad a los catorce años, mientras contemplaba una película de flirteo entre Mastroianni y la Loren, en el cine al aire libre Estrella del Norte. Durante su seducción, no apartó nunca los ojos de la pantalla durante un periodo superior a los treinta segundos. En la actualidad es mucho más responsable en esas cosas de la capacidad de respuesta, pero años atrás trataba enérgicamente de ser fría. Hace cuatro horas, ella y Thomas llevaron a cabo un acto de mutua estimulación oral-genital que es ilegal en diecisiete Estados y en la República de Vietnam (sur), aunque hay esperanzas de que eso pueda cambiar dentro de poco.

En el suelo, junto a la cama, está el perro de Thomas, Fidel, parte sabueso y parte terrier. También él está durmiendo. Adherida al collar de Fidel hay una serpentina que dice TRES TRENZAS PARA DOMESTICADO LIB.


«Sin Dios», dijo uno de los hermanos Karamazov, «todo es posible». Supongo que eso es cierto si uno concibe a Dios como la fuerza que lo mantiene todo junto, que impide que el agua caiga hacia arriba y que el sol salga por el oeste, pero… ¡qué concepto tan limitado de Dios es ése! Au contraire, Fyodor: con Dios, todo es posible. Y me gustaría ser Dios durante un ratito.


P. ¿Qué hizo usted?

R. Le grité al sargento Bacon, y le dije que fuera a buscar licores y que su gente empezara a moverse inmediatamente, no hacia los licores, sino hacia los bunkers. Y me dirigí adonde estaba Mitchell. Regresé poco después. Meadlo aún estaba allí con un grupo de vietnamitas, y le grité a Meadlo pidiéndole… Le pregunté si no podía mover a toda aquella gente, si no podía librarse de ella.

P. ¿Disparó usted contra ese grupo de gente?

R. No, señor, no lo hice.

P. Después de ese incidente, ¿qué hizo usted?

R. Bueno, les dije a mis hombres que cruzaran la zanja y que se colocaran en posición después de que yo hubiera pegado fuego a la zanja.

P. ¿Tuvo usted oportunidad de observar lo que había en el interior de aquella zanja?

R. Sí, señor.

P. ¿Y qué vio usted?

R. Gente muerta, señor.

P. ¿Observó alguna apariencia de que hubiera alguien vivo?

R. No, señor.


Ahora habla Thomas. Escúchame. Simplemente, escúchame. Suponte que tuvieras una máquina que te permitiera arreglar todo lo que está mal en el mundo. Digamos, una máquina que contuviera todos los recursos de la tecnología moderna, por no mencionar los poderes de una imaginación rica y bien provista, y de un sentido ético altamente desarrollado. La máquina puede hacer cualquier cosa. Te puede hacer invisible; te proporciona una forma de deslizarte hacia atrás y hacia adelante en el tiempo; te proporciona el acceso telepático a las mentes de otros; te permite llegar a esas mentes y c-a-m-b-i-a-r-l-a-s. Y así sucesivamente. Llama a esa máquina como quieras. Llámala, por ejemplo, Actualizador de la Fantasía de Todo el Mundo. Llámala Máquina del Tiempo Mark Nueve. Llámala Caja Divina. Llámala Varita Mágica, si quieres. Muy bien. Yo te entrego una varita mágica. Y tú también me entregas una varita mágica, porque lector y escritor tienen que ser aliados, tienen que conspirar juntos. Tú y yo, con nuestras varitas mágicas. ¿Qué harías tú con la tuya? ¿Qué haría yo con la mía? Empecemos.


La venganza de los indios. En las llanuras, a quince kilómetros al oeste de Grand Otter Falls, Nebraska, se reúnen las tribus. Haciendo auto-stop, en camión, con tiendas de campaña, en Chevrolet, bicicleta y microbús, llegan desde todos los rincones de la nación. Son las delegaciones de los enojados pieles rojas. Aqui están los onondagas, los aglalas, los hunkpapas, los jicarillas, los punxsatawneys, los kickapoos, los gros ventres, los nez percés, los lenni lenapes, los wepawaugs, los pamunkeys, los penobscots, y toda esa multitud. Van vestidos con los símbolos que el hombre blanco espera ver en ellos: sombreros de plumas, pantalones polainas de cuero de ante, rostros pintados, tomahawks… ¡Mira cómo arde la gran hoguera! ¡Mira cómo los bravos, cubiertos de brillante sudor, bailan la danza de la cabellera cortada! ¡Escucha sus fantásticos gritos bárbaros! ¡Qué terror deben inspirar estos salvajes en los bien alimentados barrios residenciales que les observan por el canal cuatro!

Ahora empieza la reunión del Consejo. La pipa pasa de unas manos a otras. Se escuchan gruñidos de aprobación. El poderoso jefe navajo, Hosteen Dollars, es el principal orador. Habla en nombre de la más fuerte de las tribus, porque los poderosos navajos son propietarios de moteles, tiendas de regalos, pozos de petróleo, bancos, minas de carbón y supermercados. Tienen en sus manos la lucrativa distribución nacional de la excelente cerámica de sus vecinos, los hopi y los pueblo. Tranquilamente han ido acumulando grandes riquezas y poder, que han dedicado subrepticiamente al bienestar de sus parientes menos afortunados de otras tribus. Ahora el arsenal está completamente abarrotado: los tanques, los lanzallamas, los rifles automáticos, los camiones semi-orugas, las recolectoras llenas de napalm. Sólo falta la Big Bang. Pero esa falta, declara Hosteen Dollars, se ha remediado ahora gracias a una intervención milagrosa.

—¡Este es nuestro momento! —grita—. ¡Hiawatha! ¡Hiawatha!

Solemnemente desciendo de los cielos, trazando una lenta espiral hacia abajo, aterrizando suavemente sobre mis pies. Estoy desnudo excepto por un taparrabos; mi piel cobriza brilla lustrosamente. Guardada entre mis brazos, sostengo una bomba de hidrogeno, armada y preparada.

—¡La Big Bang! —grito—. ¡Aqui está, hermanos!

A la caída de la noche, Washington es un montón de cenizas radiactivas. Al amanecer, el presidente en funciones capitula. Hosteen Dollars aparece en la televisión nacional para explicar cuál será el nuevo sistema de reservas, y se inicia la redada de rostros pálidos.


Bruce Bales, fiscal del distrito del condado de Marin, que se incapacitó a si mismo como fiscal acusador de Angela Davis, dijo ayer que se sentía «absolutamente conmocionado» ante la absolución.

Dejándose llevar por una amarga reacción, Bales dijo:

—Creo que el jurado cayó en la trampa emocional ofrecida por la defensa. Ella ni siquiera subió al estrado para negar su culpabilidad. A pesar de lo ocurrido, sigo manteniendo que ella fue la responsable de la muerte del juez Haley y de la mutilación de mi ayudante, Gary Thomas, como Jonathan Jackson. Indudablemente, esto es tanto más así debido a la edad de ella, a su experiencia e inteligencia.

Según dijo un portavoz en la capital, el gobernador Ronald Reagan no estaba disponible para hacer ningún comentario sobre el veredicto.


El día que inutilizamos el Pentágono fue sencillamente maravilloso, un hito en la historia del Movimiento. Nos costó años de planificación y un tremendo esfuerzo cooperativo, pero los resultados demostraron que valió la pena realizar el heroico esfuerzo.

Así es como lo hicimos:

Con la ayuda de nuestra IBM 2020 multifásica establecimos un anillo de puntos de acceso alrededor de todo el distrito de Columbia. Había tres lugares en Maryland —Hyattsville, Suitland y Wheaton— y otros dos del lado de Virginia, en McLean y Merrifield. En cada uno de los puntos de acceso, excavamos un pozo vertical de doscientos metros de profundidad, utilizando nuestro escariador rotativo Hughes de absorción de fluido, acoplado con una unidad extractora de núcleo gemelo de la General Motors. Cada noche transportábamos los residuos a Kentucky y Tennessee por camión, desembarazándonos de ellos en antiguos vertederos de minas.

Cuando alcanzamos el nivel de los doscientos metros, empezamos a tender una tubería de noventa y un centímetros que se dirigía rectamente hacia el Pentágono a partir de nuestros cinco puntos de acceso, para lo que empleamos un compactor molecular LTV para convertir el terreno en forma semi-líquida. Los desperdicios los bombeamos a cinco enormes depósitos subterráneos adyacentes que excavamos con nuestra excavadora retroactiva hemisférica de sub-superficie, del tipo Gardner-Denver. Una vez tendidas las tuberías, empezamos a bombear los residuos almacenados hacia el Pentágono, a una velocidad constante calculada por nuestra pequeña computadora XDS y controlada a intervalos de quinientos metros a lo largo de la ruta por un sistema sensor Control Data 106a.

Las bombas, desde luego, eran del tipo pesado, de Briggs y Stratton, 580. Durante un período de ocho meses, tuvimos éxito en ir sustituyendo el subsuelo debajo del Pentágono por un inmenso estanque de desperdicios, llevando cuidado, sin embargo, de evitar el causar cualquier perturbación sismológica que pudiera detectar el propio equipo del Pentágono. Para esta parte de la operación empleamos espectrofotómetros de Bausch & Lomb y exploradores Perkin-Elmer, conectados en serie con un integrador de vibración-amortiguación Honeywell 990.

Nuestro esquema de tiempo era perfecto. La noche del 3 de julio derribamos los tres puntos clave de sostenimiento. Ahora, el Pentágono estaba flotando sobre un lago de barro de cerca de un kilómetro de diámetro. Un banco triple de estabilizadores autónomos Dow mantuvieron el edificio a su elevación normal; utilizamos un equipo de homeostasis Ampex para regular las presiones de flotación.

Al mediodía del cuatro de julio, Katherine y yo celebramos una conferencia de prensa en las escalinatas de la Biblioteca del Congreso, a la que asistieron principalmente representantes de los medios de comunicación underground, aunque también había unos pocos periodistas casuales. Exigí que se pusiera fin inmediatamente a todas las aventuras militares norteamericanas en el exterior y concedí al presidente una hora de tiempo para contestar. No hubo respuesta de la Casa Blanca, desde luego, y a la una menos cinco activé los diques de contención silbando tres estrofas de Estrellas y Barras en un teléfono público situado en las afueras del cuartel general del FBI. Al hacerlo, inicié un proceso de desplazamiento de residuos de barro, y a la una y cinco el Pentágono ya se estaba hundiendo. Lo fue haciendo con la lentitud suficiente como para que no hubiera pérdida de vidas: la evacuación se completó en el término de dos horas, y el piso más alto del edificio no se hundió en el barro hasta las cinco de la tarde.


Dos leones que mataron a un joven en el Zoológico de Portland, el sábado por la noche, aparecieron muertos hoy, víctimas de un tirador nocturno provisto de un rifle.

Roger Dean Adams, de diecinueve años de edad, natural de Portland, fue el joven devorado. El Zoológico estaba cerrado el sábado por la noche, cuando él y dos compañeros penetraron en el recinto saltando una verja.

Los compañeros dijeron que el joven Adams se descolgó sobre la parte del foso del oso pardo, agarrándose con las manos al borde del muro, y después elevándose a pulso. Después de haber permanecido sentado en el borde del muro del foso de los leones, intentó hacer lo mismo allí.

Kenneth Franklin Bowers, de Portland, uno de los compañeros del joven Adams, dijo que éste se descolgó sobre el borde del foso y que, mientras permanecía colgado allí, agarrándose al borde con las manos, tiró una patada a los leones. Uno de ellos le lanzó un palmetazo, dándole en un pie, y el joven cayó al suelo del foso, cinco metros más abajo del borde del muro. Entonces los leones lo destrozaron, y al parecer se desangró hasta morir, después de que le desgarraran una arteria en el cuello.

Uno de los leones -César, un macho de dieciséis años- fue muerto la pasada noche de dos balas disparadas por un rifle de fabricación extranjera. Sis, una hembra de once años, fue alcanzada por un tiro en la espina dorsal. Murió esta mañana.

La policía dijo que disponía de muy pocas pistas para encontrar al tirador.

Jack Marks, el director del Zoológico, dijo que se perseguiría legalmente a cualquier persona que fuera acusada de haber hecho los disparos. «Tiene que estar uno enfermo para disparar contra un animal que no ha hecho otra cosa que seguir sus propias normas de conducta», dijo Mr. Marks. «Ninguna persona en su sano juicio entraría en el Zoológico en plena noche para matar a un animal en cautividad».


¿Quieres que te diga realmente quién soy? Puede que pienses que soy un estudiante de universidad de la segunda mitad del siglo XX, pero en realidad soy un visitante procedente del lejano futuro, nacido en un año que, según vuestro sistema de cálculo, diríais que es el año 2806 d.C. Puedo intentar describirte mi zona nativa, pero hay muy pocas similitudes como para que comprendieras lo que te dijese. Por ejemplo, ¿significaría algo para ti si te digo que tengo dos madres, una ovárica y la otra intrauterina, y que mi padre espermático por línea somática fue, hablando estrictamente, en parte delfín y en parte ocelote? ¿O que celebré mi quinta elevación neurónica tomando parte en una expedición a Proxy Nueve, donde aprendí los once ejercicios impulsores del alma y los siete mantrams contrarios?

El problema consiste en que, desde tu punto de vista, nosotros nos hemos movido desde lo tecnológico hacia lo incomprensible. Tú puedes explicarle la televisión a un hombre del siglo XI, de tal modo que éste comprenderá el concepto esencial, aunque no los verdaderos principios operativos: «Disponemos de esta caja en la que somos capaces de hacer imágenes de lugares muy distantes, y lo hacemos dominando el mismo poder que hace que el relámpago cruce el cielo». Pero ¿cómo puedo encontrar siquiera las palabras básicas para ayudarte a visualizar el más simple de nuestros juguetes?

En cualquier caso, era época de festival-ojo, y para mi proyecto elegí vivir en el año 1972. Esto requería una buena dosis de preparación. Se hacía necesario llevar a cabo ciertas alteraciones físicas —como, por ejemplo, la sintetización del pelo del cuerpo—, pero la parte realmente difícil fue la creación del camuflaje cultural. Tuve que recoger modelos de lenguaje, pasado histórico, todo un sentido del contexto.

También tuve que crearme una autobiografía convincente. El efecto de cambio de tiempo proporciona a los viajeros como yo una instantánea existencia retroactiva en el pasado, un pasado bien establecido de escolaridad, de padres y todo aquello que desee extenderse sobre un período dado anterior al punto de llegada, pero sólo en el caso de que se realice la programación adecuada. Aproveché los servicios de nuestros principales historiadores y arqueólogos, que me proporcionaron todo aquello que necesitaba, incluyendo un intenso entrenamiento en cultura juvenil de finales del siglo XX.

¡En qué persona tan elocuente me convertí! Puedo hablar todos vuestros dialectos: macrobiótica, ecología, alucinógenos, movimientos lib y sub, rock, astrología, yoga… ¿Eres tú un Capricornio sonpaku? ¿Estás plagado de sexismo, de viajes de vagabundeo, de inseguro karma, de malignas conjunciones planetarias? Solicita mi consejo. Conozco muy bien toda esa materia. Estoy al tanto de todo lo que es corriente. Estoy con la revolución.

¿Quieres saber otra cosa? Creo que no soy el único viajero del tiempo que está aquí ahora. Estoy empezando a formar una teoría, según la cual toda esta generación podría haber llegado aquí procedente del futuro.


Belfast, Irlanda del Norte. 28 de mayo. Seis personas resultaron muertas a primeras horas de hoy a causa de una gran explosión de bomba en Short Strand, un barrio católico de Belfast.

Tres de los muertos, todos hombres, fueron posteriormente identificados como miembros del Ejército Republicano Irlandés (IRA). Las fuerzas de seguridad dijeron que, en su opinión, la bomba explotó accidentalmente mientras estaba siendo transportada a otra parte de la ciudad.

Uno de los muertos fue identificado como un bien conocido experto del IRA en explosivos, que había ocupado un puesto importante en la lista de los buscados por el ejército inglés. Las tres otras víctimas, dos hombres y una mujer, no pudieron ser identificados inmediatamente.

Diecisiete personas, entre ellas varios niños, fueron heridas a causa de la explosión, y veinte de las casas de la estrecha calle donde se produjo quedaron tan dañadas que tendrán que ser derribadas.


Un día, me desperté y no pude respirar. Durante todo ese día y los siguientes, en los parques verdes y en las casas de los amigos, e incluso al lado del mar, no pude respirar. El aire estaba contaminado. Cada cosa que veía que era fea, y comprendí que era fea a causa del hombre: hecha por el hombre, o tocada por el hombre. Así es que abandoné a mis amigos y viví solo.


Eugene, Oregon (UPI). Un jubilado y su perro fueron enterrados juntos recientemente por expreso deseo del amo del perro.

Horace Lee Edwards, de setenta y un años de edad, había vivido solo con su perro durante veintidós años, desde que éste era un cachorro. Expresó su deseo de que, al morir, el perro fuera enterrado con él.

Los miembros de la familia de Mr. Edwards mataron al perro tras el fin de la enfermedad de Mr. Edwards. Después fue colocado a los pies de su amo, en el ataúd.


Yo acepto el caos. Pero no estoy seguro de si el caos me acepta a mí.


Un memorándum para el Actualizador:


Querida máquina:

Necesitamos más asesinos. En sí mismo el sistema es fundamentalmente violento, y hemos intentado transformarlo a través del amor, pero eso no ha funcionado. Les entregamos flores, y nos recibieron con balas. Muy bien. Hemos llegado a un punto tan miserable, que la única forma en que podemos combatir su violencia es con la violencia, con nuestra propia violencia. Ha llegado el momento de eliminar a los que eliminan. En consecuencia, vieja máquina, tu tarea para hoy consiste en crear un cuerpo de asesinos capaces, un cuadro de seres humanos convencionales, y de aspecto convencional, que sirvan a las necesidades del Movimiento. Matar a los androides, eso es lo que queremos.

Estas son las características:

EDAD: entre diecinueve y veinticinco años.

ALTURA: entre 1,65 y 1,75 mts.

PESO: más bien bajo, o bien muy pesado.

RAZA: blanca, más o menos.

RELIGIÓN: antiguamente cristiano, ahora agnóstico o ateo. Los ex-fundamentalistas serían estupendos.

PERFIL PSICOLÓGICO: nervioso, extraño, un solitario, un perdedor. Mala historia sexual: impotencia, eyaculación prematura, incapacidad para encontrar compañeras voluntariosas. Mala relación con los parientes (si conserva alguno) y con los padres. El sujeto debe tener alguna afición (colección de sellos o monedas, chismes, carreras a campo traviesa, etc.) pero no debe ser un “intelectual”. Sería deseable un toque de paranoia. También que le resultara imposible cumplir con sus libres ambiciones.

CONVICCIONES POLÍTICAS: cualquiera. Preferiblemente muy flexibles. Dispuesto a declararse un anarquista libertario el martes y un marxista convencido el jueves si piensa que eso le llevará a alguna parte que le permita realizar el cambio. Dispuesto a disparar con igual entusiasmo contra candidatos presidenciales, senadores actuales, jugadores de baseball, estrellas del rock, policías de tráfico o cualquier otro componente del misterioso “ellos” que ostentan la gloria e “impiden” al sujeto que ocupe su verdadero lugar en el universo.

Muy bien. Tú misma puedes suministrar los accesorios, máquina. Cualquier color en los ojos, siempre y cuando sean un poco brillantes e hipertiroideos. Cualquier color del pelo, aunque ayudaría que fuera prematuramente escaso y que el sujeto se quejara de que su falta de éxito con las mujeres se debe en parte a eso. Cualquier historia matrimonial (soltero, divorciado, viudo, casado) que demuestre que cualquier enlace que pudo haber existido demostró ser insátisfactorio. El resto depende de ti. Empieza a trabajar y utiliza tu creatividad. Empieza a grabar sus nombres en cantidad:


Oswald Sirhan Bremer Ray Czolgosz Guiteau

Oswald Sirhan Bremer Ray Czolgosz Guiteau

Oswald Sirhan Bremer Ray Czolgosz Guiteau

Oswald Sirhan Bremer Ray Czolgosz Guiteau

Oswald Sirhan Bremer Ray Czolgosz Guiteau

Oswald Sirhan Bremer Ray Czolgosz Guiteau

Oswald Sirhan Bremer Ray Czolgosz Guiteau

Oswald Sirhan Bremer Ray Czolgosz Guiteau


Danos los hombres. Nosotros encontraremos en qué utilizarlos. Y cuando hayan cumplido con su sucio trabajo, les arrojaremos al esperanzador kármico para que sean reciclados, y que Dios nos ayude a todos.


Cada día, miles de naves contaminan rutinariamente el mar con desechos petrolíferos. Cuando un petrolero ha descargado, tiene que añadir peso de cualquier otra clase para mantener la estabilidad; esto suele hacerse llenando alguno de los tanques de almacenamiento del buque con agua del mar. Antes de poder recoger una nueva carga de petróleo, el barco tiene que deshacerse de este lastre acuoso existente en sus tanques; y, a medida que se bombea el agua hacia el exterior, se lleva consigo la escoria petrolífera que permaneció en los tanques cuando se descargó el último cargamento.

Hasta 1964, la limpieza de un petrolero medio de 40.000 toneladas enviaba al mar ochenta y tres toneladas de petróleo. La mejora en los procedimientos de limpieza de los tanques ha reducido la descarga habitual de petróleo a unas tres toneladas. Pero existen tantos petroleros —más de 4.000— que, a pesar de todo, se lanzan al mar varios millones de toneladas al año. Los 44.000 barcos de pasajeros, de carga, militares y de placer que existen ahora en servicio añaden una cantidad similar de contaminación, deshaciéndose de los desechos petrolíferos de sus pantoques. En conjunto, y según una estimación científica, el hombre puede estar arrojando al mar la cantidad de diez millones de toneladas de petróleo al año.

Cuando el explorador Thor Heyerdahl realizó su viaje de 3.200 millas marinas utilizando un bote de papiro en el verano de 1970, desde el norte de África hasta las Indias Occidentales, vio «una continua extensión de por lo menos 1.400 millas contaminadas por masas informes de petróleo solidificado flotantes, como asfalto, en Atlántico abierto». El oceanógrafo Jacques Yves Cousteau calcula que el 40 por ciento de la vida marina mundial ha desaparecido en el presente siglo. Las playas cercanas al puerto de Boston contienen una acumulación media de petróleo de diez kilos por milla cuadrada, una cifra que se eleva a 793 kilos por milla en un área del cabo Cod.

El Centro Científico de Mónaco informa: «En la costa mediterránea, prácticamente todas las playas están manchadas por las refinerías de petróleo, así como el fondo del mar, que sirve como reserva alimenticia para la fauna marina y que está quedando esterilizado debido a los mismos factores».


Es un frío día de primavera y aquí estoy, en Washington D.C. Allá abajo está el Capitolio y también la Casa Blanca. No puedo ver el monumento a Washington, porque no lo han terminado todavía y, desde luego, no hay ningún Lincoln Memorial porque el Honorable Abe está vivo y se encuentra muy bien en la avenida Pennsylvania. Hoy es viernes 14 de abril de 1865. Y aquí estoy. ¡Lejos!

—Disponemos del poder para efectuar el cambio. Muy bien, ¿qué debemos cambiar? ¿Toda la fea cuestión racial?

—Eso es demasiado frío. Pero ¿qué hacemos al respecto?

—Bien, ¿qué tal sería desenraizar toda la institución de la esclavitud retrocediendo al siglo XVI y bloqueándola en sus inicios?

—No. Habría demasiadas ramificaciones. Tendríamos que alterar la dinámica de todo el impulso imperialista-colonial, y eso es un trabajo demasiado grande, incluso para un puñado de dioses. Podemos ser omnipotentes, pero no infatigables. Si bloqueamos ese impulso allí, no haría más que surgir en cualquier otro momento a lo largo de la línea del tiempo; una fuerza tan poderosa no puede ser sofocada inmediatamente.

—Lo que necesitamos es un punto preciso para invertir todo el barullo racial. Hemos de encontrar un acontecimiento individual, ubicado en un nexo crucial en la historia de las relaciones entre negros y blancos en los Estados Unidos y que no haya sucedido todavía. ¿Alguna sugerencia?

—Es claro, Thomas. El asesinato de Lincoln.

—¡Estupendo! Hacedlo pasar por la máquina; veamos cuáles serían las consecuencias.

Llevamos a cabo las estimulaciones necesarias y veinte veces de cada veinte dan como resultado una recomendación para que desasesinemos a Lincoln. Cualquier tonto con un rifle puede cometer un asesinato, pero sólo nosotros podemos llevar a cabo un desasesinato. Alors: Lincoln continúa hasta completar su segundo mandato; el débil e ineficaz Andrew Johnson sigue siendo vicepresidente, y la facción radical republicana del Congreso tiene éxito en decretar su «humillación de los orgullosos traidores» de la política del Sur. Bajo la guía uniforme de Lincoln, el Sur será reconstruido sanamente y se le dará la bienvenida de regreso a la Unión; no se producirá ninguna era vengativa de reconstrucción, y tampoco existirá la reacción, igualmente vengativa, de un Jim Crow contra los aventureros políticos que condujeron a todos los linchamientos y las leyes restrictivas, y quizá podamos impedir un siglo de amargura racial. Quizás.

Ahí está el Teatro Ford. Se está representando esta noche Nuestro primo americano. En estos momentos John Wilkes Booth se encuentra alojado en algún hotel céntrico, supongo, engrasando su arma, ensayando sus palabras. «¡Sic semper tyrannis!» es lo que gritará, y eliminará para siempre al pobre y viejo Abe.

—Una entrada para la obra de esta noche, por favor.

Mira a las damas y caballeros elegantes que descienden de sus carruajes. Saben que el presidente acudirá al teatro, y se han puesto sus más finas alhajas y vestidos. Y… ¡sí! ¡Esa es la carroza de la Casa Blanca! ¿Es Mary Todd Lincoln esa dama de aspecto tan imponente? Tiene que serlo. Y ahí está el presidente, extendiendo el billete de cinco dólares: barba grisácea, hombros caídos, ojos cansados, agotados, rostro arrugado. ¡Pobre viejo Abe! ¿Te estoy haciendo un gran favor salvándote esta noche? ¿No quieres abandonar tu carga? Pero la historia te necesita, hombre. Todos los niños y niñas negros te necesitan.

El presidente saluda con un gesto de la mano; yo le devuelvo el saludo. Saludos desde el siglo XX, Mr. Lincoln. ¡Estoy aquí para evitarle su martirio!

Se levanta el telón. Abe sonríe en su palco. No puedo seguir la representación; palabras, sólo palabras. El tiempo se arrastra: tic-tac, tic-tac, tic-tac. Finalmente, las diez. Se está acercando el momento. Allí, ¿lo ves? Allí: el hombre de ojos frenéticos con el arma de fuego. ¡Vaya! ¡Tiene el tamaño de un cañón! Se ha levantado y se dirige hacia el presidente. ¿Por qué no se da cuenta nadie? ¿Acaso la obra es tan malditamente interesante que nadie…?

—¡Eh! ¡En, tú, John Wilkes Booth! ¡Mira aquí, hombre! ¡Mírame!

Todo el mundo se vuelve cuando disparo. Booth también se gira, mientras yo elevo y extiendo mi brazo y disparo sin necesidad de apuntar siquiera, simplemente girando el arma como una extensión de mi brazo que señala, como me han enseñado a hacer los ejercicios Zen. El sonido del disparo se extiende, llena el teatro con un buuum terrible que parece reverberar por toda la sala, y Booth da un traspiés, con la sangre surgiendo de su pecho. Ahora, finalmente, los guardaespaldas del presidente rompen su actitud helada y se acercan corriendo. Lo siento, John. No hay nada personal en esto. La historia está necesitada de algún cambio, eso es todo. Adiós, 1865. Adiós, presidente Abe. Has conseguido una ampliación de tu mandato, gracias a mí. El resto depende de ti.


Nuestra libertad, nuestra liberación… sólo puede llegar a través de una transformación de las estructuras y las relaciones sociales… Ningún grupo puede ser libre mientras algún otro se halle sujeto. Queremos construir un mundo en el que la gente pueda elegir su futuro, donde se pueda amar sin juegos de dependencia, donde no se muera de hambre. Queremos crear un mundo donde los hombres y las mujeres puedan relacionarse entre sí y con los niños, como seres iguales que lo comparten todo. Debemos eliminar a los dobles opresores… el capitalismo jerárquico y explotador, y sus mitos, que nos mantienen tan firmemente sujetos… sexismo, racismo y otros males, creados por quienes gobiernan sólo para mantenernos separados a todos.


—Alexander, ¿quieres a este hombre como fiel y legítimo esposo?

—Sí, quiero.

—George, ¿quieres a este hombre como fiel y legítimo esposo?

—Sí, quiero.

—Entonces, George y Alexander, por el poder que me ha sido conferido por el Estado de Nueva York, como ministro ordenado de la Primera Comunión Congregacional Gay del Alto Manhattan, yo os declaro esposo y esposo, desposados ante Dios y ante los ojos de los hombres, y os deseo que viváis felices en vuestro amor.


Se ha hecho todo con la ayuda de un montón de instrumentos de ciencia ficción. No voy a pedir disculpas por lo que se refiere a esa parte; las disculpas no son necesarias. Si se necesitan artilugios para salir y librarse, pues se utilizan esos artilugios; los superficiales no pasan a considerar en momento alguno cómo lograste llegar adonde deseabas llegar, procedente desde donde estás. El objetivo consiste en erradicar los bien conocidos males de nuestra sociedad; y si tenemos que llegar a eso por medio de máquinas del tiempo, por bandas mentales de amplificación del pensamiento, por rayos antiimpermeables, por haces moleculares interpenetradores, por barras de levitación superheterodinas y por medio de todo el resto de brillantes instrumentos de cómics, que sea así. Son los resultados los que cuentan.

Tal y como digo, tomen por ejemplo el día que le volé la mente al presidente. ¿Creen que podría haberlo hecho sin disponer de todos esos artilugios? Escuchen: el simple hecho de entrar en la Casa Blanca ya es todo un problema. No puede uno prescindir de un mapa de toda confianza del interior de la Casa Blanca, de esa parte que no se permite ver a los turistas; los mapas que existen son falsos y, en realidad, están cambiando continuamente las habitaciones, de modo que los agentes de espionaje y los asesinos no encuentren el camino que deben seguir. Lo que hace un mes era un dormitorio, se ha convertido al mes siguiente en un despacho y en una sala de conexiones al otro mes. Algunas habitaciones pueden ser recogidas y cambiadas al mismo tiempo, y en un instante. Todo cambia frenéticamente. Así es que instalamos nuestra pantalla ultrasónica de intercavitación en el Parque Lafayette, y obtuvimos una representación holográfica digna de toda confianza del interior del edificio. Esta información me permitió saber dónde me encontraba, y qué camino debía seguir una vez allí.

Pero también necesitaba encontrar al presidente con rapidez. Nuestro método consistió en colocarle un diminuto emisor-receptor bip en su cuerpo. Y así lo hicimos, cogiendo al jefe ensaladero de la Casa Blanca, envolviéndole en aromas narcolépticos y programándole para que ocultara la diminuta pieza en el interior de un tomate. El presidente se comió el tomate en la cena, y a partir de este momento pudimos seguir sus pasos con facilidad. El modelo de interferencia comunicado por el emisor-receptor también nos indicaba si había alguien con él.

Asi es que esperé a que estuviera solo una noche, en la Sala Malva, repasando su archivo de fotografías autografiadas de estrellas de fútbol americano, y levité entonces hacia un punto situado justo a treinta metros por encima de aquella habitación, utilizando nuestro desintetizador de flujo de neutrinos para eliminar el escudo de seguridad electrónica de la Casa Blanca. A continuación, descendí directamente por medio del haz interpenetrador. Aterricé justo delante de él.

Pueden creerme una cosa: ni siquiera empezó a gritar. Se retiró un poco hacia atrás y quiso mover una mano hacia un botón de alarma, pero yo le dije:

—Déjelo, señor presidente. No va a sufrir usted ningún daño; sólo quiero hablar. ¿Puede dedicarme cinco minutos? Hemos de mantener una pequeña charla —y le lancé el rayo conceptutrón para relajarle y hacerle receptivo a mis deseos—. ¿De acuerdo, jefe?

—Puedes hablar, hijo —replicó—. Siento verdadera ansiedad por escuchar la voz del público y me siento particularmente preocupado por ser responsable de las necesidades y problemas de nuestra generación más joven, nuestra galante gente joven que…

—Con calma, Dick. Muy bien, escucha esto. El país se está desmoronando, ¿de acuerdo? La ecología se deteriora; las ciudades se desmoronan, los negros se levantan en armas, la ultraderecha está almacenando napalm, los jóvenes están siendo diezmados en una loca guerra extranjera tras otra, las prisiones no hacen más que crear criminales en lugar de rehabilitarlos, los códigos sexuales victorianos están transformando a millones de seres humanos potencialmente hermosos en enfermos mentales, las leyes contra la droga no tienen ningún sentido, las mujeres siguen realizando un papel de madre-chófer-cocinera-criada, mientras que los hombres cumplen un papel de borrachos-huevudos-fulaneros, la población sigue aumentando y llenando los limpios espacios abiertos, la estructura económica es de naturaleza autodestructora, puesto que el capital y la mano de obra actúan de acuerdo para atornillar al consumidor, y así sucesivamente.

»Estoy seguro de que conoce usted los problemas, puesto que es el presidente y lee un montón de periódicos. Muy bien. ¿Cómo nos hemos metido en este embrollo? ¿Por accidente? No. ¿A través de un mal karma? Realmente, no lo creo así. ¿A través de fuerzas deterministas, de las que no podemos escapar? ¡Qué tontería! Nos hemos metido en todo esto por estupidez, avaricia e inercia. Somos tan avariciosos que ni siquiera nos damos cuenta de que nos estamos robando a nosotros mismos. Pero todo eso se puede arreglar, Dick, ¡se puede arreglar! ¡Sólo tenemos que despertarnos! Y tú eres el hombre que puede hacerlo.

»¿No quieres pasar a la historia como el hombre que ayudó a este gran país a recuperarse a sí mismo? Tú, y treinta congresistas con influencia, y cinco miembros de la Corte Suprema podéis hacerlo. Todo lo que debéis hacer es empezar a reformar la conciencia nacional a través de algunas directrices ejecutivas apoyadas por la acción del Congreso. Vamos, hombre, empieza a trabajar y dile a tu mayoría silenciosa que comience a adquirir forma. Proclama el reino del amor. Nada de guerras, ¿me oyes? Ya es pasado mañana. Nada de un mayor crecimiento económico: simplemente nos arreglaremos con lo que tenemos, y empezaremos a limpiar los ríos, los lagos y los bosques. Nada de tener más niños para utilizarlos como símbolos de status y pacificadores para las aburridas amas de casa; a partir de ahora, la gente sólo tendrá niños por el placer de traer al mundo a seres humanos sanos y nuevos, con un máximo de dos o tres por pareja. En cuanto a mañana mismo, aboliremos todas las leyes que vayan en contra de la gente, de lo que hace la gente sin causar daño alguno a otra gente. Y así sucesivamente. Proclamaremos una nueva Carta de Derechos, garantizando a cada individuo el derecho a llevar una vida plena y productiva, de acuerdo con su propio estilo. ¿Harás todo eso?

—Bueno…

—Déjame que te aclare perfectamente una cosa —le dije—: vas a hacerlo. Vas a decretar un final a todos los desperdicios que se están produciendo en este país. ¿Y sabes cómo sé yo que lo vas a hacer? Porque tengo en mi mano este pequeñito tubo de metal que emite vibraciones. Es una cosa realmente fuerte; vibraciones que te van a poner la cabeza en su sitio en cuanto apriete este botón. Así es que, preparado o no, allá voy… Uno, dos, tres… zap.

—Muy bien muchacho —dijo el presidente.

El resto, ya es historia.


¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh, Dios! ¡Si pudiera ser así de fácil! Uno, dos, tres, zap. Pero no funciona así. No poseo ninguna varita mágica. ¿Qué te hizo pensar que la poseía? ¿Cómo fui capaz de engañarte y pasar a una suspensión de incredulidad? Me dirijo a ti, lector, sentado ahí, sobre tu trasero: ¿qué te crees que soy realmente? ¿Un hombre milagroso? ¿Alguna clase de superser, procedente de la Galaxia Diez? Te voy a decir quién soy realmente: yo, Thomas C…, soy un montón de símbolos sobre un trozo de papel. Sólo soy algo abstracto atrapado en una simple ficción. Un «héroe» en una «historia». Desamparado, incorpóreo, irreal. ¡IRREAL! Mientras que tú, ahí… tú tienes ojos, pulmones, pies, brazos, un cerebro, una boca y todo eso. Tú puedes funcionar. Tú puedes moverte. Tú puedes actuar. ¡Trabajar para la revolución! ¡Esforzarte por el cambio! Tú estás actuando en el mundo real; ¡tú eres el único que puede hacerlo, si es que alguien puede! Esfuérzate por avanzar hacia… ¡Eh!… ¿qué es esto?… ¡Eh! Aparte sus sucias manos de encima… ¡Poder para el pueblo! ¡Abajo los cerdos fascistas!… ¡Eh! ¡Suélteme!… ¡Socorro!… ¡SOCORRO!

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